Nerea Parada (ALN).- Álvaro Noboa no pasará a la historia bajo el calificativo de “hijo de”. Tanto es así que tras la muerte de su padre heredó el equivalente al 1% de la fortuna que acumula actualmente: más de 930 millones de euros.
Desde que tiene uso de razón, el empresario ecuatoriano Álvaro Noboa se ha esforzado por intentar ser el mejor en todo lo que hace. De ahí el motivo del imperio que dirige. En la actualidad, controla el grupo de empresas Noboa y la corporación Noboa, con más de 110 compañías repartidas entre Ecuador y el resto del globo. Sin duda alguna, el estandarte de sus firmas es la Exportadora Bananera Noboa, uno de los mayores proveedores del mercado europeo en la industria bananera.
Creyente, optimista, sacrificado y excelente son los adjetivos que mejor definen al empresario y político. La personalidad y cultura de Noboa se forjaron desde la infancia, cuando vivía en la ciudad de Guayaquil. En esta época, su entorno más cercano le proporcionaba la tranquilidad y felicidad que necesitaba. Pero no sucedió lo mismo en la escuela. Allí fue objeto de abusos y desprecios por parte de algunos estudiantes. “Los niños pueden llegar a ser muy crueles”, afirmó en más de una ocasión. No obstante, lejos de recordar esta etapa con tristeza y amargura, el ecuatoriano fue capaz de extraer una lección de moral y fuerza ante los problemas venideros.
Un adulto en el cuerpo de un niño
Desde una edad temprana Noboa cargó con numerosas responsabilidades. De niño vivió con el miedo de defraudar a su padre. Por ello, trabajó de sol a sol para hacerlo sentir orgulloso. En casa siempre lo trataron como a un adulto. Y no es para menos: siendo un niño buscaba la manera de ganarle tiempo al tiempo, aprovechaba cada momento para aprender y observaba minuciosamente todos y cada uno de los movimientos de su progenitor, Luis Noboa.
Por aquel entonces, “vivir cómodamente, pero sin excesos” fue el aprendizaje más valioso para Noboa, según se recoge en la propia página web del empresario. A pesar de tener dinero suficiente, sus padres nunca fueron derrochadores. Luis Noboa gastaba lo mínimo, el resto lo invertía. Bajo esta máxima se rigió Álvaro para crear el imperio que ahora dirige y el primer proyecto en el que se embarcó con menos de 11 años. Decidió ahorrar el dinero que recibió por su cumpleaños y se compró un toro y dos vacas.
Un hombre de números
Mientras que el carácter emocional le viene de la parte materna, de Noboa padre heredó el razonamiento analítico. Ambos tenían una conexión única y pasaban juntos las tardes en la oficina, donde Álvaro observaba y aprendía todo cuanto podía. El empresario siempre afirmó que este despacho fue su segundo hogar.
Con el objetivo de potenciar la inteligencia matemática del joven Álvaro, lo mandaron a estudiar a Le Rosey (Suiza), que estaba considerado como el mejor colegio del mundo. Una mente despierta y una gran capacidad de liderazgo lo hicieron destacar sobre el resto de los alumnos. De hecho, se graduó siendo uno de los mejores del curso. En aquella época el colegio hacía entrega de un valioso libro a los estudiantes. En él estaban registradas las direcciones de todos y cada uno de ellos. Esta red internacional de contactos fue muy útil para el crecimiento empresarial y el desarrollo de la carrera política de Álvaro Noboa.
Mientras estudiaba jurisprudencia en la Universidad Estatal de Guayaquil, se convirtió en corredor de bienes raíces. Es decir, comprador y vendedor de terrenos. Fue creciendo económicamente y conoció a importantes propietarios que luego se convirtieron en clientes habituales. En la universidad vivió una de las experiencias más traumáticas que recuerda: fue arrestado durante el régimen dictatorial de Guillermo Rodríguez Lara (1972-1976). La gravedad del asunto residía en que nadie sabía dónde se encontraba retenido, puesto que la dictadura lo había hecho desaparecer. Álvaro no tenía orden de captura; por lo tanto, los abogados de la familia no podían defenderlo de nada y tuvo que resolver el problema solo. Esta vivencia sacó a la luz una vez más el carácter luchador de Noboa, que finalmente fue liberado sin cargos.
Noboa fue objeto de abusos y desprecios en la escuela: “Los niños pueden llegar a ser muy crueles”, declaró
Al poco tiempo de conseguir la ansiada libertad, continuó haciendo negocios de compra y venta de terrenos. Fue capaz de ganarse la confianza de banqueros, inversores, empresarios y clientes en general. En 1974 creó la empresa Promociones Mandato Global. Construyó el edificio Riviera, por aquel entonces el más grande del malecón de Guayaquil.
Con solo 27 años se convirtió en millonario sin ayuda económica familiar. “Podría haber dejado el trabajo si hubiese querido. Pero uno no deja aquello que considera la pasión de su vida”, como afirmó en las páginas de su biografía.
La labor humanitaria siempre presente
Desde pequeño la familia de Álvaro le inculcó valores humanitarios y de igualdad. Una gran parte de su vida estuvo enfocada en la ayuda a los más desfavorecidos y al desarrollo económico de Ecuador.
Fue su abuela, Zoila Naranjo de Noboa, quien lo crio con una gran conciencia social. Creía que el hijo de un gran empresario debía tener roce con la clase media y baja. Una idea que Noboa siempre tuvo muy presente. Por ello, creó la Fundación Cruzada Nueva Humanidad, inspirada en profundos principios cristianos de amor y solidaridad, tal como la define él mismo, quien, con el apoyo incondicional de su mujer, la doctora Anabella Azin, dirige la Fundación.
La labor social de ésta se desarrolla en los campos de la educación, la salud, el empleo y el deporte. Sectores que parecen haber sido olvidados por el grueso de la sociedad ecuatoriana, pero que el empresario no da por perdidos. Una lucha constante que, por el momento, no ha hecho más que arrojar buenos resultados.
Vocación política
Preocupado por una realidad que no cubre las necesidades del pueblo, Noboa decidió crear un nuevo partido político “moderno y solidario” con el cual sustituir la partidocracia tradicional de Ecuador. La principal crítica que Álvaro hacía del sistema es que las altas esferas privilegiaron sus intereses por encima del interés nacional.
En 1998, Noboa aspiró por primera vez a la Presidencia de la República y ganó las elecciones con el apoyo mayoritario del pueblo ecuatoriano. Un pavoroso fraude electoral hizo presidente a otro candidato, Jamil Mahuad, responsable de una de las mayores crisis económicas y morales del país. En el año 2000 volvió a presentarse, pero se quedó a las puertas, perdiendo la segunda ronda electoral ante Lucio Gutiérrez.
En 2002, el Tribunal Supremo reconoció al PRIAN como nuevo partido político. Con Noboa a la cabeza, se convirtió en la segunda fuerza política del país y en 2006 aspiró por tercera vez a la Presidencia.
En la política no ha tenido tanta suerte como en los negocios, pero ha desarrollado un buen papel en la oposición del gobierno, defendiendo los intereses de los ecuatorianos y de los más necesitados.