Pedro Benítez (ALN).- La megaelección anunciada por Nicolás Maduro amenaza con ser un fatal choque político. Si Maduro pospone las elecciones del 22 de abril dará una señal de debilidad y si los partidos opositores se dividen entre los que participan y los que se abstienen facilitarían su propia liquidación. Pero además, Diosdado Cabello está empujando a Maduro a desafiar por partida doble a la comunidad democrática latinoamericana. Destrucción mutua asegurada.
El presidente Nicolás Maduro busca dos cosas que son incompatibles: reelegirse y obtener legitimidad nacional e internacional. Para eso necesita que al menos una parte de la oposición participe en los comicios convocados por la Asamblea Nacional Constituyente (ANC).
Por su parte, la oposición venezolana busca unas elecciones en condiciones similares a las de diciembre de 2015 (que no eran las ideales), cuando obtuvo la mayoría de las bancas de la Asamblea Nacional (AN), que le permitan derrotar electoralmente a Maduro.
De modo que la lucha política en Venezuela está en una situación en la cual Maduro requiere el concurso de la oposición (o una parte de ella) y esta necesita condiciones electorales que sólo Maduro le puede dar.
La estrategia de los principales partidos y dirigentes de la opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD) se ha ido orientando en los últimos días a boicotear los comicios presidenciales convocados por la ANC para el próximo 22 de abril, como un mecanismo de presión que obligue a Maduro a conceder las condiciones electorales medianamente aceptables que negó en el proceso de negociación en República Dominicana y que le permitan competir y ganar.
Las condiciones que pide la oposición
Estas condiciones son:
1) Elecciones libres en el marco de la Constitución de 1999 (vigente) y con una fecha viable. Los expertos electorales venezolanos estiman un lapso de 120 días para organizar un proceso nacional con todas las garantías técnicas.
2) Libre participación, sin presos políticos ni inhabilitados. A los dos dirigentes opositores (según las encuestas) con más arrastre popular de los últimos años, Leopoldo López y Henrique Capriles, se les ha negado la posibilidad de postularse y los presos o imputados por razones políticas se cuentan por centenas.
3) Condiciones para que los venezolanos en el exterior puedan votar.
4) Observación internacional profesional.
El presidente Nicolás Maduro busca dos cosas que son incompatibles: reelegirse y obtener legitimidad nacional e internacional
Con todo el aparato militar, policial e institucional del lado del Gobierno, con el descontento social muy contenido, los dirigentes opositores venezolanos sólo cuentan hoy con el creciente cerco político y diplomático que las democracias americanas y europeas le han venido imponiendo al régimen de Maduro, y con la necesidad de este (por razones de cohesión del grupo que lo sostiene en el poder) de quitárselas de encima.
Por su lado, Maduro amenaza con barrer a toda la oposición de los espacios institucionales que aún conserva e incluso ha venido ilegalizando a los partidos que no participaron en los últimos comicios municipales.
Así que estamos en una situación que recuerda el juego de la gallina, dos vehículos que se dirigen a toda velocidad uno contra otro, pierde el que se desvíe primero para evitar la fatal colisión. Si Maduro pospone la fecha de las elecciones del 22 de abril dará una señal de debilidad y si los partidos opositores de cara a esa fecha se dividen entre los que participan y los que se abstienen facilitarían su propia liquidación.
En cierta forma la oposición, o buena parte de ella, tiene poco que perder, porque el régimen madurista le ha ido quitando todo. La que eventualmente quede legalizada viviría con una espada de Damocles sobre la cabeza y en la impotencia práctica. Parafraseando a Winston Churchill, los que sobrevivan hoy quedarían a la espera de que el cocodrilo los devore más tarde.
La oposición debe permanecer unida
Los partidos que en teoría son reconocidos y pueden postular ante el Consejo Nacional Electoral (CNE), Acción Democrática (del expresidente de la AN Henry Ramos Allup) y Un Nuevo Tiempo (del ex candidato presidencial Manuel Rosales), saben que no pueden ganar una elección nacional sin el apoyo de Primero Justicia (del expresidente de la AN Julio Borges) y Voluntad Popular (del preso político Leopoldo López), a los que el régimen ha dejado fuera de la ley y con los potenciales candidatos inhabilitados de participar.
Por lo tanto, a esos cuatro partidos, que son el núcleo de la MUD, no les queda otra opción que permanecer unidos. Eso es lo que han venido haciendo desde el último proceso de negociaciones.
Sin embargo, también saben que eso no es suficiente; necesitan reunir o coincidir en una misma política con otros partidos y sectores sociales no partidistas, sindicatos, gremios, universidades e incluso con la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), varios de los cuales han están llamando a no votar y a crear un frente común ante la pretensión reeleccionista del presidente. En ese sentido se han venido dando pasos discretos de confluencia.
Las agendas de Maduro y Diosdado Cabello
Pero las dificultades de Maduro no terminan allí. Inesperadamente se le ha abierto un nuevo frente dentro de las filas chavistas, en este caso el expresidente de la Asamblea Nacional (AN) y primer vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), Diosdado Cabello. Ha sido este quien súbitamente ha propuesto de manera pública realizar la elección de la AN (hoy de mayoría opositora) junto con la presidencial (Leer más: La propuesta de Diosdado Cabello le complica la reelección a Nicolás Maduro).
Cuando comenzó la Presidencia, Maduro no era el jefe único e indiscutible del movimiento chavista. Era una especie de albacea de su antecesor. Desde 2013 ha estado al frente de una coalición de grupos, civiles y militares, unidos por un solo interés: mantenerse en el poder. Entendieron que para lograr eso necesitaban a Nicolás Maduro en la Presidencia; él mientras tanto ha aprovechado este tiempo para incrementar su propio poder, creándose una base de apoyo militar y eliminando o debilitando a potenciales rivales internos.
La oposición busca unas elecciones en condiciones similares a las de diciembre de 2015 (que no eran las ideales), cuando obtuvo la mayoría de las bancas de la Asamblea Nacional
De todos ellos destacan Diosdado Cabello y el Zar petrolero Rafael Ramírez. Maduro se ha dedicado a demoler el poder de este, que ahora es objeto de imputaciones judiciales y persecución policial. Al comenzar el actual periodo presidencial Maduro, Cabello y Ramírez actuaban como un triunvirato y era común verlos en las comparecencias públicas siempre juntos. Pero Maduro ha demostrado que quiere gobernar él solo y sin nadie que le haga sombra.
El instrumento de Maduro contra Ramírez ha sido el fiscal general designado por la ANC, Tarek William Saab, antiguo enemigo de Diosdado Cabello.
Si Maduro logra sobrevivir este 2018 en el poder y reelegirse por seis años más, su próxima víctima será Cabello. De eso no hay duda y este lo sabe.
De hecho Maduro ha creado su propio partido, distinto al PSUV, el Movimiento Somos Venezuela dirigido por la presidenta de la ANC, Delcy Rodríguez, donde Cabello no tiene injerencia alguna.
Por lo tanto la jugada de Diosdado Cabello, que conserva todavía un amplio control en el PSUV, está consistiendo en empujar a Maduro a doblar su apuesta reeleccionista, disolviendo definitivamente la actual AN (cuyo mandado cesa en enero de 2021) y dando un paso que hasta ahora había evitado.
Nicolás Maduro y Diosdado Cabello también juegan a la gallina entre ellos al sumergirse en una estrategia de destrucción mutua asegurada.
Doble desafío a la comunidad democrática
De ser así, el mandatario venezolano estaría desafiando por partida doble a la comunidad democrática latinoamericana al realizar una reelección presidencial que se le ha dicho no será reconocida y al disolver un Parlamento electo democráticamente. Un precedente que las democracias de la región no pueden aceptar. Sería volver a situaciones que se creían superadas en Latinoamérica, donde cada país tiene hoy sus propios conflictos internos.
No obstante, Maduro ha recogido el guante anunciando ahora no sólo una elección conjunta de presidente y AN, sino además de los consejos legislativos regionales y de los ayuntamientos, cuyos periodos legalmente están vencidos.
Sólo estaría corriendo en la carrera presidencial contra Maduro, el exgobernador del estado Lara y antiguo alcalde chavista, Henri Falcón, al frente de su pequeño partido, Avanzada Progresista
Una megaelección como la planteada no sería tal, sino que consistiría en una oscura asignación de cargos por parte del CNE que aceleraría el repudio nacional e internacional.
De hecho, en horas recientes el exalcalde del Municipio Libertador de Caracas Claudio Fermín, abierto partidario de participar electoralmente y aspirante presidencial, ha anunciado la determinación de retirarse de la contienda repitiendo el mismo alegato de los partidos opositores mayoritarios.
Sólo estaría corriendo en la carrera presidencial contra Maduro, el exgobernador del estado Lara y antiguo alcalde chavista, Henri Falcón, al frente de su pequeño partido, Avanzada Progresista.
De modo que (una vez más) son Nicolás Maduro y Diosdado Cabello los principales promotores de la unidad de sus adversarios.