Ascensión Reyes R. (KonZapata / ALN).- Jesús Torrealba, exsecretario ejecutivo de la Mesa de la Unidad Democrática de Venezuela, destacó que “La dirección opositora pensaba que a más hambre en la población y a más dificultades económicas del régimen habría más descontento de la ciudadanía y en consecuencia menos apoyo electoral para el régimen. Ese cálculo es típico de la democracia formal, no se aplica en una situación de régimen autoritario. En un régimen autoritario lo que ocurre es lo siguiente: a más hambre, más desesperación y quien controla los alimentos controla el hambre y controla a los hambrientos”.
Jesús Torrealba, dirigente político y exsecretario ejecutivo de la opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD), no achaca a la abstención y a las trampas del Gobierno la derrota de la oposición en las elecciones de gobernadores en Venezuela. Desde su punto de vista, echarle la culpa al factor externo también exime al responsable de buscar correctivos.
El también conductor del programa de radio La fuerza es la unión criticó fuertemente lo que considera una visión cortoplacista de la dirección política del bloque opositor que no se mantuvo en la ruta constitucional, pacífica y electoral en todo momento para obtener victorias como la del 6 de diciembre de 2015, cuando ganaron la Asamblea Nacional.
“Pienso que a la sociedad democrática venezolana le corresponde hacer una profunda revisión de lo ocurrido”
Detalló que la MUD luego pasó a intentar acciones con resultados presuntamente a corto plazo como el referéndum revocatorio, y cuando no lo logró propuso el juicio al presidente Nicolás Maduro, el abandono del cargo y una marcha hacia el Palacio de Miraflores. Iniciativas que tampoco cuajaron y entonces surgieron las protestas de calle para detener la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) e impulsar el cambio de Gobierno, que al final tampoco tuvieron éxito.
– Luego de esta primera impresión de los resultados electorales, ¿qué le corresponde hacer a la MUD?
– Pienso que a la sociedad democrática venezolana le corresponde hacer una profunda revisión de lo ocurrido tratando de no incurrir en prácticas maduristas de evasión. Para Nicolás Maduro todas las cosas malas que ocurren son culpa del capitalismo, del imperio, de los gringos y de la derecha. Él nunca es responsable de nada. Esta conducta no se puede imitar. Plantearse hoy que lo que ha pasado es culpa de los abstencionistas o del fraude del Gobierno es una manera de colocar la responsabilidad fuera de nosotros. Hacer eso es un error, porque si la responsabilidad está fuera de nosotros también está fuera de nosotros la posibilidad de introducir los correctivos que son necesarios. Sin incurrir en prácticas maduristas hay que asumir lo que ocurrió y la responsabilidad. Quien tiene el poder para corregir esto somos nosotros. No estoy negando el hecho de la pavorosa abstención. En efecto, la oposición sacó el 15 de octubre (día de las elecciones de gobernadores) casi tres millones de votos menos que el 6 de diciembre de 2015 (cuando convocó una consulta popular contra la ANC). Es decir, hay venezolanos que antes votaron por la oposición y que ahora no lo hicieron. Esa es una realidad. Pero decir que esta es la causa del problema es un error. Esto es un efecto. Habría que preguntarse: ¿qué generó que tres millones de venezolanos que habían votado por la oposición antes ahora no lo hagan?
– ¿Y el fraude?
– También es un error considerar que la derrota haya sido por el fraude del Gobierno. No estoy negando que hubo fraude. Creo que aquí hubo una trampa masiva y sistemática. La elección que tuvimos el 15 de octubre fue una elección bajo un régimen autoritario, y en consecuencia fueron unos comicios inequitativos, sin garantías, con ventajismo y con prácticas intolerables a la luz de cualquier normativa democrática estándar. Pero eso lo sabíamos y no el 15 de octubre sino mucho antes. Esas fueron las condiciones que asumió la dirección democrática al aceptar participar. Cuando se dice al país que hubo fraude, este reacciona con razón pidiendo las pruebas del fraude y las actas. Y la respuesta de la MUD es: No se trata de actas, sino que las condiciones eran fraudulentas. Entonces, hay que decir por todo el cañón: Estas condiciones fueron aceptadas por la dirigencia de la oposición. En consecuencia, lo ocurrido no es responsabilidad ni de la trampa sistemática, porque era un dato conocido en el ecosistema en que estamos peleando, ni de los abstencionistas. La abstención es una consecuencia y no la causa. Una vez despejados esos dos fantasmas, tenemos que ir al fondo del asunto. ¿Qué pasó? Lo que pasó era que teníamos una autopista por donde íbamos construyendo triunfos y abandonamos esa autopista y nos metimos por una vereda en la que hemos cosechado derrotas.
– ¿A qué se refiere?
– Me refiero a que el 6 de diciembre de 2015 obtuvimos la victoria electoral más importante en la historia política del país (al ganar la Asamblea Nacional). Y en vez de seguir por el curso constitucional señalado por esa victoria de ir a las elecciones de alcaldes, después a la de gobernadores y luego a las presidenciales, se impuso un criterio cortoplacista de abandonar esa autopista e ir por la vereda. La primera estación de esa derrota fue la fórmula que terminó imponiéndose en la dirección opositora y, ciertamente, confiscando el imaginario de la sociedad democrática que fue el referéndum revocatorio (del presidente Nicolás Maduro). Al colocar todas las esperanzas en esa sola iniciativa surgió lo que ya es historia: se decapitó esa iniciativa por la trampa del régimen y el miedo a contarse y quedamos sin política. El 26 de octubre de 2016 nos quedamos sin el revocatorio y lo que algunos importantes dirigentes de la oposición dijeron en la autopista Francisco Fajardo (centro de las manifestaciones opositoras en Caracas) se reduce a tres frases: juicio al Presidente, abandono del cargo y marcha hacia el Palacio de Miraflores. El juicio al Presidente ya se sabe lo que está en la Constitución, el abandono del cargo es tan patético que ya nadie lo menciona y la marcha a Miraflores no era una estrategia, sino una actividad. Después el país vivió cómo se pasaron cuatro meses sin norte. Lo cierto es que esa es la segunda estación de la vereda de derrotas. La tercera es cuando llegamos a abril de 2017 y se inicia este proceso de protestas pidiendo elecciones y calle, pero terminó planteando sólo la fuerza de la calle. En principio para parar la Constituyente y, luego, para salir del régimen.
– ¿Las protestas no fueron exitosas?
– Ese proceso tuvo un costo muy alto, 130 venezolanos murieron en manos de la represión y llegamos al 30 de julio y quedó en evidencia que tan sólo con la fuerza de la calle no era posible lograr esos objetivos. Se demostró que la calle sirve para apoyar una estrategia, no para sustituirla. Es la tercera estación de la vereda de la derrota. El sentido común proponía que se produjera una reflexión o un balance de la dirección política que había conducido a esta derrota. Sin embargo, no ocurrió así y en vez de balance, se pasó la página. Y esta misma dirección que le habló al país de rebeldía, levantamiento nacional, Hora Cero y huelga general, y que había tenido un planteamiento insurreccional entre abril y julio, resulta que amanece entre julio y agosto diciendo que va a participar en las elecciones regionales. Esta es la cuarta estación de este camino de derrotas. En mi opinión la causa profunda de esta situación es no tener una estrategia clara que haya permitido al país decir: Vamos a apoyarte. Es muy difícil apoyar al que no sabe lo que quiere. Si tenemos una dirección política que intenta el revocatorio, se lo quitan y entonces inventa el juicio al Presidente, el abandono del cargo y la marcha al Palacio de Miraflores y no realiza ninguna de esas tres promesas, y luego llama a la calle, y después a elecciones regionales, por supuesto que la confusión, el malestar y la imposibilidad de establecer empatía entre esa dirección política y la ciudadanía son más que obvios. Todo eso es lo que da la abstención y es lo que determina el resultado. También, hay que agregar la trampa del Gobierno. Por cierto, la oposición hasta ahora ha señalado una sola cara de la trampa. Cosa que me asombra. La oposición ha hablado de la cara de la trampa que es anti-MUD, que fue negar las sustituciones de los candidatos, la reubicación de los centros de votación y las amenazas a los empleados públicos. Todo eso es convencional y es ciertamente anti-MUD. Pero hay una parte que no se ha dicho y que me preocupa mucho.
– ¿Cuál es?
– Me parece que es central y es la composición del resultado. Si bien la oposición venezolana sacó tres millones de votos menos que en el 2015, en el caso del Gobierno sacó más de cinco millones, más o menos entre 20% y 25% que todas las encuestas refieren como lecho duro del Gobierno. Es decir, el Gobierno logró llevar a casi todos sus simpatizantes a votar. ¿Cómo lo logró? Teniendo en cuenta que Maduro no tiene ni el carisma ni la convocatoria ni la legitimidad afectiva que tenía Hugo Chávez. La respuesta está dolorosamente en el tema del hambre. Maduro logró convertir el hambre no en una desventaja del Gobierno, sino en una fortaleza electoral. Eso revela también un problema de óptica muy claro de la oposición. La dirección opositora pensaba que a más hambre en la población y a más dificultades económicas del régimen habría más descontento de la ciudadanía y en consecuencia menos apoyo electoral para el régimen. Ese cálculo es típico de la democracia formal, pero no se aplica en una situación de régimen autoritario. En un régimen autoritario lo que ocurre es lo siguiente: a más hambre, más desesperación y quien controla los alimentos controla el hambre y controla a los hambrientos. Eso fue lo que terminó ocurriendo. A eso hay que añadirle una cierta tecnología que demostró su eficacia. Durante 12 largos meses Maduro estuvo hablando del Carnet de la Patria (creado por el Gobierno para tener acceso a las bolsas de comida) y la oposición lo que hacía era burlarse de él. Bueno, ahí está el Carnet de la Patria operando como mecanismo de control del hambre y acarreo político. Lo que pasó el 15 de octubre dista mucho de ser el remedo de las viejas operaciones de remolque y remate de los partidos en los tiempos de la democracia convencional. Lo que ocurrió el 15 de octubre fue una operación ciertamente sofisticada de manipulación por hambre y coerción tecnológica. Eso es lo que explica cómo a la oposición le faltaron tres millones de votantes y al oficialismo le fue casi todo su 25% de voto duro.