Antonio José Chinchetru (ALN).- Las multinacionales españolas tienen una importante presencia en Brasil, un país que comienza a superar su grave crisis. El arranque de 2017 ha sido excelente para estas empresas y hay motivos para el optimismo.
La reciente gira latinoamericana del presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, tuvo en Brasil una de sus etapas más importantes. El gigante regional comienza a salir de la recesión, y las empresas hispanas quieren ganar un peso todavía mayor del que tienen en ese mercado. Eso explica que al inquilino de La Moncloa le acompañaran durante el I Foro España-Brasil, celebrado en São Paulo, más de 70 directivos de grandes compañías. Entre ellos figuran los presidentes de firmas tan destacadas como Iberia, Mapfre, Repsol y Telefónica, entre otras.
El Ejecutivo de Michel Temer da por terminada la recesión. Después de que la economía brasileña se contrajera un 0,9% en el último trimestre de 2016, llegan datos positivos. El ministro de Hacienda de Brasil, Henrique Meirelles, ha dicho que el crecimiento estimado para los tres primeros meses del presente año es del 0,8%, una décima por encima de las previsiones iniciales.
España es el segundo inversor mundial en el país, tan solo por detrás de Estados Unidos
Las mismas empresas españolas que han mantenido su apuesta por el gigante suramericano durante la crisis quieren mejorar posiciones ante la mejora económica. No en vano España es el segundo inversor mundial en el país, tan solo por detrás de Estados Unidos, al tiempo que Brasil es el tercer destino mundial de las inversiones directas en el extranjero de las compañías españolas.
Sectores más beneficiados
La apuesta es firme en varios sectores. Uno de ellos es el de las telecomunicaciones. El presidente de Telefónica, José María Álvarez-Pallete, explicó en Brasil que ese país supone un 25% de la facturación mundial del grupo. Su filial brasileña, Vivo, cuenta con 100 millones de clientes, del total de 350 millones que tiene la compañía española a nivel global. Solo en el primer trimestre de este año, la mayor firma española de telecomunicaciones tuvo en el gigante suramericano beneficios netos de 286 millones de euros (311 millones de dólares).
La “teleco” de Álvarez-Pallete podrá ser una de las grandes beneficiadas del cable submarino, que será tendido por Alcatel y gestionado por el consorcio hispano-brasileño EllaLink, que unirá Fortaleza con Madrid, pasando por Lisboa. Con esta infraestructura, las telecomunicaciones entre Latinoamérica y Europa evitarán pasar por EEUU y ganarán calidad y un 40% de velocidad.
En cuanto a la banca, el Santander es la única entidad española con una presencia fuerte en Brasil. Su filial en esa nación es uno de los cinco líderes del sector en el país y el mayor banco brasileño perteneciente a un grupo internacional. Tras las dificultades del año pasado, en el primer trimestre de 2017 sus beneficios crecieron un 77% con respecto al periodo anterior, hasta alcanzar 634 millones de euros (691,25 millones de dólares). El grupo de Ana Patricia Botín puede, por tanto, mirar con optimismo su apuesta brasileña.
Menos conocida es la presencia de la aseguradora Mapfre, que tiene en Brasil uno de sus grandes mercados junto con España y Estados Unidos. Gracias al crecimiento que tuvo en estos tres países sus beneficios alcanzaron los 206 millones de euros (224,6 millones de dólares) en el primer trimestre de 2017, un 7,5% más que en el mismo periodo de 2016. En concreto, sus ganancias en el país suramericano crecieron en un 4,8%.
Mayor integración Mercosur-UE
Las empresas españolas pueden mirar con optimismo a Brasil, donde sus beneficios han crecido en cuanto ha comenzado una tímida recuperación. Pero para que la apuesta resulte claramente ganadora hace falta que la integración entre Europa y Suramérica avance. Y eso es algo que ambos países desean. Los gobiernos de Temer y Rajoy han expresado su voluntad de impulsar el acuerdo comercial entre la Unión Europea y Mercosur.
Para que eso sea posible, Brasilia debe renunciar a cualquier tentación proteccionista y los ejecutivos de la UE no deben ceder ante las presiones del importante lobby agrícola y ganadero del viejo continente.