Redacción (ALN).- Todos las mañanas, el adolescente venezolano Moisés Infante espera la luz roja del semáforo en la avenida Francisco de Miranda, que conecta el este y el oeste de Caracas, para ofrecerse a limpiar los parabrisas de los autos a cambio de lo que el conductor desee darle: un billete de un dólar, algunos bolívares o algo de comida.
“Ayúdame. No he desayunado”, murmura frente a un hombre que lleva la ventana abierta. No recibe nada aún, pero es paciente. Permanecerá las horas necesarias hasta conseguir lo que considere es suficiente para marcharse. Según sus cuentas, semanalmente logra reunir 15 dólares.»Salgo para la calle a ver qué hago, porque en mi casa no hay comida. Y a ver si hago real para comprarme unos zapatos, una ropa, porque no tengo«, cuenta el adolescente de 14 años, que en 2019 dejó el colegio para ayudar a su mamá a reunir los ingresos para cubrir sus necesidades.
A finales del año pasado, la organización World Vision reveló que el trabajo infantil en Caracas aumentó 20 por ciento, producto de la pandemia.
A juicio de la organización defensora de derechos de la infancia, Cecodap, esta cifra podría ser mayor, pues señalan que es una realidad que no se denuncia. “¿Qué hemos identificado? Niños en actividades mineras, formas de esclavitud sexual, servidumbre, trabajo servil, cargadores de combustible», advierte el abogado Carlos Trapani, coordinador de Cecodap, refiere VOA.