Leticia Núñez (ALN).- Después de tres años de recesión, una inflación de tres dígitos, el 82% de los hogares en situación de pobreza y la crisis política que atraviesa, Venezuela espanta cualquier atisbo de inversión. Las compañías que no tiran la toalla sufren las consecuencias de sucesivas devaluaciones. En apenas una semana, Sacyr se adjudicó la construcción de una autopista en Colombia por más de 475 millones de euros (517 millones de dólares), Abertis consiguió otra carretera en Brasil por 350 millones de euros (381 millones de dólares) y Abengoa se hizo con varios proyectos en Uruguay. Mientras, Indra modernizará los radares aéreos de Honduras, Costa Rica, Nicaragua y Guatemala. Por su parte, la cadena española de yogur helado Llaollao, que ya está presente en Chile, Uruguay y México, prevé abrir un nuevo establecimiento en Ecuador. E incluso su rival Smöoy espera llegar a Panamá. Pero, ¿y Venezuela? La respuesta es rotunda: ni rastro.
El país latinoamericano ha desaparecido del mapa para la mayoría de las compañías. Por ahora, ninguna ha anunciado una nueva inversión. Todas pasan de largo. No es para menos si se tiene en cuenta que Venezuela lleva tres años consecutivos de contracción del Producto Interno Bruto (PIB), una inflación de tres dígitos -el próximo año, según el FMI, podría ser de 2.068%-, caída del consumo, conflictividad política, rigidez legal en materia laboral y de precios, restricción para obtener divisas oportunamente a fin de importar productos o materias primas -rige un control de cambio desde 2003- e imposibilidad de repatriar dividendos a las casas matrices. Elementos todos ellos que llevaron al economista José Manuel Puente a definir el panorama venezolano como “colapso”.
Venezuela lleva tres años consecutivos de contracción del PIB y la inflación podría superar el 2.000% en 2018
De hecho, el mapa de los riesgos políticos que elaboró en 2016 la consultoría española Aon evidenció que es “tan peligroso” invertir en Venezuela como en Siria o Irak. Según este trabajo, que analiza más de 160 mercados emergentes y en los últimos 19 años ha señalado las naciones más problemáticas para las compañías, países como Corea del Norte o Afganistán tienen el mismo nivel de inseguridad, inestabilidad e incertidumbre que el latinoamericano.
Las que están allí, BBVA, Telefónica y Repsol, entre otras muchas, vienen sufriendo las consecuencias de las sucesivas devaluaciones del bolívar. Sin ir más lejos, la aseguradora española Mapfre reconoció hace unos meses que había tenido problemas a la hora de calcular sus resultados por la economía “hiperinflacionaria” del país tanto en 2016 como en 2015. Según la empresa, los índices que ofrece el Banco Central de Venezuela (BCV) “no son representativos”.
BBVA también se enfrenta a los tipos de cambio en Venezuela. Está presente en el país a través del Banco Provincial y se mantiene como una de las principales instituciones financieras del mercado venezolano. Sin embargo, en 2011, Hugo Chávez llegó a amenazar a BBVA con la expropiación. Hace apenas 10 días, el presidente de la entidad, Francisco González, calló cuando el periódico argentino Clarín le preguntó por Venezuela. Ni siquiera la nombró.
Fue el propio ministro español de Asuntos Exteriores y Cooperación, Alfonso Dastis, quien, recientemente, hizo pública la preocupación por la coyuntura de “incertidumbre y malestar social” que afecta a las firmas de España presentes en el país latinoamericano. Dijo estar “atento” a la situación para ayudarlas en la medida de lo posible.
Como las anteriores, las hoteleras Meliá y NH también figuran entre los que han decidido no tirar la toalla. Sin embargo, ante la imposibilidad de repatriar capitales, éstas sí decidieron emprender nuevos proyectos. La primera continúa con la construcción de su segundo hotel en Caracas a pesar de la inestabilidad económica y política. Como aseguró el vicepresidente de la cadena en la Feria Internacional de Turismo que se celebró en Madrid el pasado enero, se inaugurará en 2017. Por su parte, NH informó a comienzos de abril que prevé abrir un nuevo establecimiento, aunque no concretó la fecha. Se sumaría a los tres que ya operan en la localidad de Margarita y a otro más en Valencia. Mientras, Palladium prefiere expandirse hacia Colombia y México y AC inauguró este miércoles un hotel en Panamá, su primera apertura en Centroamérica, con una inversión de 15 millones de dólares (13,7 millones de euros).
Repsol podría ser la excepción en una Venezuela que es “una tormenta perfecta” para las empresas españolas. La petrolera que preside Antonio Brufau es de las pocas empresas, por no decir la única, que ha conseguido sacar dinero de Venezuela. Fue gracias al acuerdo firmado con la estatal PDVSA, a quien prestó 1.200 millones de dólares (1.103 millones de euros), para “reforzar la estructura financiera” de la compañía venezolana. Según el informe anual de Repsol, al 31 de diciembre de 2016 recuperaron 544 millones de dólares (500 millones de euros), correspondientes a los dividendos pendientes de los años 2010 a 2013.
1.400 expropiaciones
Tampoco soplan vientos de certidumbre para las compañías estadounidenses. El último ejemplo: General Motors. El fabricante de vehículos comunicó la semana pasada que suspendía sus operaciones en Venezuela tras la expropiación de una planta. Al anuncio de General Motors se suman las dificultades de Ford y el grupo Fiat Chrysler (FCA), ambos con grandes problemas para producir por la falta de suministros debido a la imposibilidad de acceder a dólares para realizar compras.
Tanto Santander como BBVA anunciaron inversiones en México de 700 y 1.425 millones de euros, respectivamente
De hecho, el gobierno de Nicolás Maduro y el de su predecesor Hugo Chávez han expropiado más de 1.400 empresas y activos privados desde su llegada al poder en 1999, según la confederación de industriales Conindustria. La mayor parte de las compañías expropiadas han acabado cesando su actividad, lo que ha contribuido a la crisis económica sin precedentes que sacude el país.
Panorama opuesto en el resto de América Latina
Las penurias de las empresas en Venezuela contrastan con el momento dulce que, por ejemplo, vive Sacyr en América Latina, el particular Dorado para las constructoras españolas. La firma que preside Manuel Manrique no solo es el primer inversor privado de infraestructuras en Chile. Hace apenas una semana obtuvo la concesión para construir una autopista entre las ciudades colombianas de Cúcuta y Pamplona, con una inversión estimada de 477 millones de euros (aproximadamente 522 millones de dólares). La obra generará 4.000 empleos.
Los bancos españoles también llevan un ritmo imparable en la región. Santander, que ganó casi un 50% más en Latinoamérica hasta marzo, gracias fundamentalmente al tirón de Brasil y Argentina, anunció que invertirá casi 700 millones de euros (749 millones de dólares) en México. Asimismo, BBVA reiteró su confianza en el país latinoamericano con una inversión de 1.425 millones de euros (1.500 millones de dólares) en los próximos cinco años.
Y es que la apuesta de las compañías españolas por México es firme. Ni siquiera las amenazas proteccionistas del presidente de EEUU, Donald Trump, alteraron sus planes. A las entidades ya citadas, se suman otras como OHL e Iberdrola, que también anunciaron nuevos proyectos. En Brasil, sucede algo similar. La nación suramericana es la particular gallina de los huevos de oro para dos multinacionales como Telefónica y Banco Santander. En ambos casos, la actividad que desarrollaron en la mayor potencia económica de Latinoamérica representó más de un 20% de su beneficio en 2016. ¿Y el futuro? Mientras que la ‘teleco’ ya anunció que invertirá 6.700 millones de euros (7.144 millones de dólares) entre 2017 y 2019 para ampliar la cobertura de 4G y extender su red de fibra, el banco destinará más de 10.060 millones de euros (11.000 millones de dólares) en créditos para financiar proyectos en la región.
Sin salir de Brasil, Cabify comunicó a principios de abril que invertirá 187 millones de euros (200 millones de dólares) para incrementar su presencia en ciudades como Río de Janeiro, Belo Horizonte y Curitiba, y abrir en Brasilia. La compañía de ridesharing (aplicación móvil que conecta a conductores que ofrecen servicios de transporte urbano con los pasajeros), fundada en 2011, ya está presente en España, Perú, Chile, México, Brasil, Argentina, Colombia, Ecuador, República Dominicana, Panamá, Uruguay y Costa Rica. Sobre Venezuela ni se pronuncia.
Brasil también es un pilar fundamental para Abertis, que a través de su filial en el país, ganó este miércoles la concesión de una autopista por un periodo de 30 años y que incluye un plan de inversión cercano a los 1.500 millones de euros (1.639 millones de dólares), según informó la propia firma a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV). Pero no solo eso. La visita a la nación suramericana del presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, al que acompañaron más de 70 empresarios, podría suponer un gran empuje para las relaciones comerciales entre ambos. Y todo, en apenas una semana.