Pedro Benítez (ALN).- El mayor éxito geopolítico del régimen cubano no fue la guerra de Angola, ha sido la Venezuela de Chávez y Maduro. Pero el desastre en que ha devenido el socialismo del siglo XXI en el país suramericano amenaza con arrastrar el poder de los herederos de Fidel y Raúl Castro.
El régimen de La Habana fue fundamental en el traspaso del poder de Hugo Chávez a Nicolás Maduro, pues los dirigentes cubanos eran los que manejaban (según sus propios intereses y no los de Venezuela) la información sobre el real estado de salud del extinto presidente venezolano.
El momento cúspide de la influencia de Cuba en Venezuela fue en 2012 e inicios de 2013. Chávez no solo le entregó al gobierno de los hermanos Fidel y Raúl Castro áreas clave de la administración y de la seguridad del Estado como el sistema de identificación nacional. Su confianza llegó al extremo de entregarles su salud y su vida.
Valiéndose de esta circunstancia, los funcionarios del régimen cubano establecieron en las semanas finales de su enfermedad un cerco en torno al expresidente venezolano que impedía el acceso de la mayoría de los altos funcionarios civiles y militares del gobierno de Venezuela, incluyendo al entonces presidente de la Asamblea Nacional, diputado Diosdado Cabello.
El régimen cubano se prepara para el relevo del poder político en la isla, pero ese proceso está condicionado por lo que acontezca en Venezuela
Para el gobierno de Cuba era fundamental manejar los tiempos políticos en Venezuela y asegurar así su influencia en el país y la continuidad del vital suministro petrolero, que en algún momento se estimó en 4.500 millones de dólares anuales, un 60% de las necesidades de la isla y un 20% del PIB.
Desde 1999 la industria petrolera venezolana le ha enviado un promedio de 100 barriles diarios de crudo a Cuba a precios preferenciales, muy por debajo de los precios internacionales, reemplazando en buena medida el convenio que tuvo la isla con la URSS hasta 1991.
A cambio, decenas de miles de miembros de la misión médica cubana, asesores económicos, educativos, culturales y técnicos en diversos campos, así como funcionarios de los órganos de Seguridad de Estado de Cuba hicieron acto de presencia en casi todas las áreas civiles y militares de la administración pública venezolana. En uno de sus típicos arranques de entusiasmo Hugo Chávez llegó a afirmar en 2007 que “en el fondo somos un solo Gobierno”.
Pero lo cierto es que los disciplinados y organizados cubanos siempre despreciaron el estilo desordenado y corrupto de los chavistas.
En la primera etapa del gobierno de Maduro, La Habana (y no Caracas) fue el sitio desde el cual se tomaban las decisiones de Estado fundamentales de Venezuela. Maduro no daba un paso sin consultar a sus mentores, y lo hacía además de manera abierta, viajando con frecuencia a Cuba antes de anunciar cualquier decisión económica o de relaciones internacionales.
Esa luna de miel de Nicolás Maduro con los cubanos culminó el 17 de diciembre de 2014, cuando Raúl Castro y Barack Obama anunciaron al mundo la normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Todo indica que aquello tomó por sorpresa al gobierno chavista. Además, desde mediados del 2013 Washington y La Habana habían estado en conversaciones secretas sin que los cubanos informaran a sus aliados venezolanos.
Pero no solo eso, mientras la Casa Blanca y el Departamento de Estado trataban con guantes de seda al régimen cubano, anunciaban duras sanciones contra los funcionarios del gobierno venezolano. Un trato para los Castro y otro muy distinto para los herederos de Chávez. El contraste era muy evidente.
Desde el apretado resultado electoral de abril de 2013 (alrededor del 1% de los votos según las cifras oficiales) que le permitió a Nicolás Maduro imponerse ante Henrique Capriles, el candidato opositor, Raúl Castro y su círculo más cercano llegaron a la conclusión de que el chavismo tarde o temprano perdería el poder y por lo tanto calcularon que, hacia el futuro, para Cuba eran más importante las relaciones con Estados Unidos que con Venezuela. Puro y duro pragmatismo.
Eso explica el para nada disimulado entusiasmo personal de Raúl Castro con Obama. Se estaba asegurando la sobrevivencia del régimen más allá de Fidel y de él. Pero la sorpresiva elección de Donald Trump constituyó un giro inesperado del destino que lo cambió todo.
Cuba no se ha preparado para el cambio político en Venezuela
Raúl Castro no aprovechó los dos años que siguieron al restablecimiento de las relaciones con su vecino del Norte, se durmió en los laureles. Por las razones que fueran las prometidas reformas económicas en Cuba han ido a paso de tortuga. Hasta ahora no se ha hecho nada ni lejanamente parecido al camino trazado por los camaradas chinos y vietnamitas (los dos modelos a seguir).
Hoy Cuba está en su peor momento económico desde el fin del Periodo Especial en 1999. Con el declive de la producción petrolera venezolana el suministro de crudo se redujo desde 2015 a un poco más de 50.000 barriles diarios y podría disminuir todavía más.
Con republicanos de línea dura controlando el Congreso y la Administración en Washington, bajo la amenaza de que se revise el proceso de normalización diplomática y comercial, y con Venezuela en una crisis que podría poner fin a la presidencia de Nicolás Maduro en cualquier momento, Cuba se encuentra en su peor situación internacional desde los años 90 del siglo pasado.
Cuba se encuentra en su peor situación internacional desde los años 90 del siglo pasado
Una alianza con Rusia puede ser geopolíticamente riesgosa para la isla, siempre a tiro de piedra de Florida y económicamente ruinosa para los rusos, tal como lo fue para extinta URSS. En un vuelco de los acontecimientos internacionales a La Habana no le conviene nunca quedar del lado de los enemigos de Estados Unidos, tal como advirtió Fidel Castro luego de los atentados a las Torres Gemelas en septiembre de 2001.
Por otro lado, más allá de su evidente influencia en los aparatos de seguridad, Cuba no tiene capacidad para determinar decisivamente los acontecimientos de Venezuela, pues, entre otras razones, no dispone ni de lejos del aparato militar que tenía en los años de la guerra de Angola, cuando el ejército cubano era el tercero más numeroso y mejor equipado del continente luego de Estados Unidos y Brasil. Una intervención armada de Cuba en Venezuela para sostener a Maduro es impensable.
Y un escalamiento de la violencia en Venezuela tendría efectos peligrosos tanto para Colombia como para Cuba; en este segundo caso, situar a La Habana como parte del problema y no de la solución colocaría a Cuba en el ojo del huracán, lo que internacionalmente no le conviene. Pero un cambio de gobierno en Caracas significa el fin del subsidio petrolero con consecuencias económicas desastrosas, sin tener asegurado el cese del embargo económico norteamericano.
Por lo tanto, los cubanos están haciendo lo que pueden para que Maduro siga en el poder, pero manteniendo un bajo perfil.
El régimen de La Habana se prepara para el relevo del poder político en la isla previsto para el 2018, pero ese proceso está condicionado por lo que acontezca en Venezuela.
Así, la crisis venezolana amenaza con desbarrancar todo lo que Raúl Castro ha creído dejar atado y bien atado.