Redacción (ALN).- Cuando a finales de 2017 el Gobierno del entonces presidente estadounidense, Donald Trump, impidió a Venezuela acceder a su sistema financiero y dictó una batería de sanciones contra el país caribeño, muchos pensaron que el destino de Nicolás Maduro estaba sellado. Ese año, la oposición convocó a las calles a miles de manifestantes. Cada día, decenas de protestas tenían lugar en el alguna vez próspero país, hoy uno de los más empobrecidos de la región, y daba la empresión de que los jóvenes no volverían a casa hasta forzar la renuncia de Maduro.
Pero el líder socialista, un exchofer de autobús que gobierna Venezuela desde 2013, parece estar más fuerte que nunca, con la oposición dividida y la sociedad civil adormecida después de que más de cinco millones de personas, muchas de ellas los jóvenes que expresaban su descontento en las calles, abandonaran la nación huyendo de la crisis económica.
Con ese panorama, queda claro que las sanciones no fueron efectivas y terminaron por atornillar en el poder a Nicolás Maduro, de acuerdo con un reporte del medio estadounidense Foreign Policy (FP).
En la publicación, FP destaca que el Gobierno de Maduro buscó nuevas alianzas con países como Turquía, Irán, Rusia y China tras su ruptura definitiva con Estados Unidos y ejerció un «cambio de ramo» para mantenerse económicamente a flote después de que las sanciones afectaran la operatividad de la petrolera estatal PDVSA.
Ahora, Venezuela exporta oro con ayuda de sus nuevos socios y incluso burla las sanciones a PDVSA, logrando acceder a los mercados internacionales.
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