Antonio José Chinchetru (ALN).- Juan Jiménez Mayor, ex primer ministro de Perú y vocero del secretario general de la OEA, afirma: “Ahora existe menos tolerancia a la corrupción que antes, porque la gente se indigna”. Y agrega: “Estamos creando un nuevo orden público internacional de lucha contra la corrupción”.
Juan Jiménez Mayor, ex primer ministro y exministro de Justicia de Perú, es en la actualidad vocero y representante especial del secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA) en la misión de lucha contra la impunidad y la corrupción en Honduras. Es un gran experto en esta materia, y en calidad de tal ha participado en unas jornadas organizadas por Transparencia Venezuela y el Colegio de Abogados de Madrid, realizadas en la capital de España.
Jiménez Mayor ha conversado con ALnavío tanto sobre la lucha contra la corrupción como sobre la situación de Venezuela y la respuesta internacional a lo que ocurre en el país caribeño.
-¿Qué ha ocurrido para que con Luis Almagro la OEA mantenga una firmeza ante el régimen de Venezuela que antes no tenía?
–Almagro, como secretario general, está reposicionando la Organización de Estados Americanos como un organismo relevante en la región. Es una persona que ha vuelto a traer los principios a la OEA. Le ha devuelto lo que nunca debió perder, que es un liderazgo que se perdió varios lustros antes. La opinión pública internacional daba por hecho que la OEA iba a morir, y Almagro la ha revitalizado a ella y a los principios que inspiraron su fundación. También ha alentado y dado esperanza a toda la gente, porque a veces pensamos que es un organismo solo de gobiernos, pero fue creada para defender los derechos y la democracia.
“Almagro está reposicionando la OEA como un organismo relevante en la región”
Lo que inspira el liderazgo de Almagro es pensar en la gente. Cuando fue nombrado dijo: “Soy secretario general de las mayorías, pero también de las minorías. De los ricos y de los pobres. De los que tienen poder y de los que no lo tienen”. Su postura es defender los principios y no pensar tanto en la política y la diplomacia, ser más directo. Habla claro y directo, y en los temas de democracia y derechos no hace ninguna concesión.
“La democracia se agotó en Venezuela”
–Ha habido también un cambio en los gobiernos de la región, que muestran ante el régimen de Venezuela una firmeza que no tenían en el pasado. ¿Actúan de motu propio o siguen el impulso de Almagro?
-Creo que ha sido un proceso lento. Hubiera sido mejor hacerlo más rápido, pero no ha sido por dificultades de la organización sino por cómo se desarrollan los acontecimientos políticos. Cuando Almagro comenzó a plantear estos temas vinculados a la defensa de la democracia y los derechos humanos en Venezuela estaba bastante solo. Pero paulatinamente el tiempo y las circunstancias le han dado la razón y hoy es muy estimulante ver que los países están tomando posiciones claras ante los problemas que hay en esa nación. Como ha dicho Almagro, la democracia se agotó en Venezuela.
-¿Creen en la OEA que queda alguna puerta para una salida negociada en Venezuela?
-La organización ha estado permanentemente planteando un diálogo político inclusivo que permita llegar a una solución. Estos diálogos, desafortunadamente, no han funcionado porque las circunstancias internas no lo están impulsando de la manera adecuada. El diálogo siempre es la mejor solución y esperamos que pueda haber una solución democrática. No se están planteando golpes de Estado, sino que existan elecciones, que el pueblo decida.
-¿Hay algún otro país que preocupe especialmente a su organización?
-No. Actualmente, el escenario democrático está bien posicionado en América Latina. Está funcionando el sistema de derechos humanos, la Comisión Interamericana. Siempre hay desafíos, como en todos los lados. Sabemos que la región tiene permanentemente problemas, pero creo que el balance es en todo caso muy positivo. La democracia y el respeto a los derechos humanos son el elemento que preside en estos momentos la relación entre nuestros países y de la OEA con los Estados miembros.
“Cuando Almagro comenzó a plantear los temas de la democracia y los derechos humanos en Venezuela estaba bastante solo”
Hemos evolucionado de manera muy positiva. América Latina no es lo mismo hoy que hace 20 o 30 años. Hoy en día no es posible una dictadura en la región, y por eso nos preocupa Venezuela.
-¿Ha afectado de algún modo al afianzamiento de la democracia en la región la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca?
-La delegación de Estados Unidos mantiene sus mismas políticas. Las dificultades que estaba planteando la llegada de Donald Trump se refieren más a asuntos bilaterales que a una cuestión multilateral.
La paradoja de la lucha contra la corrupción
-¿Cómo está evolucionando en América Latina la lucha contra la corrupción?
-Es un tema paradójico. Lo que estamos viendo ahora es que estamos descubriendo escándalos de corrupción. Y, claro, la percepción de la gente es que tenemos más que antes. Pero lo que tenemos que valorar es que si descubrimos casos y los judicializamos es que estamos enfrentando el problema. Es una paradoja que tenemos que tener clara y analizar bien para que no afecte incluso a la democracia por lo que está ocurriendo.
Ahora existe menos tolerancia a la corrupción que antes, porque la gente se indigna. El caso de Honduras es un ejemplo clarísimo de que la oposición indignada, a través de marchas, generó todo un movimiento social que planteó incluso la posibilidad de una misión como la que la OEA tiene actualmente en el país. Tenemos que saludar que hay menos tolerancia y mayor acción ciudadana frente a esto.
En el pasado hemos tenido presidentes muy cuestionados por asuntos de corrupción como Fernando Collor de Mello, Alan García, Ernesto Samper, Carlos Menem o Carlos Salinas de Gortari. Ninguno de ellos estuvo preso. Por hechos parecidos a los de entonces, actualmente sería impensable que no estuvieran en prisión. Hoy en día tenemos mejores mecanismos de la OEA y la ONU, tenemos un mecanismo de seguimiento y estamos avanzando en una tercera ola. Son misiones de acompañamiento a los países que, con expertos internacionales, permitan ayudar a sus fiscalías a investigar mejor y cooperar con otras naciones.
El caso Odebrecht es, por ejemplo, global. Hay 14 países comprometidos, y políticos de todos los colores puestos en evidencia. La corrupción no es un asunto interno, es regional e internacional y hay que tratarla desde esa perspectiva. Ahí la Fiscalía de Brasil ha dado pasos importantes al generar espacios de cooperación. Ha citado a 11 fiscales y está en contacto con más para poder recopilar información que le permita ser más efectiva contra la corrupción de las empresas brasileñas, que no son las únicas, dicho sea de paso. Hay otros países que han tenido mucha implicación en América Latina en estos años, de los que habría que ver qué hicieron, hay que abrir el velo.
-¿Hay algún país latinoamericano que haya destacado por sus buenas prácticas en la lucha contra la corrupción y que sea un modelo a seguir?
–Chile es un país interesante. Se decía que no había corrupción pero luego se vio que también tenía serios problemas y ha venido avanzando con alguna reforma durante la Presidencia de Michelle Bachelet. En el caso de Guatemala es importante citar el trabajo de la Comisión Internacional contra la Impunidad, que dirige Iván Velásquez. Ha tenido un desempeño importante en enfrentar los problemas de corrupción en ese país. Hay un expresidente y una vicepresidenta detenidos, así como 300 funcionarios en procesos judiciales.
La ineficacia institucional del sistema de Justicia en nuestros países generó impunidad. Esto generó más corrupción, porque si el sistema no funciona no hay problema para seguir robando. Por lo tanto, tiene que funcionar mejor la Justicia. Misiones como las de Guatemala y Honduras pueden ser modelos de cómo ayudar contra la impunidad.
Estamos creando un nuevo orden público internacional de lucha contra la corrupción. No sé si llegaremos a un sistema como el interamericano o a crear una corte penal internacional contra delitos corrupción transnacional. Pero yo estoy estimulado con la idea de que se pueda hacer algún día.