Guillermo Ortega (ALN).- Los números de la peste china son escalofriantes. Apenas el 16 de marzo la cantidad de personas infectadas alcanzaba 100.000 y para el 21 ya superaba los 300.000. Es un crecimiento vertiginoso que sólo está acotado por el tamaño mismo de la población. No obstante, a ese ritmo, a finales de mes ya estaremos por encima de los 500.000 y así continuaremos hasta que, en 6 meses más, alrededor de 70% de la población ya habría padecido la enfermedad. Pero los números económicos y financieros de esta crisis global no son menos alarmantes.
Es aterrador si se considera que es un plazo muy breve para que aparezca una vacuna. Es una tragedia que pocos preveían hace un par de meses y ni siquiera las novelas distópicas más delirantes lo dibujaban. A ese nivel, el episodio más parecido es el de la peste española que entre 1918 y 1919 acabó con la vida de cerca de 50 millones de personas, más o menos el 2% de la población mundial para ese entonces.
Los modelos epidemiológicos utilizados para dibujar los escenarios son muy sensibles a los parámetros, dependen de la velocidad de contagio, pero también del porcentaje de la población que es naturalmente inmune y, de forma crucial, cómo los sistemas de salud responden a la eventualidad: si se aísla de forma efectiva a la población infectada, si se realizan test de forma masiva, si existen suficientes respiradores, etc.
Si bien los supuestos son múltiples, en un escenario en el cual la tasa de mortalidad baja a la mitad de la que se ha observado hasta ahora, aún estamos hablando de decenas de millones de víctimas y superaría con creces enfermedades tan letales como la malaria o los ataques al corazón.
El impacto del coronavirus en la economía
Pero los números económicos y financieros de esta crisis global no son menos alarmantes. Los mercados bursátiles ya han perdido cerca de 30% de los valores que tenían a comienzos de año, cuando aparecieron los primeros infectados.
Las proyecciones sobre el comportamiento de la economía tampoco son mejores. Se estima que el PIB de China cayó en cerca de 20% para el primer trimestre del año, y se proyecta que Europa lo haga en cerca del 17% y Estados Unidos en 15% en el segundo trimestre.
Al igual que ocurre con las epidemiológicas, esas estimaciones son muy sensibles a los parámetros. Goldman Sachs, uno de los bancos de inversión con mejores equipos de pronóstico, en apenas una semana cambió sus proyecciones, multiplicando por cuatro la magnitud de la caída para la economía norteamericana.
Las proyecciones dependen de cómo se actúe, cuál es la respuesta temprana de los gobiernos y cómo interactúan los agentes con esas políticas.
A diferencia de la crisis financiera que siguió el patrón de una típica corrida bancaria que luego se trasladó al resto del sistema, la crisis actual se gesta como un choque simultáneo sobre la oferta y la demanda. Una interrupción en las cadenas de proveedores, una paralización parcial del aparato productivo, originada en las mismas estrategias que propician el aislamiento. La virtual paralización de sectores como el turismo, líneas aéreas y restaurantes igual amenaza a otros sectores que están encadenados.
La cuarentena tiene un costo considerable:
Primero fue la economía china, luego Italia, España y los episodios más recientes, las cuarentenas de la quinta y la octava economías del mundo, los estados de California y Nueva York.
Adicionalmente se presenta un choque de demanda originado en una reducción del consumo y un pánico generalizado con una corrida en casi todos los activos financieros.
Al final es un patrón parecido a cualquier crisis financiera, no importa mucho dónde se origina el choque y el resultado siempre es muy parecido al que termina produciéndose en una epidemia: el efecto contagio amenaza con producir una interrupción de todo el sistema y aparece como cierta la posibilidad de un colapso total.
Igual que sucede con una epidemia, es el tipo de reconocimiento que pone en evidencia la necesidad de gobiernos que actúen en estos momentos, muy a pesar de la ingenuidad de algunas sectas que postulan que el sistema tiene sus mecanismos de autorregulación. Un recordatorio de la importancia de los bancos centrales.
La estrategia económica en tiempos de coronavirus
Al igual que la crisis de 2008, es la hora de los gobiernos y que lo hagan de forma coordinada. Epidemiólogos y economistas comparten las mismas herramientas a la hora de realizar pronósticos. Modelos que son muy sensibles a los parámetros, dependen de la acción de los gobiernos, las respuestas de política ante la crisis, y cómo los individuos reaccionan ante las epidemias y como responden a esas políticas. Las diferentes experiencias, Corea del Sur, Singapur y Alemania, versus Italia, España, ponen en evidencia los resultados en términos de tasa de mortalidad y la velocidad de propagación.
Un consenso básico es que a la hora de contener una epidemia el comportamiento individual es central y los gobiernos deben actuar de forma contundente y ordenada. Cómo Corea del Sur y Singapur han tenido éxito al contener la epidemia tiene que ver con esos elementos.
La crisis financiera de 2008 igual constituye un ejemplo de cómo atajar esos episodios. De no actuarse de forma masiva restituyendo la liquidez del sistema y restaurando la confianza de los agentes económicos el resultado podría ser catastrófico.
Algunas diferencias notables. En cualquier crisis, no importa cuál sea el origen, la primera línea de combate es la política monetaria. No es lo mismo que en las posiciones de comando para ese entonces estuviesen Ben Bernanke y Mario Draghi, dos economistas de altísimo nivel, que Jerome Powell y Christine Lagarde, cuyo entrenamiento en economía es más bien pobre.
Hoy en día, luego de un largo periodo de bajas tasas de interés, los niveles de apalancamiento son muy altos, y muchos sectores han utilizado esas condiciones para recomponer sus vehículos de financiamiento y recomprar sus propias acciones. De tal manera que la combinación de deuda y capital en el balance hacen que las posibilidades de contagio sean mayores.
En ese tipo de circunstancias los hacedores de política no sólo deben tener un conocimiento apropiado sino que deben ser muy convincentes a la hora de comunicar a otros niveles de gobierno. El papel de Bernanke y Draghi fue fundamental. Hoy en los bancos centrales de Estados Unidos y Europa hay abogados acostumbrados a la comodidad de sus respectivas burocracias y que han dado algunos traspiés en las primeras de cambio. Aun cuando han estado en la burocracia financiera por un largo tiempo, el sentimiento generalizado es que no tienen ni el entrenamiento ni la audacia para actuar en estos momentos de crisis.
Si eso es muy importante a nivel del Banco Central, quizás lo es más a nivel de los responsables de política fiscal. No es lo mismo tener a Timothy Geithner que a Steven Mnuchin. Y en Europa las decisiones de política fiscal tienen una camisa de fuerza que no es muy fácil de deshacer, sobre todo por las asimetrías entre los países.
La situación exige un nivel de coordinación que pareciera difícil en las condiciones actuales, cuando todas las variantes de populismo miran hacia adentro. También las circunstancias son diferentes en otros aspectos claves.
Hoy en día, luego de un largo periodo de bajas tasas de interés, los niveles de apalancamiento son muy altos, y muchos sectores han utilizado esas condiciones para recomponer sus vehículos de financiamiento y recomprar sus propias acciones. De tal manera que la combinación de deuda y capital en el balance hacen que las posibilidades de contagio sean mayores.
Sectores como el de las aerolíneas han estado recomprando sus acciones en los últimos años, de tal manera que cuando muchos gobiernos se lancen al rescate, en realidad estarán recompensando de manera indiscriminada a sus accionistas. Lamentablemente en tiempos de crisis no hay mucho tiempo para debatir esas asimetrías, pero igual que en la crisis financiera de 2008, como sucedió con los bancos, algunas lecciones habrá que sacar para regulaciones ulteriores.
Los modelos epidemiológicos también pueden equivocarse. Sucede con todas las predicciones. Puede ocurrir que la situación no sea tan grave y al final se produzca la coordinación necesaria, los gobiernos aprendan o el clima juegue a favor. También ocurre como en algunas novelas apocalípticas que luego de todas las tragedias hay un final donde algunos de los protagonistas se asoman a la ventana. Siempre amanecerá, sólo que los costos pueden ser muy diferentes de acuerdo a la calidad de las políticas.