Pedro Benítez (ALN).- ¿Es posible una intervención militar internacional que cambie el Gobierno de Venezuela? ¿O debatir sobre ello desvía la atención respecto a la crisis que está ocurriendo dentro del régimen que encabeza Nicolás Maduro? ¿Cuál es el escenario más probable en el país suramericano en este 2018?
En la historia, la política y la economía, los acontecimientos transcendentales ocurren cuando estamos ocupados en otros asuntos. Mientras ingleses, españoles, prusianos y rusos luchaban en los campos de batalla de Europa contra Napoleón, en Inglaterra ocurría la Revolución Industrial. Otro tanto aconteció en la primera década del siglo XXI: cuando el ojo de la opinión pública mundial se enfocaba en la lucha contra el terrorismo y las guerras en Afganistán e Irak, en extensas regiones de Asia y América Latina sucedía una colosal transformación social y económica.
Así puede ocurrir con la reciente propuesta del prestigioso economista venezolano Ricardo Hausmann. Ante la evidente necesidad de desplazar del poder al presidente Nicolás Maduro por otro gobierno que reorganice la economía y pare el sufrimiento generalizado de los venezolanos, Hausmann plantea considerar una posible intervención militar internacional de países amigos que libere a Venezuela, amparada en la legitimidad de la Asamblea Nacional (AN).
Esto como alternativa ante la improbabilidad de que ocurra una transición electoral en el país o que Maduro acepte irse pacíficamente. Tal como lo indica en la propuesta, sería seguir el ejemplo de lo ocurrido en Panamá en 1989.
Ese es un escenario que otros dentro y fuera de Venezuela ya han considerado, pero dada la audiencia del académico, su planteamiento ha levantado un revuelo de opiniones en el país.
Una propuesta improbable
No obstante, aunque esa es una posibilidad (que no se puede descartar) hoy luce improbable, puesto que la única potencia capaz de concretar esa opción, Estados Unidos, está ocupada en una seguidilla de conflictos potencialmente más peligrosos para el mundo que el venezolano.
En su análisis, el profesor Hausmann parece pasar por alto lo que ocurre dentro del régimen chavista y da por hecho que Maduro está reforzando su control dentro del país cuando precisamente se puede concluir lo contrario. Hay señales que indican que más que instaurar un gobierno totalitario según el modelo cubano, en Venezuela está aconteciendo un proceso de disolución del poder del Estado sobre el territorio y la población.
Es más, que Hausmann y otros venezolanos se estén planteado la eventualidad de una intervención militar externa es un indicativo del grado de quiebre que ha ocurrido dentro de la sociedad venezolana, típica de las situaciones que preceden a la guerra civil.
El chavismo en proceso de autodestrucción
Los dictadores son humanos y son propensos a cometer errores precisamente porque son dictadores. Es la conclusión a la que llega el columnista de Bloomberg View, Leonid Bershidsky, en un agudo recuento de los procesos de democratización ocurridos en el mundo en los últimos dos siglos.
En ese sentido, Maduro ha incurrido en casi todos los errores posibles, por lo que las probabilidades de continuar indefinidamente en el poder las tiene en contra. Su actitud recuerda mucho a la del libio Muamar Gadafi y la del rumano Nicolae Ceaușescu.
Hay tres hechos indicativos al respecto:
Durante todos los días del mes de diciembre se produjo una serie de protestas provocadas por la falta de comida y de servicios como electricidad y agua que en muchos casos fueron protagonizadas por activistas políticos vinculados al propio chavismo. En este caso, el detonante fue promesas como “el pernil de Navidad”, hechas antes de las elecciones municipales de principios de mes para “incentivar” el voto de su propia base y que Maduro y sus funcionarios incumplieron.
Esto último es clave. El nivel de deterioro económico, de incompetencia administrativa y corrupción son de tales grados que Maduro no puede cumplir sus ofertas populistas más elementales. Esta es la conclusión a la que van llegando muchos de los partidarios de base más fieles del chavismo, que reclaman abiertamente que su gobierno les haga ofertas engañosas. Ya no hay que repartir.
La evidente debilidad de la oposición hace creer que el régimen de Maduro se consolida, cuando hay evidencias que señalan lo contrario
En ocasiones los incidentes generaron situaciones de violencia que incluyeron el saldo fatal de una joven encinta asesinada por un funcionario de la Guardia Nacional en los alrededores de Caracas.
No se puede dejar pasar por alto que los activistas chavistas también comparten la desesperación por la carestía de alimentos que padece el resto de la población, sólo que ellos han confiado en sus contactos con el Gobierno para satisfacer sus necesidades. Esa relación hoy está en crisis. Y no sólo en la reducida (pero para nada despreciable) base política popular que ha respaldado a Maduro en sus peores momentos, sino en el decisivo sector militar.
Reportes de periodistas especializados en el área, como Sebastiana Barráez, indicaron que Maduro no efectuó el tradicional saludo que todos los presidentes de Venezuela hacen en algunas guarniciones militares en ocasión del fin de año. Por el contrario, realizó un único acto cerrado con acceso limitado a los oficiales. Incluso algunos de los uniformados manifestaron abiertamente su disconformidad con las “promesas incumplidas” por comida el día anterior durante la práctica previa al mencionado evento. Asimismo, fue notorio el despliegue militar y de control de seguridad en torno al mandatario para protegerlo de las protestas populares.
A lo anterior súmese la purga que Maduro ha adelantado en estos mismos días contra todo el sector vinculado al ex zar de la estatal industria petrolera venezolana Rafael Ramírez, el segundo hombre del régimen durante la mayoría de los años de poder del expresidente Chávez, bajo la acusación (bastante fundamentada, por cierto) de corrupción.
Por medio del Fiscal General designado por la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), Maduro ha admitido públicamente el masivo saqueo al que ha sido sometido el país por la elite chavista durante tres lustros.
La persecución y detención de funcionarios que han sido claves en el manejo del sector petrolero con Chávez y con él, han hecho que otros grupos dentro del régimen se pregunten: ¿Quién sigue a continuación? Justo cuando está por decidirse si Maduro va o no a la reelección presidencial.
Sin embargo, todo este recuento nos lleva a la inevitable cuestión: ¿Cómo se las ha arreglado entonces Maduro para sobrevivir en condiciones en la cuales cualquier otro gobierno latinoamericano ya se habría caído?
Hay varias respuestas, pero una que va más allá del hecho que Venezuela no es una democracia y de la desalmada determinación que él y su círculo más cercano han demostrado para sostenerse en el poder reside en el apoyo militar.
Y este es un aspecto donde la oposición venezolana ha actuado de manera errática, en particular desde el momento mismo que ganó los dos tercios de la Asamblea Nacional hace dos años. En vez de repetir actitudes como las de Tancredo Neves en Brasil, Patricio Aylwin en Chile y la del propio Rómulo Betancourt en Venezuela en 1958, la dirigencia opositora más visible se dedicó a cultivar la desafección de las Fuerzas Armadas de Venezuela como institución y a alejarla de su causa.
Hay señales que indican que en Venezuela está aconteciendo un proceso de disolución del poder del Estado sobre el territorio y la población
Cuando, nos guste o no, es en ese grupo donde está la clave final del cambio en el país, precisamente por la desaparición de árbitros institucionales.
Por lo tanto, el escenario más probable en Venezuela en los próximos meses no es una salida electoral y negociada (por la cual puja hoy la MUD), ni una “asistencia militar internacional”. Sino una fractura dentro del régimen que eventualmente propiciaría (allí sí) un nuevo proceso de negociación con la actual oposición en busca de estabilidad. Tal como ocurrió en Europa Oriental luego del retiro de las tropas soviéticas en 1989.
La evidente debilidad de la oposición hace creer que el régimen de Maduro se está consolidando, cuando hay evidencias que señalan lo contrario.
Una táctica típica de las dictaduras es promover los conflictos externos para alimentar un ambiente ficticio de asedio y reforzar así el control interno. Es una maniobra arriesgada que en ocasiones ha salido mal, como en la invasión a Malvinas de 1982, y en otras muy bien como en Cuba y Corea del Norte. El más profundo motivo detrás del programa nuclear de Kim Jong-un es precisamente ese. Hasta ahora le ha funcionado.
Dado que la deriva caótica de Venezuela puede arrastrar a Colombia y por allí hacer posible un escenario como el que el profesor Hausmann propone considerar, sin embargo, no hay que perder de vista experiencias como las de los exilios cubano y español (con Castro y Franco) que por décadas apostaron inútilmente por intervenciones militares extranjeras que desalojaran a los dictadores.