Sergio Dahbar (ALN).- Frederick Law Olmsted, uno de los diseñadores de dos de los parques más emblemáticos de Nueva York, Central Park y Prospect Park, terminó sus días olvidando el paisajismo que había creado.
Mucha gente camina a diario por uno de los parques más bellos de Nueva York, Prospect Park, cerca de dos kilómetros que sirven de expansión y relax a los habitantes de la zona, en el área de Brooklyn. Sus áreas verdes rozan Park Slope, Prospect Lefferts Gardens, Ditmas Park y Windsor Terrace, además de Flatbush Avenue, Grand Army Plaza y el jardín botánico.
El escritor Paul Auster suele perderse por los senderos del parque cuando necesita despejar la mente o concentrarse en una idea. Otros usuarios que disfrutan este pulmón reconocen las ventajas de su pradera montañosa, de un kilómetro y medio de longitud; el mayor lago de la zona (240.000 metros cuadrados); y el último bosque natural que respira entre rascacielos y edificios bajos en el vecindario.
Los visitantes saben que tienen a la mano un carrusel con caballitos que data del siglo XIX. En realidad, comenzó a girar en 1910, en Coney Island, hasta que en 1952 fue trasladado a Prospect Park. También hay una concha acústica que se utiliza para conciertos, un cementerio cuáquero, un olmo que inspiró a la poetisa Marianne Moore, una pista de patinaje, mesas para picnic y parrillas, un sendero para caballos y gansos salvajes.
Calvert Vaux y Frederick Law Olmsted diseñaron entre 1865 y 1873 el parque que tanta felicidad les prodiga a los habitantes de Brooklyn y Queens
Calvert Vaux y Frederick Law Olmsted diseñaron entre 1865 y 1873 este parque que tanta felicidad les prodiga a los habitantes de Brooklyn y Queens. Lo hicieron cuando terminaron la aventura anterior, Central Park, en Manhattan.
El proyecto original consistía en unir los dos parques con un sendero de árboles de 16 kilómetros de largo. Esa idea no tuvo acogida entre los promotores financieros de la ciudad. Olmsted, que era arquitecto paisajista, periodista y botánico, siempre consideró Prospect Park como su obra más acabada: “Estoy más orgulloso de él que de cualquier otra cosa en la que haya estado involucrado”. Y realmente trabajó en proyectos memorables.
Olmsted fundó la arquitectura paisajista norteamericana: Jackson Park de Chicago, Emerald Necklace de Boston, y Cherokee Park de Louisville, llevan su firma y su visión. “El mayor progreso de la civilización va a depender principalmente de las influencias que afectan las mentes y caracteres de los hombres que viven en las grandes ciudades”, confirmaba Olmsted, con ojo de visionario. En la frontera de los siglos XIX y XX, pensaba que un parque debe aliviar a la gente.
El último proyecto al que se entregó apasionadamente fue el diseño de los jardines del Capitolio de los Estados Unidos. Trabajó en ese diseño 15 años, hasta 1889, cuando tuvo que retirarse por problemas de memoria. Al principio insignificantes, después se convirtieron en un problema más grave que lo fue apartando del mundo real.
Delirios paranoicos
Uno de sus episodios, registrados por los médicos, fue que comenzó a escribirle la misma carta a George Vanderbilt, uno de los contratistas para los que trabajaba. En 1885, a la edad de 73 años, entendió que debía apartarse de la firma que había creado y dejar a su hijo John a cargo del negocio. Y se retiró a Maine.
Más tarde Olmsted comenzó a tener delirios paranoicos: acusaba a su hijo de haber dado un “golpe” para sacarlo de la firma. En 1898, con 76 años, lo internaron en el Asilo McLean, en Waverly, Massachussets, donde permaneció retraído y hosco hasta morir en 1903.
Muy cerca de la entrada principal de Prospect Park se alza Prospect Park Residence, edificio que fue renovado y transformado en un albergue de vida asistida
Cuando cerró los ojos para siempre se había olvidado de todo el paisajismo. Las creaciones de Olmsted han durado más de un siglo desde su desaparición. Y lo han hecho con dignidad. Muy cerca de la entrada principal de Prospect Park se alza Prospect Park Residence, edificio de apartamentos que fue renovado y transformado en un albergue de vida asistida. Sus residentes se encuentran en alguna etapa de demencia progresiva.
David Shenk, en su libro sobre el Alzheimer, The forgetting, reconoce que los residentes -que están perdiendo la memoria de una u otra manera- en sus caminatas diarias por el parque encuentran paz. Una paz necesaria para una enfermedad que es implacable con el pasado. Pareciera un guiño del destino que los paisajes naturales diseñados por Olmsted puedan tenderle una mano a otros enfermos que se han perdido a sí mismos y que viven lejos de cualquier recuerdo.