Reinaldo Iturbe (ALN).- Nicolás Maduro no cederá en su pretensión de llevar a cabo las elecciones regionales y locales en noviembre de este año, pese a las demandas de la oposición de que se efectúen también comicios legislativos y presidenciales. El gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) escogerá a sus candidatos en un proceso de primarias que según Maduro será abierto. Al menos 14 mil cuadros de la tolda roja se constituirán en “asambleas de base” para recibir las postulaciones. El pasado 4 de junio arrancó, también, la carnetización, inscripción y actualización de todos los militantes chavistas.
“El domingo 8 de agosto iremos al proceso de primarias abiertas con el padrón electoral del país, para que cualquiera de ustedes pueda votar por el candidato que quiera», dijo Maduro, según cita de la prensa local.
Las denominadas “megaelecciones” serán el 21 de noviembre. Maduro camina en su discurso de micrófono dando por perdedor a Juan Guaidó (la desmoralización del adversario, táctica vieja pero confiable) al tiempo que exige más condiciones para acceder a una negociación con las fuerzas democráticas, además de pedir, desde luego, la devolución de los activos congelados en el exterior. El martes pasado, en una transmisión televisada, sugirió que las conversaciones fueran “en público y con cámaras de televisión”, una propuesta quizás para la galería que la oposición no ha contestado.
El Consejo Nacional Electoral, conformado por tres rectores afines al chavismo y dos de la oposición, dio inicio al proceso de actualización del Registro Electoral Permanente. Uno de sus rectores abiertamente identificado con la oposición, Enrique Marquez (exvicepresidente del Parlamento que controlaba la disidencia) ha dicho que, bajo las condiciones actuales, puede garantizarse un proceso “medianamente” transparente, una declaración un tanto desafortunada que ha provocado repudio en los sectores más radicales de la oposición que empujan por la tesis de la abstención.
Mientras tanto, el polo que lidera Guaidó juega en dos tableros diferentes camino de las megaelecciones. El sector de la cúpula partidista en torno al líder que se autoproclamó presidente el pasado 23 de enero de 2019 insiste en la devolución de las tarjetas de las toldas secuestradas por exmilitantes a través del Tribunal Supremo de Justicia, dominado por el oficialismo, al igual que el resto de los poderes públicos. Esta concesión no será factible para este proceso, aseguraron a este diario fuentes ligadas a los operadores políticos que llevan y traen resultados de las conversaciones.
Y aunque no todos los puntos “de honor” que exige la oposición para participar en los comicios posiblemente se cumplan, un bloque de ese sector de las fuerzas democráticas que quiere conservar alcaldías y gobernaciones ya arrancó, de manera abierta, la campana para las elecciones.
En las calles de una Caracas pintada de gris en muchas de sus fachadas el centro y sur por órdenes del oficialismo y también al interior del país, de las palabras pasaron a los hechos. Ya no se trata únicamente de insinuaciones, sino de acciones concretas: candidatos o precandidatos caminan en sectores populares para promocionar sus candidaturas, mientras que otros, recorren sus municipios o regiones organizando “maquinarias” (sin tarjeta, porque están secuestradas) con miras a participar en el proceso electoral.
Dirigentes de los principales partidos de oposición consultados por Alnavio dijeron que mientras “avanza” el proceso de negociación “los cuadros regionales y locales” se están movilizando en todo el país para promover opciones de candidaturas, sin añadir comentarios. Justifican el silencio como un ejercicio de “prudencia”.
El problema de la estrategia es que mientras en la tolda roja habrá un proceso primario presuntamente “abierto” para escoger candidatos, en el lado de la oposición no hay ni siquiera una aproximación al consenso sobre las candidaturas, y mucho menos, sobre la tarjeta única a usar.
Sobre este punto, ya varios candidatos promueven con sus maquinarias encuestas en Twitter con el fin de sondear al público opositor, visiblemente apático.
De cualquier manera y sin importar los resultados de la negociación, lo cierto es que el gobierno ya logró una parte de lo que buscaba: segmentar a la oposición en toletes, porque arriba, en la cúpula, se alinearon con el Acuerdo de Salvación Nacional; pero abajo, en las regiones y localidades, las aspiraciones se multiplican y vienen recorriendo el camino desde hace largo rato.
Y si esos toletes no se administran de la manera correcta, se corre el riesgo de una fragmentación mayor en las bases de las fuerzas democráticas, agotadas de las caminatas infructuosas y las promesas incumplidas. Las bases, desmoralizadas, se preocupan por obtener rápidamente la vacuna contra el coronavirus y los servicios de agua, gas y gasolina, que escasean con frecuencia tanto en la capital como en el interior, a pesar de la aparente “burbuja consumista” de quienes tienen acceso a divisas en un país cuya moneda de curso legal, el bolívar, perdió hace rato sus propiedades elementales: reserva de valor, unidad de cuenta y medio de pago.