Redacción (ALN).- Miles de pensionistas en Venezuela han tenido que volver a las actividades laborales para hacer frente a la severa crisis que atraviesa este país sudamericano, donde las pensiones de retiro no superan los cinco dólares por mes y los condenan a la miseria. «La jubilación no alcanza ni para desayunar», dijo al diario 2001 el pensionista Carlos Suniaga, de 63 años, quien tuvo que volver a trabajar para no morir de hambre.
«Hablé con mis hijos e invertimos en una mini bodega, vendo refrescos, chucherías, azúcar, café y aceite, entre otras cosas, porque necesito dinero de otra parte», explicó.
Este hombre, que reside en un barrio pobre del oeste de Caracas, la capital de Venezuela, trabajó durante 27 años como jefe de mantenimiento en una empresa privada que fue expropiada por el Gobierno.
«Cuando la volvieron una empresa pública me jubilaron porque necesitaban gente más joven. Además, un adulto mayor debe recibir muchos benéficos que no estaban dispuestos a dar», dijo.
Su caso se repite a lo largo de Venezuela, un país que llegó a ser uno de los más prósperos de la región, pero ahora sufre los embates de una larga crisis económica.
Es común ver a septuagenarios e incluso octogenarios emplearse en casi cualquier sector de la economía, desde el comercio hasta los servicios.
Algunos pensionistas son vigilantes de supermercados o taxistas. Otros, como Suniaga, vendedores a tiempo completo, actividades que los alejan del descanso y el disfrute en el ocaso de sus vidas, la imagen que vende el sistema de pensiones venezolano.