Zenaida Amador (ALN).- En un intento por reavivar la gesta democrática, Juan Guaidó lanzó en febrero el llamado para unificar todas las luchas de los venezolanos en un gran pliego de conflicto nacional, en el que se conecten la protesta social y los reclamos políticos, y “que termine en una elección presidencial realmente libre”. El momento culminante de la convocatoria es este martes 10 de marzo cuando debe ocurrir una gran movilización ciudadana a la Asamblea Nacional, aunque el régimen de Nicolás Maduro ya jugó en contra para bloquear la marcha. El reto es alto para Guaidó y la dirigencia opositora.
El llamado inicial del presidente interino Juan Guaidó fue claro y preciso. “El próximo 10 de marzo vayamos cada uno de los sectores a presentar su pliego de conflicto para lograr la solución a la crisis. Vamos juntos a la Asamblea Nacional, caminando, marchando con fuerza, vamos a las calles a exigir hasta lograr la libertad”.
Complementó pidiendo que “unifiquemos la autonomía (universitaria) con el cambio, unifiquemos la reivindicación salarial con el cambio, la libertad de expresión, la construcción de instituciones, la economía productiva, la inversión en Venezuela, en uno, porque sin el cambio, no tenemos ninguna posibilidad de lograr estas acciones”.
Este fin de semana ratificó su posición en un acto donde diversos sectores expresaron públicamente su respaldo al pliego nacional de conflicto, que es el nuevo paso en la estrategia de Juan Guaidó para fomentar la movilización de calle, adormecida tras meses de lucha infructuosa, desatinos e intentos de diálogo que terminaron por otorgarle tiempo al régimen de Nicolás Maduro para seguir ejerciendo el control del país.
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La arremetida
Pero la cita del 10 de marzo tendrá lugar a escasas dos semanas de un violento incidente con armas de fuego en contra de una manifestación de calle convocada por Guaidó en el estado Lara, atribuido a grupos de choque del régimen de Nicolás Maduro, y que mereció el rechazo internacional.
Este tipo de acciones buscan sembrar incertidumbre y estimular la desmovilización popular. Y precisamente para fomentar el miedo, desde las filas del chavismo ya anunciaron que tomarán las calles el 10 de marzo. Según Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional Constituyente de Maduro, “tenemos que hacer valer que las calles son del pueblo, no de la burguesía”.
“El imperialismo quiere seguir atacando a Venezuela, pero el martes 10 tendremos la madre de las marchas en Caracas en homenaje a la paz, la libertad y la soberanía, pero también en reconocimiento a la mujer venezolana”, señaló Cabello al indicar que se movilizarán hasta las cercanías del Palacio Federal Legislativo, que es el punto de destino de la convocatoria de Juan Guaidó. Una vez más se bloqueará el acceso de la oposición al recinto donde opera la Asamblea Nacional.
A sabiendas de que era posible que el chavismo se jugara la carta de la ofensiva para impedir la movilización al Parlamento, la oposición ya tenía contemplada la opción de sesionar en algún punto donde no se expongan los manifestantes, probablemente en las cercanías de la avenida Francisco de Miranda de Caracas, donde Juan Guaidó juró como presidente interino en enero de 2019.
¿Y qué más?
En 2019 hubo cerca de 10.000 protestas en el país, la mayoría por exigencias de derechos sociales, y esa tendencia ha seguido. Según el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (OVCS), los ciudadanos buscan constantemente reclamar sus derechos, incluso ante el talante represivo del régimen.
Sólo en enero se registraron 618 protestas, un promedio de 21 por día, de las cuales 64% fueron para exigir derechos vinculados principalmente con exigencias laborales, servicios públicos de calidad, educación, salud y alimentos. Existe una pérdida de confianza en el liderazgo que ha incidido en la desmovilización política de los ciudadanos, por lo que las convocatorias de Guaidó, multitudinarias a inicios de 2019, terminaron reducidas a fines del año.
En 2019 hubo cerca de 10.000 protestas en el país, la mayoría por exigencias de derechos sociales, y esa tendencia ha seguido. Según el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social, los ciudadanos buscan constantemente reclamar sus derechos, incluso ante el talante represivo del régimen.
El pliego, como está concebido por la mayoría opositora que acompaña a Guaidó, busca darles visibilidad a todos los reclamos sectoriales y retomar el derecho a protestar de forma unificada, pero a la vez intenta restablecer la conexión entre esa molestia popular y la lucha política, porque “sin democracia, ninguna reivindicación social será posible”, como intenta explicar Guaidó al hablar del tema.
“Para enfrentarnos a esa dictadura que sólo domina hoy el monopolio del terror, la única forma es así, juntos, organizados, unidos. Es consolidando nuestras exigencias en una, la democracia”, puntualizó este fin de semana el también presidente de la Asamblea Nacional.
Sin embargo, la expectativa ciudadana es que a sus exigencias se les den respuestas. Entre los dirigentes opositores se ha señalado que el pliego nacional de conflicto busca ser un instrumento para ser más efectivos a la hora de ejercer presión contra Nicolás Maduro, incluso se ha dicho que en la Asamblea Nacional se hará una discusión de las distintas exigencias y se buscarán vías para exigir su atención.
Guaidó señala que “el pliego nacional de conflicto es la construcción popular de una exigencia, de una demanda social y eso es lo que vamos a llevar el 10 de marzo donde recibiremos un pliego que debe hacerse ley, acuerdo, donde saldremos a exigir, a tomar las calles para hacer realidad esa demanda de cada sector”.
A los efectos de lograr la respuesta popular esperada, más allá de la movilización de este martes, es clave que la iniciativa de Guaidó cristalice en algo que la ciudadanía pueda palpar. Se esperaría que esta iniciativa se conecte con un plan complementario, de la mano de otras acciones de presión internacional, que impidan que el régimen de Maduro logre imponer su agenda electoral sin garantías democráticas para tomar el control de la Asamblea Nacional y sostenerse indefinidamente en el poder.