Caleb Zuleta (ALN).- Fernando Mires reconoce que Mario Vargas Llosa es un “escritor riguroso”. Que “ha probado serlo en muchas de sus novelas. Sus investigaciones sobre tiempo y lugar son acuciosas; en ese punto no se diferencia de un buen historiador”. El propio Vargas Llosa ha contado cómo investigó, en cuánto tiempo, cuántas veces viajó a Guatemala, cuántos archivos revisó, y cuánta gente entrevistó para luego escribir Tiempos Recios. Ya se sabe que la más reciente obra del premio Nobel aborda el golpe de Estado contra Jacobo Arbenz en Guatemala, un golpe de Estado organizado por la CIA y la United Fruit Company, un golpe de Estado que, según Vargas Llosa, marcó el destino de Guatemala y de América Latina.
¿Pero qué se sabía? ¿Qué conocía el público más amplio sobre este hecho político antes de que apareciera Tiempos Recios? ¿Qué conocía inclusive el lector más especializado como el chileno Fernando Mires? Fernando Mires, su propio perfil en el blog que sostiene señala que nació “el 23 de febrero de 1943 en Santiago de Chile, Profesor emérito de la Universidad de Oldenburg, Alemania, autor de numerosos artículos y libros sobre filosofía política, política internacional y ciencias sociales, publicados en diversos idiomas”. De modo que lo que escribe sobre Tiempos Recios tiene mayor validez en cuanto al descubrimiento que ha hecho este especialista al leer la novela. Una novela histórica.
Escribe Mires que antes de Tiempos Recios “conocíamos los llamados hechos objetivos que dan lugar a su narración”. Por ejemplo:
“Sabíamos que Guatemala, como casi todos los países centroamericanos, era tierra de dictadores, carniceros uniformados coaligados con una pseudoaristocracia racista y cruel.
Que la United Fruit había instalado un verdadero imperio colonial en la región, que no pagaba impuestos y que explotaba a los indígenas con sueldos de hambre.
Sabíamos también que después de la dictadura del general Jorge Ubico aparecieron en Guatemala dos hombres buenos: los presidentes Juan José Arévalo y el general Jacobo Arbenz, y que este último radicalizó el ‘autoritarismo ilustrado’ del primero intentando reformas sociales, incluyendo en ellas un desafío a la United Fruit o el Pulpo, o la Mamita Yunay -hay que volver a leer la impactante novela de Miguel Angel Asturias-, una tímida reforma agraria. En verdad, una simple recuperación de tierras ociosas.
Qué es lo que piensa Mario Vargas Llosa sobre la intervención militar en Venezuela
Sabíamos además, que los EEUU de Eisenhower financiaron al ejército ‘liberacionista’ del general Carlos Castillo Armas y que aviones norteamericanos bombardearon a cientos de comunidades agrarias sembrando con cadáveres los campos guatemaltecos.
Sabíamos que Castillo Armas fue asesinado como consecuencia de una misteriosa confabulación donde el dominicano Rafael Leonidas Trujillo metió sus largas manos.
Y sabíamos que los EEUU a través de la CIA lograron imponer la dictadura militar del general Miguel Idígoras Fuentes”.
Hasta aquí lo que decían los textos de estudio. Los panfletos. Los análisis. Lo que se escribió en la prensa. Lo que se dijo en discursos. “Todo eso lo sabíamos y para saberlo no necesitábamos leer Tiempos Recios”. Ahora, lo que intenta recalcar Fernando Mires es que “gracias a la imaginación de Vargas Llosa podemos saber, además, muchas otras cosas que no imaginábamos”. Y allí es donde entra el escritor riguroso, el investigador, y la imaginación del autor, del novelista, en este caso. De modo que Fernando Mires hace el inventario de los que “no imaginábamos”.
“No imaginábamos que el mestizo Castillo Armas (Cara de Hacha) sentía desde su juventud en la escuela militar un odio racista en contra del ‘blanco’ Jacobo Arbenz.
Ni la fidelidad política que guardó a Arbenz su culta esposa, la salvadoreña María Vilanova.
La tentación sobre Venezuela que Mario Vargas Llosa no puede resistir
Ni el poder que podían alcanzar cortesanas ilustradas como Martita Borrero en las habitaciones de dictadores y tortuosos agentes, ni mucho menos que durante Castillo Armas, las mujeres del dictador, la amante y la esposa oficial, fueron símbolos en torno a los cuales tomaron forma las tendencias liberales y las ultraconservadoras del país.
Tampoco imaginábamos cómo personajes secundarios de la narración podían ser determinantes en la intrahistoria, hasta el punto que, de acuerdo a la novela podían llegar a constituirse en actores principales, como el corrupto agente dominicano Abbes García, al fin, verdadero ‘héroe’ de la novela.
No imaginábamos tampoco que el embajador norteamericano podía ser una persona tan bruta como lo retrató el escritor.
Y aunque sabíamos que entre dictadores como Anastasio Somoza, Castillo Armas, Papa Doc, Pérez Jimenez, y otros, existía una red geopolítica, no sabíamos del poder que sobre ella ejercía el dominicano Rafael Leonidas Trujillo.
Todo eso podemos ahora imaginarlo gracias a Vargas Llosa. No sabemos más pero lo que ya sabíamos, lo sabemos mejor”.
Fernando Mires deja en claro, por lo demás, que Tiempos Recios “es una novela, no un libro de historia. Nadie puede pedir a Mario Vargas Llosa que se ajuste exactamente a los hechos y a las fechas. Pero Tiempos Recios es una novela histórica. Género que se define por la recurrencia a periodos y personajes reales entre quienes un autor teje una trama, real o ficticia. Y evidentemente, el mismo autor se preocupó de que esa -seguramente una de las mejores novelas en su largo historial- rompiera con la linealidad cronológica de un clásico texto de historia”.