Pedro Benítez (ALN).- Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y Vladimir Padrino López han decidido arriesgarse. Ignorar las ofertas de negociación, aislarse internacionalmente aún más y apostar a su alianza con Rusia. Ya pusieron en práctica esa política cuando instalaron la Constituyente en agosto de 2017 y luego en la cuestionada elección del 20 de mayo de 2018.
En la película Nixon de 1995 que dirigió Oliver Stone, hay una escena en la que el protagonista (Anthony Hopkins) le responde a un hombre de negocios: “Soy el presidente de los Estados Unidos, no necesito amenazar”.
Al menos en el caso de Nicolás Maduro, Donald Trump no ha repetido esa frase. Hace un año comenzó a amenazar con sacarlo del poder con aquello de que “todas las opciones están sobre la mesa”, y no descartaba la acción militar. Maduro, con la asesoría de los cubanos que llevan seis décadas lidiando con los distintos inquilinos de la Casa Blanca, calculó que Trump no cumpliría ninguna amenaza de fuerza.
Un sector importante de la oposición venezolana esperó buena parte de 2019 alguna acción definitiva por parte de Estados Unidos, sin tener claro en qué consistiría. Hoy se sabe que los marines no van a invadir Venezuela.
Maduro por su parte, con la asistencia de Rusia y Turquía, montó en las narices de Estados Unidos su esquema para evadir las sanciones comerciales que hasta ahora le han servido para montarse en el trillado discurso castrista del bloqueo al que atribuye todos los males y todos sus fracasos. Paradójicamente 2019 fue el año que Venezuela superó la escasez generalizada de alimentos y medicinas. El año que el chavismo aceptó la dolarización. Todo en medio de las sanciones.
Así es como Trump respalda el plan de Mike Pompeo a favor de Guaidó y en contra de Maduro
Otra paradoja es que los dirigentes de esta nación económicamente devastada, donde buena parte de la población ha huido de la violencia y la desnutrición, dirigentes que no pueden garantizar el suministro eléctrico ni de gasolina, que ni siquiera pueden alimentar y pagar adecuadamente a los oficiales y tropa de la Fuerza Armada Nacional (FANB), se den el lujo de despreciar a la comunidad democrática internacional, a sus nuevos aliados en México y Argentina, y más directamente desafiar a Estados Unidos.
En dos días seguidos los altos jefes políticos y militares del régimen chavista se han presentado en la embajada de la República Islámica de Irán en Caracas a rendirle homenaje al general iraní Qassem Soleimani, jefe de la Guardia Islámica, asesinado por una acción militar estadounidense en Irak.
Primero se exhibieron Diosdado Cabello, presidente de la Constituyente, acompañado de su fiel escudero Pedro Carreño. Al día siguiente nada menos que todo el alto mando militar de la FANB encabezado por el ministro de la Defensa, general Vladimir Padrino López. El desafío es abierto. El mensaje es muy claro.
¿Por qué lo hacen? Porque saben que Estados Unidos no va a mandar los marines. Porque Trump nunca tuvo intención alguna de cumplir sus amenazas. Porque subestiman el descontento dentro de Venezuela contra ellos.
Van a seguir estirando la liga con la confianza de que esta no se va a romper. Es lo que han hecho desde que instalaron la Constituyente en agosto de 2017 y luego en la cuestionada elección del 20 de mayo de 2018. Van hacia adelante porque ni el pavoroso agravamiento de la crisis venezolana, ni los cinco millones de emigrados, ni la crisis humanitaria, ni las sanciones internacionales los han sacado del poder ni los han obligado a negociar.
Aislarse de México y Argentina, sus nuevos aliados en la región, por lo visto les tiene sin cuidado. Lo están apostando todo al apoyo ruso.
Por su parte, Estados Unidos con casi la cuarta parte del PIB mundial, con el mayor poder militar que haya conocido la historia humana, el país con más armas nucleares a su disposición, por boca de su secretario de Estado, Mike Pompeo, le sugiere a esos mismos dirigentes chavistas facilitar una “transición negociada” como “la salida más efectiva a la crisis que afecta a Venezuela”. Los débiles desafían, el fuerte sugiere. Otra paradoja.
Tal como ha indicado el diario ALnavío, el plan de Maduro, Cabello y Padrino ha sido develado: destruir a la oposición en Venezuela. Van a convocar elecciones parlamentarias para poner nuevamente a la oposición en el dilema de votar o no votar con Maduro en el poder y con las condiciones que él va a imponer. Probablemente liberen presos políticos. Seguramente designen un Consejo Nacional Electoral (CNE) con una nueva cara que incentive a una parte de la oposición a participar, mientras a otra la inhabiliten o le secuestren sus símbolos.
Qué es lo que busca Maduro con el golpe de Estado contra Juan Guaidó
Mientras tanto usarán esta directiva a todas luces espuria de la Asamblea Nacional que encabeza Luis Parra para satisfacer las demandas de Vladímir Putin y entregarle un buen pedazo de los recursos petroleros venezolanos.
¿Ante eso que hará la Unión Europea? ¿Qué hará el Grupo de Lima? ¿Qué dirán México y Argentina? ¿Qué hará Donald Trump? Seguramente nada distinto a lo que han y dicho hecho hasta ahora.
Por lo tanto, lo fundamental es lo que hará la oposición dentro de Venezuela, esa que encabeza Juan Guaidó al frente de la Asamblea Nacional. Tiene, eso sí, una ventaja a su favor: Maduro, Cabello y Padrino la subestiman. Exactamente como Trump subestimó a Maduro hace un año.