Roy Ellis (ALN).- La inversión de la curva de rendimiento -mayor rendimiento a menor plazo- de los bonos de Venezuela y de la compañía estatal Petróleos de Venezuela es un recordatorio y una clara advertencia del elevado nivel de riesgo de dichos títulos.
Los bonos de Venezuela pagan en la actualidad una tasa de interés de 53% anualizado en dólares. Los de Argentina a 100 años pagan menos de 8%. Es decir, hoy cualquiera podría invertir en un bono de la estatal Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA) con vencimiento en noviembre de 2017 a un precio de 87% y recibir en ese mes el valor nominal del bono más el cupón correspondiente para obtener una ganancia extraordinaria que equivale a 53% anual. Claro, esto siempre y cuando PDVSA realice el mencionado pago al vencimiento.
Por otro lado, la tasa de financiamiento de Venezuela a 30 años es solo de 16%. Este fenómeno se denomina “inversión” de la curva y se produce en aquellas circunstancias en las cuales la probabilidad de impago es de tal magnitud en el corto plazo que los participantes de mercados requieren de una prima de rendimiento que remunere el riesgo adicional al que se exponen.
De acuerdo a Bloomberg la probabilidad de impago de Venezuela en el próximo año es de 92,73%, en comparación con Argentina que exhibe una probabilidad de impago de 6,42%.
Como consecuencia del debilitamiento de la capacidad de pago del país y de la mermada posición de activos de reservas, Venezuela perdió el acceso a los mercados financieros internacionales.
Al propio tiempo, el modelo monoproductivo del Gobierno, que lo hizo dependiente prácticamente en su totalidad de la exportación de hidrocarburos, sucumbió frente al previsible ciclo de precios bajos del petróleo que comenzó en 2014.
La falta de medidas de sentido común, que hubiesen permitido acumular ahorros durante el ciclo previo de precios elevados 2005-2014, causó una dislocación del sistema de crédito público y la necesidad de recurrir a operaciones puntuales de financiamiento avaladas con activos como el oro o instrumentos financieros negociables.
Estas realidades no escapan a la atención de los inversionistas internacionales y generan una expectativa de riesgo que queda plasmada en los precios de los bonos internacionales tanto de la República como de PDVSA.
En el gráfico que describe el rendimiento del próximo bono a vencer por parte de PDVSA, podemos observar que durante el primer trimestre del año en curso la línea de tendencia del precio del petróleo se cruza con la línea de tendencia del rendimiento de dichos bonos.
Es decir, los inversionistas exigen una prima cada vez mayor de rendimiento para adquirir una obligación de PDVSA, mientras el precio del petróleo y el estado de las instituciones en Venezuela se siguen debilitando.
De acuerdo a Bloomberg la probabilidad de impago de Venezuela en el próximo año es de 92,73%, en comparación con Argentina que exhibe una probabilidad de impago de 6,42%
Históricamente la oportunidad de realizar una ganancia de la magnitud antes descrita ha sido suficiente para justificar la compra especulativa de los mencionados títulos por parte de los actores financieros.
Sin embargo, se puede notar que con la incertidumbre derivada del recrudecimiento de la crisis financiera, política y humanitaria en Venezuela, y el mayor nivel de escrutinio público al que han sido sometidas algunas instituciones internacionales como Goldman Sachs y el banco japonés Nomura por transacciones recientes con el Gobierno venezolano, los volúmenes transados de los bonos de Venezuela han caído en más de 50%, por debajo de 100 millones de dólares diarios.
Finalmente, si Venezuela incurre o no en impago dependerá de un diálogo racional que deberá tener una eventual nueva administración del Estado con el mercado financiero, una vez sean restituidas las funciones de las instituciones democráticas en el país.