Pedro Benítez (ALN).- Las sanciones impuestas por la administración de Estados Unidos a los intereses económicos del gobierno venezolano son el lobo feroz mil veces anunciado por Hugo Chávez y Nicolás Maduro en las últimas dos décadas. Ninguno de los dos pudo revertir la dependencia económica del mortal enemigo imperialista y el castigo finalmente ha llegado. A Maduro le queda emprender unas reformas profundas y promercado, algo a lo que se ha negado hasta ahora.
Durante 18 años, casi dos décadas, la economía de Estados Unidos ha financiado la revolución chavista y, por extensión, al régimen socialista de Cuba. Son los dólares provenientes del mayor país capitalista del mundo los que han pagado las facturas de un régimen que ha proclamado a los cuatro vientos que el imperialismo de la república del norte es una de las tres causas de todos los problemas de Venezuela (las otras dos son los gobiernos anteriores y la oposición interna).
Toda la costosísima campaña contra el capitalismo mundial subvencionada por Caracas ha sido pagada por el capitalismo.
En una ocasión, el expresidente Hugo Chávez se quejó pues en su opinión George W. Bush había dejado con olor a azufre el estrado de la Asamblea General de Naciones Unidas. Pero no manifestó nunca ningún reparo por el hecho de que mientras las fuerzas militares angloamericanas bombardeaban Bagdad e invadían Irak, el petróleo venezolano, propiedad del estado venezolano, controlado por Chávez, seguía fluyendo sin inconvenientes a los puertos de Estados Unidos y las transferencias para cancelar las facturas generadas no se dejaban de pagar puntualmente.
Tampoco porque la boliburguesía de origen chavista, enriquecida súbitamente por las conexiones corruptas con el sector público durante el auge petrolero y los funcionarios del régimen, compraran costosos inmuebles en ciudades como Nueva York o Miami o exhibieran su nuevo estilo de vida bastante alejado, por cierto, del ideal socialista.
No es una contradicción nueva. La Libia de Muamar el Gadafi, el Irak de Sadam Hussein, el Irán de los ayatolás e incluso la inmensa Unión Soviética desafiaron a las potencias occidentales con el dinero que recibían por venderles petróleo. Al fin y al cabo, dependían del enemigo.
Por cierto, que ninguna hizo (o pudo hacer) lo suficiente para revertir una situación estratégicamente inconveniente, tal como el tiempo demostró.
Tampoco Chávez y Nicolás Maduro pudieron (si de verdad eso se propusieron) revertir la dependencia económica del mortal enemigo imperialista.
Desde mediados de la década anterior, la estatal Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA) incrementó sus embarques de hidrocarburos a China y la India, con la intención de disminuir la importancia del mercado de Estados Unidos. No obstante, todavía hoy el 60% del petróleo venezolano sigue fluyendo a los puertos de ese país.
Además, Estados Unidos es el cliente que paga puntualmente, sin créditos y a full precio el petróleo venezolano. No así China, mercado al que se exporta para pagar las deudas previamente contraídas por el gobierno chavista. A esto último hay agregar un costo mayor de fletes por 40 días de navegación frente a los tres días hacia la costa del Golfo en Texas o Luisiana.
Casi todo el resto de las exportaciones de crudo venezolano van a alimentar convenios más de carácter político que económico como Petrocaribe, con descuentos y amplísimos créditos. O a Cuba, por el que no se reciben divisas a cambio.
Venezuela, “geopolíticamente condenada” frente a EEUU
Por si todo lo anterior no fuera suficiente, casi las únicas refinerías diseñadas para procesar el crudo venezolano están en Norteamérica. En palabras del expresidente dominicano Joaquín Balaguer, Venezuela frente a Estados Unidos “está geopolíticamente condenada”.
Si el país exportara hoy más petróleo, su importancia e influencia en el mercado mundial sería mayor y el costo para imponer sanciones haría que la Administración en Washington se lo pensara mejor, tal como ha ocurrido con el Tratado de Libre Comercio con México. Donald Trump descubrió que este país le puede hacer mucho daño por la fuerte integración entre las dos economías.
En 1998, el 35% de todas las exportaciones venezolanas eran cosas distintas al petróleo. En 2014, el 3%
Pero resulta que la industria petrolera venezolana viene en caída. Su producción no ha logrado levantar en años y desde hace meses está disminuyendo. Cuando se observan las cifras se puede concluir que, de todas maneras, el financiamiento del régimen está destinado a desplomarse por su propio peso sin necesidad de interferencia externa.
La otra opción en estos 18 años habría sido la diversificación de la economía venezolana (la eterna promesa nunca cumplida). Sin embargo, eso implicaba apoyarse en el sector privado, con lo cual se fortalecería la sociedad civil no dependiente del petroestado, exactamente lo contrario del proyecto de poder chavista.
En 1998, el 35% de todas las exportaciones venezolanas eran cosas distintas al petróleo. En 2014, esa cifra bajó al 3%.
Entre los analistas como Moisés Naím, hay el temor de que estas sanciones no contribuyan a facilitar un cambio de actitud en el régimen, sino que por el contrario lo lleven a cerrarse más en sí mismo, a radicalizarse y a usar esto como el pretexto para justiciar todos los males internos. Es decir, que se repita el caso Cuba.
Maduro, sin sustento
No obstante, aunque esa es una observación muy razonable a tener en cuenta, la diferencia con el caso cubano es que pareciera que el régimen de Maduro no tiene que lo sostenga.
China no parece muy interesada en financiar al insolvente gobierno venezolano a fondo perdido
China no parece muy interesada en financiar al insolvente gobierno venezolano a fondo perdido (como si hicieron la URSS hasta 1991 y Venezuela desde 1999 con Cuba), y Rusia, aunque quisiera, no tiene cómo.
La opción inevitable que le queda a Maduro es emprender unas reformas profundas y promercado de la economía, una posibilidad a la que hasta ahora se ha negado.
De modo que el lobo feroz, mil veces anunciado por Chávez y Maduro ha llegado. Aunque por lo visto no se prepararon o no se lo creyeron ellos mismos.