Leticia Núñez (ALN).- “Chile es un enigma”. Son palabras del chileno Pablo Bello Arellano, secretario de Estado de Telecomunicaciones entre 2006 y 2010. Asegura que no hay respuestas únicas a la baja participación electoral en el país, pero destaca “una notoria desafección hacia lo público” y el hecho de que la transición de la dictadura hacia la democracia se hiciera bajo “una lógica de empates”.
El fantasma de la abstención planea, una vez más, sobre Chile. El país elegirá presidente este domingo entre el conservador Sebastián Piñera y el oficialista Alejandro Guillier y la baja participación se erige como la principal amenaza de los comicios. En la primera vuelta, celebrada el 19 de noviembre, la mayoría de los ciudadanos, un 53%, se quedó en casa. De los 14,3 millones de chilenos habilitados, apenas 6,6 millones ejercieron su derecho al voto. La abstención fue la gran ganadora.
De cara a esta segunda cita con las urnas, se prevé que los niveles de participación sean similares. Y todo pese a que Chile vive “un contexto crucial”, tal como señaló Áurea Moltó, subdirectora de la revista Política Exterior, en un acto sobre los comicios chilenos celebrado en la Casa de América en Madrid. Además, el panorama no podía estar más reñido. Según las últimas encuestas, Piñera y Guillier llegan empatados. Está en juego la continuidad en el poder de la izquierda o que la derecha regrese tras una única legislatura en La Moneda, justamente con Piñera (2010-2014).
Entonces, ¿por qué los chilenos optan por no votar? ¿A qué se debe esa falta de interés? Según Pablo Bello Arellano, secretario de Estado de Telecomunicaciones de Chile entre 2006 y 2010, “no hay respuestas únicas, el país es un enigma”. En el citado acto, aseguró que el país “fue el experimento neoliberal más intenso del mundo” y que “eso significó que la mercantilización del espacio público fuera absoluta: pensiones, salud, entretenimiento…”. A modo de ejemplo, citó: “En vez del parque, las familias se encontraban en el centro comercial. Muchos chilenos no ven en la política un espacio relevante para satisfacer sus necesidades. Y eso genera distancia”.
Bello también habló de corrupción: “Genera malestar, una desconfianza profunda hacia la economía de mercado y hacia una élite que es incapaz de asimilarse con el resto de la sociedad”. En su opinión, “la desafección hacia lo público es notoria”.
“Lo más curioso de esa abstención es que sobre la mesa estaba la oferta más diversa e innovadora de las últimas ocasiones”
El exsecretario de Estado chileno ofreció una tercera explicación a la baja participación electoral. Recordó que la transición hacia la democracia “fue bien particular” puesto que “se hizo bajo una lógica de empates”. Según Bello, el plebiscito se hizo bajo las reglas de la dictadura y con el Ejército y la prensa alineados con el poder. “La transición se hace con unos equilibrios muy precarios”, recalcó.
En este sentido, mencionó que en el año 2000 Chile aún tenía ley de censura, pena de muerte, no contaba con una ley de divorcio e incluso había un consejo de seguridad por encima de la figura del presidente. “Estaba todo tan diseñado que no había opción para lo disruptivo”, agregó Bello.
Un panorama muy distinto al actual. “Ahora hay elementos disruptivos que permiten la entrada de nuevas voces. Veremos si son capaces de atraer a la gente”. Por primera vez, Chile tuvo ocho candidatos el pasado 19 de noviembre. Un amplio abanico donde elegir al mandatario que ocupará el sillón presidencial de 2018 a 2022.
Sin embargo, la oferta electoral tampoco fue un aliciente para los votantes. “La bajísima participación es lo más preocupante. Es grave. Y lo más curioso de esa abstención es que sobre la mesa estaba la oferta más diversa e innovadora de las últimas ocasiones”, explicó Bello al respecto, para rematar: “Es un contrasentido de lo que cabría esperar”.
Algo que también compartió Esther del Campo, catedrática de Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid. “No ha sido un problema de oferta”, señaló. Tras destacar que desde la dictadura hasta la instauración de la democracia hubo dos bloques de conveniencia, Del Campo achacó parte de la culpa de la baja participación a los partidos políticos: “Se resistieron a renovarse generacionalmente. Debería haber habido un replanteamiento programático”.
Desde que en 2012 el voto pasó de obligatorio a voluntario, la abstención ha sido la principal protagonista en los diversos procesos electorales hasta la fecha en Chile. En las municipales de ese año, los primeros comicios con voto voluntario, un 57% de las personas no acudió a las urnas. En la primera vuelta de las presidenciales de 2013, la participación se quedó en 49%. El escenario empeoró en la segunda vuelta, que enfrentó a Michelle Bachelet y Evelyn Matthei, cuando la abstención llegó al 58% del padrón.
Sin embargo, el peor dato llegó en las últimas elecciones municipales, las de 2016. Apenas un 34% de los electores ejerció su derecho al sufragio. De un padrón de 14,1 millones de personas, sólo votó un tercio. El panorama para este domingo no invita al optimismo.