Reinaldo Iturbe (ALN).- Los partidos de las fuerzas democráticas intentan recuperar las tarjetas de sus toldas y retomar la vía electoral, tras el fracaso del interinato.
El cuadro de la oposición en Venezuela es crítico, pero no todos los puentes se han roto. Pese a que Leopoldo López y Juan Guaidó aseguran que trabajan para construir la unidad y se aferran a la vigencia del interinato y la “continuidad constitucional” de la legislatura vencida en enero de este año, en las entrañas de los partidos principales de las fuerzas democráticas agarra vuelo la tesis de concurrir a las próximas elecciones regionales, aunque con condiciones para ello.
La dirigencia opositora que defiende la tesis de participación critica amargamente lo que califica como un estado de “postración” general en el que han caído las fuerzas democráticas luego de los episodios harto conocidos de insurrecciones fallidas. Esos mismos dirigentes sostienen que las condiciones electorales deben negociarse y procurar la recuperación de las toldas intervenidas por el Tribunal Supremo de Justicia, usando militantes de esas toldas expulsados por fomentar contubernios con el chavismo, una táctica para desarmar a la oposición que no le ha salido del todo bien a Nicolás Maduro, pues ni dentro ni fuera de Venezuela, esas directivas son reconocidas como legítimas.
También alegan estos dirigentes que la comunidad internacional puede retirar paulatinamente su respaldo a la oposición si persisten los desencuentros y la inacción, y que esa misma comunidad internacional que sanciona a funcionarios de Maduro, está procurando que la solución al conflicto sea negociada. O lo que es lo mismo: electoral. Procesos electorales libres. Verificables. Pero para alcanzar esta etapa, se necesita que la oposición unifique criterios sobre el tema y aborde nuevos procesos de negociación con el chavismo.
En aquellas reuniones a puerta cerrada, los opositores desmontan la tesis de la abstención recordando los episodios de 2005, 2018 y recientemente, 2020. Los espacios han sido abandonados y la única victoria en firme ha sido la de diciembre de 2015, cuando en unidad perfecta, la oposición logró arrebatar dos tercios de la Asamblea Nacional al chavismo. Y sacan sus cuentas: la calle se ha perdido, la Fuerza Armada se cohesionó a favor de Maduro y la intervención internacional nunca llegó. Sobre ese saldo, cuestionan cuánto tiempo más puede resistir la oposición bajo un contexto similar, en el que ya los sondeos de opinión muestran un sensible divorcio de las bases con respecto a la clase política de los dos polos, un asunto que perjudica, desde luego, más a la oposición que al gobierno.
El apoyo de la comunidad internacional a esa legislatura escogida en 2015 -dicen en sus alegaciones- se produjo tras un proceso electoral con la mayoría de los rectores del Consejo Nacional Electoral favorable al gobierno. La receta fue votar en masa y por la misma tarjeta. Y el gobierno quedó desarmado.
Dentro de ese esquema comienzan las movilizaciones de cuadros partidistas en reuniones a puerta cerrada, en la que se han puesto sobre la mesa aspiraciones a gobernaciones y alcaldías. Dentro del partido fundado por Leopoldo López (Voluntad Popular) tampoco faltan las aspiraciones, a pesar de la férrea posición a favor del interinato de López y por supuesto, de Juan Guaidó.
Bastiones opositores como el estado Miranda podrían terminar en manos del gobierno como ocurrió en las elecciones de 2017, cuando la base opositora se abstuvo de votar por el agotamiento de la calle y las sospechas de fraudes que no han podido ser demostradas.
De hecho, Nicolás Maduro ha dicho en una alocución televisada que está dispuesto a evaluar la posibilidad de un proceso electoral conjunto (regional y local), aunque descarta la tesis del anticipo de las presidenciales y repetir las parlamentarias, celebradas en diciembre pasado sin el concurso de la oposición.
El exgobernador y excandidato presidencial de Primero Justicia, Henrique Capriles Radonski, ha sostenido desde hace varios meses duros desencuentros públicos con Guaidó y el interinato, exigiendo públicamente una rectificación del rumbo y planes más “realistas”, en clara referencia al fracaso del mantra del cese de la usurpación, que no ha sido mencionado por López en ninguna de sus intervenciones desde que logró exiliarse en España, un claro indicio de que a lo interno, las grietas en torno al futuro inmediato de la oposición son más grandes de lo que se muestra en público.
Antes de que esas grietas se profundicen y la “anomia” de los partidos y sus dirigentes sea absoluta, algunos dirigentes opositores buscan reflotar a las fuerzas democráticas con el único elemento en el cual tienen ventajas comparativas frente al gobierno: elecciones.