Redacción (ALN).- El diario ALnavío presenta el Latam Report. Un informe que analiza la actualidad política y electoral de América Latina, que llevará el pulso de la región cada semana. Latam Report es también una herramienta para la toma de decisiones de nuestros usuarios y lectores. Preparado por el especialista Rogelio Núñez, investigador del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Alcalá de Henares. En esta primera entrega el Latam Report aborda las elecciones que coparán la atención en América Latina en este segundo semestre de 2019. ¿Qué pasará en Argentina, Bolivia, Guatemala y Uruguay?
Rogelio Núñez (ALN).- En el segundo semestre de 2019 que acaba de arrancar finaliza el gran maratón electoral latinoamericano que comenzara allá por 2017 y que va a suponer que 14 países de la región hayan celebrado elecciones presidenciales y uno más (Cuba) haya asistido a un relevo en la jefatura del Estado.
Esta segunda mitad del año se va a convertir en un test para medir la fortaleza o debilidad de las diferentes izquierdas latinoamericanas cuando teóricamente está aconteciendo un “giro a la derecha”, si bien con características heterogéneas y discontinuas. Cuatro países, uno centroamericano y tres sudamericanos, van a ser los protagonistas de ese test que va a tener lugar porque hay elecciones presidenciales:
Va a ser una prueba tanto para las fuerzas de centroizquierda (en Guatemala y Uruguay) como las que se han situado en posiciones más escoradas (para el kirchnerismo en Argentina y para Evo Morales en Bolivia).
Todo apunta a que esas izquierdas tienen, en esta ocasión, mayores dificultades para mantener (Bolivia y Uruguay) o recuperar (Guatemala y Argentina) su hegemonía, pero en ningún caso se puede dar por perdido su predominio (Uruguay y Bolivia) ni descartar que, tras años alejados, regresen al poder.
En Bolivia está en juego la permanencia de Evo Morales tras 13 años; en Uruguay, tres lustros de gobiernos del Frente Amplio corren el peligro de finalizar; el kirchnerismo en Argentina aspira a regresar a la Casa Rosada y en Guatemala Sandra Torres lucha por que su partido, la Unidad Nacional de la Esperanza (centroizquierda), vuelva a ganar la presidencia como en 2007.
El test para Evo Morales en Bolivia
En estas citas de la segunda mitad de 2019 las fuerzas de izquierda y centroizquierda van a tener problemas tanto para retener el poder como para conquistarlo/reconquistarlo.
Las dificultades para retenerlo se dan incluso en la Bolivia de Evo Morales que desde 2005 asiste a reiterados triunfos plebiscitarios del actual presidente, quien ha ganado todas las elecciones a las que se ha presentado (2005, 2009 y 2014) y cada una con mayoría absoluta en primera vuelta.
Morales fue electo por primera vez en 2005 (con el 54% de los votos) y, tras un convulso primer periodo que culminó con la aprobación de la Constitución de 2009, fue reelecto ese mismo año con el 64% y en 2014 con el 61%.
Sin embargo, la situación es más compleja en los comicios de 2019: Morales deberá, según las encuestas, no sólo disputar una segunda vuelta (no conseguirá superar el 40% de los votos con 10 puntos de ventaja sobre el segundo), sino que afrontará un balotaje muy igualado.
En esta cita, Morales cuenta con importantes puntos a su favor pero también con algunos serios hándicaps. Entre los primeros sobresale la estabilidad macroeconómica de la que goza Bolivia y el fuerte crecimiento que experimenta el país: desde que asumió Morales, el PIB boliviano ha crecido desde los 9.000 millones a casi 38.000 millones de dólares. En 2018 la economía se expandió por encima del 4% en 2018 cuando la región latinoamericana no pasaba del 2%.
Además, le favorece la mejora social que ha experimentado el país: en estos años ha disminuido la pobreza extrema del 38,2% en 2005 al 15,2% en 2018 y la general al 36,4% desde 59,9% en 2006. Los planes sociales apoyados en el boom gasífero se encuentran detrás de estás cifras.
Asimismo, ha habido una apuesta por una ambiciosa política de obras públicas que han mejorado notablemente las infraestructuras del país.
Morales se ve favorecido, igualmente, porque la oposición acude desunida a estos comicios y ha perdido empuje en los últimos meses. El expresidente Carlos Mesa se perfila como referente pero ha visto cómo bajaba su respaldo y cómo persistían las opciones de otros candidatos impidiendo la formación de un amplio frente antievista.
De hecho, a comienzos de año Evo Morales y Mesa se encontraban empatados en cuanto a intención de voto pero desde mayo el presidente ha logrado abrir una brecha, de seis puntos, mientras que Carlos Mesa se quedaba estancado e incluso retrocedía en intención de voto.
Además, Evo Morales cuenta a su favor con el aparato del Estado. De hecho, el MAS tiene vía libre para promover su candidatura en los actos de entrega de obras ejecutadas con recursos del Estado ya que el Tribunal Supremo Electoral permite al masismo hacer campaña y propaganda en actos de entrega de obras. “Estos hechos no son novedad. (Existe) el uso y abuso de programas sociales como parte de la campaña. La imagen presidencial está presente en todos los productos publicitarios y propaganda gubernamental. Tienen amplios espacios de difusión de todos los actos presidenciales por los canales estatales, inclusive los partidos de fútbol. El gobierno tiene el mejor y más eficiente aparato de propaganda, un abultado presupuesto destinado a ello y toda la infraestructura del Estado a su disposición”, asegura la politóloga boliviana Erika Brockmann.
De todas maneras, no todo favorece al actual mandatario. El hándicap de Morales reside en el desgaste que sufre tras más de 13 años en el poder. Un desgaste que ha crecido debido a su estrategia de ir a la reelección forzando la letra de la Constitución (que sólo autoriza a dos elecciones continuadas). Sobre todo, tras haber perdido el referéndum de 2016 en el que trataba de impulsar un cambio constitucional que le permitiera participar en las presidenciales de 2019 tras haber sido elegido en 2005, reelegido en 2009 y reelecto en 2014 ya con la Constitución de 2009 vigente.
Aunque sigue siendo bien considerada su gestión por el 50% de los encuestados, un sondeo reciente señala que el 34,58% de los encuestados considera que “insistir en su repostulación a la presidencia” fue el mayor desacierto de Evo Morales. El 24,76% de los encuestados afirma que el hecho de “permitir la corrupción entre los allegados” del Jefe del Estado se encuentra entre las cosas menos positivas de la gestión.
El test de la centroizquierda en Uruguay
Otra de las izquierdas, centroizquierda en este caso, con problemas para revalidar su hegemonía es la uruguaya. El Frente Amplio, en el poder desde 2005 bajo las dos presidencias de Tabaré Vázquez (2005-2010 y 2015-2020) y la de José Mujica (2010-2015), afronta dos serios problemas que lastran sus posibilidades de continuar alargando su hegemonía:
-. En primer lugar, por el desgaste de tres lustros en la presidencia en medio de una economía en ralentización -baja expansión- y problemas de alta inflación y creciente déficit fiscal.
-. Y en segundo lugar, sin Tabaré ni Mujica como candidatos, el Frente Amplio se halla en pleno proceso de encontrar sustituto y un relevo a esos dos grandes liderazgos.
Todo apunta a que de las internas que celebrarán todos los partidos el día 30 de junio saldrán los tres candidatos principales que lucharán por ganar las elecciones de octubre.
En el partido del gobierno, el Frente Amplio, lidera la interna de forma clara Daniel Martínez (exintendente de Montevideo y representante del ala moderada del frenteamplismo). En el Partido Nacional existe mayor fragmentación aunque la balanza se inclina hacia Luis Lacalle Pou, quien ya fue candidato en 2014, pese a lo cual encarna la renovación en la centroderecha. En el Partido Colorado el favorito, Julio María Sanguinetti, va a tener grandes dificultades para presentarse abanderando la idea de cambio. Sanguinetti tiene 83 años y ya fue presidente en dos ocasiones: en los años 80 y otra vez en los 90.
Cabría la posibilidad de una sorpresa final porque tanto en el partido blanco como en el colorado se encuentran en ascenso liderazgos que buscan acabar con figuras tradicionales (Sanguinetti) o dinastías políticas (los Lacalle). Se trata de figuras como Juan Sartori en el Nacional y Ernesto Talvi en los colorados que encarnan, junto a partidos como Cabildo Abierto, el cansancio por las históricas élites políticas y el sentimiento de desafección.
Así las cosas, Frente Amplio y Partido Nacional van a atrapar, entre ambos y de forma muy igualada, dos tercios de los votos en primera vuelta.
De acuerdo a la última encuesta de Equipos Consultores, realizada entre el 23 de abril y el 9 de mayo, si las elecciones fueran hoy el Partido Nacional y el Frente Amplio se mantienen a la cabeza de las preferencias. El Partido Nacional recibiría el 32% del voto y el Frente Amplio el 30%.
En un segundo escalón se ubica el Partido Colorado con el 13%, y por debajo aparecen otros cinco partidos: el Partido Independiente, el Partido de la Gente, Unidad Popular, el PERI y Cabildo Abierto, todos con el 1%.
Dado que en una segunda vuelta el voto colorado y el de otras fuerzas como Cabildo Abierto (derecha) se iría a la abstención o hacia el Partido Nacional, el balotaje se va a decidir por muy pocos votos y siendo clave los indecisos que rondan el 15% como también destaca otra encuestadora (Factum).
Las izquierdas que aspiran regresar: Guatemala y Argentina
Las dos izquierdas con opciones de alcanzar el poder en este próximo semestre (Sandra Torres de la Unidad Nacional de la Esperanza en Guatemala y el kirchnerismo en Argentina) se enfrentan a un problema paralelo: su suelo y su techo electoral son muy similares. Si bien se perfilan como las más votadas en primera vuelta, en el balotaje las dos reciben un fuerte castigo y se conformaría una especie de coalición negativa contra ellas (del electorado antikirchnerista y del anti-Sandra Torres) que hace muy difícil que logren la victoria.
El test guatemalteco
En el caso de Guatemala, la próxima cita electoral (16 de junio) viene marcada porque dos de las principales candidatas (Thelma Aldana y Zury Ríos), favoritas para disputar la segunda vuelta, finalmente no pueden competir por decisión de la Corte Constitucional. Esto ha reforzado las opciones de Sandra Torres, quien venía liderando con comodidad las encuestas (con una intención de voto del 20%) y se ha quedado destacada en solitario ya que de un plumazo han salido de la carrera electoral Ríos, que rondaba el 15%, y Aldana con el 8%.
El resto de candidatos que estaban muy alejados de las tres candidatas en punta luchan ahora por pasar al balotaje como segundos ya que difícilmente alcanzarán a Sandra Torres. Según la última encuesta de CID-Gallup, en esa carrera parece que se está destacando Alejandro Gimmattei (derecha), quien ya fue candidato en tres ocasiones anteriormente (2007, 2011 y 2015) y Roberto Arzú (derecha), el hijo del expresidente Álvaro Arzú (1996-2000), quien fuera alcalde de Guatemala de 2004 hasta su fallecimiento en 2018.
Torres, que fue primera dama en el gobierno de Álvaro Colom (2008-2012), cuenta con el único partido con una fuerte estructura nacional del país (la UNE) y mantiene una red de amplio apoyo social tras haber dirigido las políticas sociales en el gobierno de su exmarido.
Eso explica su fuerte liderazgo en las encuestas. Pero también el amplio rechazo que concita entre los sectores urbanos, los de la capital, decisivos para ganar las elecciones. Ya en 2015 Torres, en su primera candidatura presidencial, fue víctima de ese rechazo que provoca: un desconocido como Jimmy Morales la superó como más votado en primera vuelta (23% frente a 19%) y la batió de manera contundente en la segunda (65% frente a 34%).
Giammattei y Arzú aspiran a pasar a segunda vuelta y ahí encauzar el alto nivel de rechazo que acumula Sandra Torres: en torno al 33% declara que no votaría por ella. En el área metropolitana, Giammattei tiene el doble de intención de voto (20%) que Torres (10%). Sin embargo, la candidata de la UNE lo aventaja ampliamente en las áreas rurales del país (27% vs 8%).
Como explica el analista político guatemalteco, Phillip Chicola, “tal y como lo demuestran experiencias de ‘carreras de enanos’ en otras latitudes (el caso de Costa Rica en 2014), en este tipo de elecciones, quien tome inercia en la recta final de la carrera es quien resulta vencedor. O en el nuestro, quien logre llegar a segunda vuelta contra Sandra Torres”.
El test argentino
En el caso argentino todas las opciones están muy abiertas. Las encuestas apuntan a una casi inevitable polarización entre el kirchnerismo (la candidatura Alberto Fernández-Cristina Fernández de Kirchner) y el antikirchnerismo (Mauricio Macri).
Una polarización que se ha acrecentado con la decisión de la expresidenta Cristina Kirchner de postular a Alberto Fernández como presidenciable para ganar el voto más moderado e ir ella como vice, lo que además ha alterado, de raíz, el panorama político electoral: ha debilitado a las terceras opciones, ha congregado en torno a Macri al oficialismo y ha reunido en pos de la expresidenta al kirchnerismo y a una parte del peronismo no alineado con la marca “Kirchner”.
En el oficialismo la jugada de Cristina Kirchner ha desterrado las tentaciones de buscar un sustituto a Macri, el conocido como Plan V. Esta posibilidad planteaba apoyar a la gobernadora de Buenos Aires, la muy popular María Eugenia Vidal, como candidata para detener la sangría de apoyos que sufre el macrismo por los problemas que arrastra la economía argentina y que el actual gobierno no ha podido detener. Pero al resurgir la expresidenta las fuerzas que conforman el oficialismo (la alianza Cambiemos) se han realineado con el actual mandatario. La Unión Cívica Radical, que forma parte de la coalición de gobierno, ha reafirmado su respaldo a Macri pidiendo, eso sí, más peso en la toma de decisiones.
La apuesta de Cristina Kirchner, rodeada por la sombra de la corrupción y numerosos procesos judiciales que lastran sus opciones, se ha transformado en un misil en la línea de flotación de la que aspiraba a convertirse en una tercera opción ajena al kirchnerismo y al macrismo, la Alternativa Federal. Los peronistas no kirchneristas, pilar de esta propuesta, han visto cómo uno de sus líderes (Sergio Massa) se pasaba con armas y bagajes al kirchnerismo y otro (Roberto Lavagna) se salía de esta coalición para ir por su lado.
Todos estos cambios han reforzado la idea de que Argentina se dirige directamente hacia un nuevo duelo, el que articula la política argentina desde 2007: kirchnerismo vs antikirchnerismo y que encarnan desde 2015 Cristina Kirchner y Mauricio Macri. Es la conocida como “grieta” que separa y rompe la sociedad argentina.
Conclusiones
Las elecciones en Guatemala, Bolivia, Argentina y Uruguay del segundo semestre de 2019 ponen punto y final a la seguidilla de comicios que se iniciara en 2017 (ha habido 14 en 18 países) y van a permitir evaluar, con todas las citas celebradas, si la región ha girado o no a la derecha o más bien ha ejercido un voto de castigo a los oficialismos desde el “enojo” por el funcionamiento de las instituciones y desde la desafección hacia partidos y representantes. Lo que se conoce, en palabras de Manuel Alcántara, como “democracia fatigada”.
Los vientos latinoamericanos no soplan, actualmente, a favor de las diferentes izquierdas. A escala regional estas han venido sufriendo derrotas desde 2015 y en especial desde 2017, aunque también han cosechado triunfos electorales trascendentales (en 2018 Andrés Manuel López Obrador en México) o significativos (el PAC en Costa Rica en 2018 y el PRD en Panamá en 2019) que en cierto modo ponen en cuestión la idea generalizada de “giro a la derecha”.
En realidad, más que hablar de “un giro a la derecha” predomina en la región el “voto de castigo” a los oficialismos. Y dado que entre 2003 y 2013 la mayoría de los gobiernos eran de centroizquierda o izquierda es lógico que sean estas fuerzas las más castigadas cuando tiene lugar un cambio de coyuntura.
Un cambio de coyuntura económica (la desaceleración que vive la región desde 2013) y política (desgaste de ejecutivos tras largos mandatos) que explica las derrotas de la izquierda en Argentina y Venezuela (2015), de la centroizquierda en Chile (2017) y Brasil (2018), del “giro a la derecha” en la Colombia de Juan Manuel Santos al uribista Iván Duque o la derrota de la izquierda en El Salvador (2019).
Desde 2017, cuando se inició el actual periodo electoral, ha habido triunfos oficialistas -los menos, en 4 de las 10 elecciones-, los cuales se han dado en países con gobiernos de corte autoritario (Venezuela y Honduras) o en países que han vivido circunstancias muy especiales (Costa Rica y Paraguay).
Por el contrario, la mayoría han sido victorias opositoras. Eso es lo que ha ocurrido en 6 de los 10 países en los que ha habido cita ante las urnas: Chile, Brasil, Colombia, México, El Salvador y, finalmente, en Panamá.
De hecho, los últimos cinco comicios se han saldado con triunfos opositores de figuras que representan un amplio espectro: de derecha (Jair Bolsonaro), centroderecha (Duque), centroizquierda (Nito Cortizo) e izquierda (López Obrador).
Victorias opositoras que fueron acompañadas de duros castigos a los oficialismos (en El Salvador, el FMLN fue el tercero más votado y en México el PRI en el poder quedó a 30 puntos del vencedor) o que no lograron acceder a la segunda vuelta (Colombia).