Sergio Dahbar (ALN).- Les Moonves era el hombre de oro de la industria de la televisión, el ejecutivo que multiplicó la audiencia del canal CBS como ninguno antes. Y acaba de caer, por denuncias de acoso sexual.
Nadie hubiera imaginado que Leslie Moonves, el mayor ejecutivo a cargo del canal estadounidense CBS, el hombre que transformó los números del rating en la tercera cadena de televisión más grande del planeta, fuera a caer de un día para otro, sin paracaídas. Era todopoderoso. Como un emperador romano. Pulgar arriba. Pulgar abajo.
El domingo de la semana pasada -luego de una reunión con la directiva cargada de señalamientos agrios, donde la empresa requirió evaluar el nivel de daños producidos por este hombre al que 2.000 anunciantes ovacionaron de pie en mayo pasado, dentro del Carnegie Hall, cuando presentó la programación de otoño 2018- Les Moonves entendió que debía recoger sus pertenencias de la oficina y salir rápidamente. Sin mirar atrás.
Al día siguiente 13.000 empleados de CBS Corporation se enteraron de que había un nuevo jefe a cargo del canal, Joseph Ianniello, un ejecutivo con 20 años en la empresa. Había sido nombrado interino en el cargo. Un bombero encargado de apagar los fuegos que habían comenzado a dañar la credibilidad de la empresa.
El misil que destruyó la carrera de Les Moonves lo disparó nada menos que el hijo de Woody Allen y Mia Farrow, Ronan Farrow
El misil que destruyó la carrera de Les Moonves lo disparó nada menos que el hijo de Woody Allen y Mia Farrow, Ronan Farrow, premio Pulitzer. Publicó dos trabajos en la revista The New Yorker, con 12 testimonios en total. En ambos materiales, cargados de confesiones de mujeres que habían sido acosadas sexualmente por el presidente de CBS, aparecía la figura de un hombre poderoso incapaz de frenar sus impulsos más salvajes a la hora de dar rienda suelta a sus apetitos depredadores. Salta a la vista un abusador sin frenos.
El material periodístico de Ronan Farrow, publicado en dos entregas por The New Yorker, tiene el valor letal de descubrir la fuente que quiere hablar de algo desconocido hasta ese momento y de conseguir el testimonio. Como lector uno lamenta que no haya profundizado más en la personalidad y la historia de Les Moonves, un malo de película americana, sin demasiados matices ni complejidades. La contundencia de la denuncia no deja lugar a dudas. Produjo en meses la caída de un hombre muy poderoso. Otra víctima de las denuncias de mujeres que se han sumado al movimiento #MeToo, en contra del abuso sexual y la agresión machista.
Cuando uno se aparta de los hechos y trata de mirarlos con cierta distancia, resalta un panorama perturbador. Que el Girolano Savonarola de esta historia sea un joven reconocido por tener una inteligencia superior, Ronan Farrow, y haber acusado a su padre de abusar sexualmente de su hermana, no deja ser inquietante.
Que haya existido una industria, la del entretenimiento, y un sistema policial y jurídico que por años haya sido permisivo con las conductas criminales de Les Moonves, Harvey Weinstein, Charlie Rose y Roger Ailes, produce por lo menos que se le erice a uno la piel.
Hay datos que parecieran pertenecer al terreno de la ficción y sin embargo son hechos comprobados. Una de las acusadoras que entrevistó Ronan Farrow es Phyllis Golden-Gottlieb, exejecutiva de una empresa llamada Lorimar, que hoy tiene 82 años. Como suena. Les Moonves trabajó con esta ejecutiva en 1986, en Lorimar, donde aprovechó la cercanía para obligarla a realizar sexo oral. Lo que averiguó Farrow es que si bien Golden-Gottlieb hizo la denuncia ante la policía contra Moonves, los fiscales se negaron a presentar cargos porque los plazos de prescripción de los crímenes habían expirado.
A partir de que las denuncias se conocieron, Les Moonves comenzó a castigar la carrera de Phyllis Golden-Gottlieb, la condenó a oficinas cada vez más pequeñas, sin posibilidad de ascenso. Algo similar a lo que ocurrió con la actriz Illeana Douglas. Moonves la conoció en 1996 y le confesó que era un admirador suyo: adoraba, dijo, sus actuaciones en Cabo de miedo y Buenos muchachos, de Martin Scorsese. Y le ofreció un contrato de 300.000 dólares para que ingresara en la plantilla de CBS. “Vas a conseguir una casa con piscina, una vida fantástica’’.
Cuando la actriz Illeana Douglas rechazó los acosos sexuales de Moonves, encerrados en su oficina, inmediatamente perdió el contrato. Y no le pagaron indemnización. Acudió finalmente a un abogado, recomendado por Martin Scorsese, que le creyó. Bill Sobel llamó a la empresa y presentó el caso: a su cliente se le debían unos salarios del contrato. Dijeron que la habían despedido porque su actuación no era buena. Entonces el abogado le recordó al intermediario que le preguntaran a Moonves qué había pasado en su oficina con la actriz Illeana Douglas. Eso bastó para que llamaran a la actriz, le pagaran la deuda y le ofrecieran un nuevo proyecto.
Auge y caída de Les Moonves
La pregunta que no tiene respuesta aún es cómo este hombre, que fue actor en sus inicios, en series de televisión de los años 70 como Cannon y El hombre nuclear, hijo de una familia judía de Long Island, Nueva York, con un padre que atendía una bomba de gasolina, y que fue ascendiendo en la industria de la televisión, se transformó en este ejecutivo que se sentía con el poder de aplastar a quien se negase a acostarse con él.
Si algo sabía Moonves es lo que debía ser un programa de televisión. “Le gustaban las comedias amplias, con personajes más grandes que la vida y muchas risas. Los dramas que seleccionó tenían protagonistas que lograron una victoria antes de que los créditos aparecieran en la pantalla”, escribió el periodista Jeff Koblinen The New York Times. Le gustaban malos y buenos bien definidos.
Moonve es otra víctima de las denuncias de mujeres que se han sumado al movimiento #MeToo, en contra del abuso sexual y la agresión machista
Para entender el ascenso de Moonves en la industria, cabe destacar que, en la década de los 90, a cargo de la división de televisión de Warner Bros., Moonves llevó 22 series a la cima del rating, incluidas dos series superpoderosas: ER y Friends. La revista New York lo llamó “Mr.TV”.
Primero vino Survivor. Luego, el programa policial C.S.I. También estaban los sitcom con cuatro cámaras y guiones ácidos, con algunos personajes disfuncionales: Two and Half Men, Cómo conocí a tu madre y The Big Bang Theory. Los sagrados números de las audiencias reportan que, en las últimas 10 temporadas de televisión, CBS fue el canal más visto.
Era firme creyente de que a la audiencia americana no le gustaba la oscuridad. Llegó a declarar que “La morgue en C.S.I.: Miami parece un restaurante”. Por eso insistía en supervisar aquellas escenas escabrosas de crímenes, para evitar que fueran desagradables. Tenía el ojo del productor que debe proteger todos los detalles para lograr lo que buscaba.
Esa minuciosidad no le sirvió para entender que su conducta medieval, de exigirle sacrificios sexuales a las mujeres de la comarca, acabaría con todo lo que había construido. Y así pasó.