Miguel Sebastian (ALN).- El domingo 7 de mayo los franceses eligen Presidente para los siguientes cinco años. Si todo transcurre como se espera, el ganador será Emmanuel Macron, un liberal reformista, quien fue miembro del Partido Socialista Francés y luego creó su propio partido, En Marcha. El próximo domingo, 7 de mayo, 47 millones de franceses eligen al que será su Presidente para los siguientes cinco años. Si todo transcurre como se espera, el ganador de esta contienda electoral será Emmanuel Macron, de 39 años, un economista liberal reformista, que fue miembro del Partido Socialista Francés hasta 2009 y que, tras su paso por la banca de inversión, fue asesor económico del presidente François Hollande y formó parte de su Gobierno como ministro de Economía, Finanzas e Industria desde 2014 hasta 2016. En este último año, abandonó el Gobierno socialista y creó su propio partido, “En Marcha”, que ha llegado a la “final” (segunda vuelta de las elecciones), aunque hace un año nadie le daba muchas opciones.
La personalidad de su contrincante, Marine Le Pen, de 48 años, la líder del ultraderechista Frente Nacional, ha llevado buena parte de la confrontación de ideas al terreno de la política, más que de la economía. Es cierto que buena parte de las propuestas políticas de Le Pen tienen fuertes implicaciones económicas, como la salida de Francia de la Unión Europea y abandonar el proyecto de “moneda única” para convertir al euro en una “moneda común”, compartida con otros países, que coexista con las monedas nacionales, en este caso un nuevo franco francés. Si Le Pen gana, el terremoto político y financiero será global y duradero, y este artículo no tendrá sentido.
Si Marine Le Pen gana, el terremoto político y financiero será global y duradero
Pero, como decía al principio, ese no es el escenario más probable, pues las encuestas dan una cómoda ventaja de casi 20 puntos (59%-41%) a Macron. De hecho, los mercados financieros están tranquilos y otorgan una probabilidad casi nula al evento contrario. Es en este sentido, cuando nadie se lo espera, lo que justificaría un tsunami financiero incomparable a las turbulencias de otros eventos menos inesperados, como fueron el Brexit o la victoria de Donald Trump en EE.UU.
Como economista y exministro, Macron conoce bien el estado de la economía francesa y los problemas institucionales pendientes, tanto de la Unión Europea como de la zona euro. La Unión Europea tiene que avanzar de forma decisiva hacia la unión política y fiscal. Debe haber un verdadero gobierno europeo, con impuestos europeos y con bonos europeos, que pueda hacer frente a los shocks externos de una forma más eficiente que lo que ocurrió tras la Gran Recesión de 2008. También debe haber reformas en el BCE. Su objetivo de inflación del 2% puede ser aceptable. Pero lo que no es razonable es que sea el único objetivo de la política monetaria y que, en buena parte de los años, la inflación observada de hecho ha estado sistemáticamente por debajo de ese objetivo. Macron también sabe que el principal problema de Europa es la sostenibilidad de su Estado de Bienestar, sometido a los riesgos del envejecimiento demográfico y a la competencia de los países emergentes como resultado de la globalización. Frente a la tentación nacionalista y proteccionista de Le Pen, Macron defiende que la alternativa es más Europa, con una apuesta por la productividad y la innovación.
Lo cierto es que, desde que se creó el euro en 1999, a Francia aparentemente no le ha ido mal. Si nos fijamos en el Producto Interior Bruto real, tomando como índice 100 el año 1998, el crecimiento de Francia no ha sido inferior al de Alemania (véase el Gráfico 1).
Fuente: elaboración propia a partir de FMI.
De hecho, desde 1999 hasta 2016, la economía francesa creció un 1,42% y la alemana lo hizo un 1,34%, ocho décimas menos. Es verdad que, si tomamos el periodo posterior a la Gran Recesión (2008-2016), el resultado se revierte. Pese a que el impacto inicial de la crisis fue superior para Alemania, desde entonces su economía ha crecido un 1% en términos reales, mientras que la economía francesa apenas ha crecido la mitad, un 0,58%. En cualquier caso, no se trata de un perfil significativamente distinto para los dos grandes países de la Unión Europea. Lo que resulta llamativo es la diferencia con el crecimiento de los EE.UU., cuyo PIB real ha superado el 2% en promedio anual desde 1999, pese a que la Gran Recesión de 2008 se originó en ese país.
En términos acumulados, la economía norteamericana ha crecido un 45% desde 1999. Francia lo ha hecho en un 28% y Alemania un 26%. Es decir, que el gigante americano ha sacado un 18% de diferencia a los principales países europeos. Su crecimiento diferencial ha sido superior a toda la economía italiana, el tercer país europeo. Dicho de otra forma, los EE.UU. han sacado el equivalente a “una Italia entera” en su diferencial de renta con la Unión Europea. Estos datos reflejan “el problema europeo”, que Macron conoce y que, como europeísta, le preocupa y quiere abordar con reformas de las instituciones comunitarias.
Si el PIB no es ni mucho menos lo que peor ha evolucionado de la economía francesa desde la creación del euro, no puede decirse lo mismo del desempleo. El Gráfico 2 recoge la evolución de la tasa de paro de Francia y Alemania desde la creación del euro en 1999. En los primeros años de la moneda única la tasa de paro de ambos países era muy similar, e incluso la alemana superaba a la francesa.
Fuente: elaboración propia a partir de FMI.
Así, desde 1999 hasta 2007 las tasas de paro promedio de Alemania y de Francia fueron muy similares (un 9,2% y un 8,8%, respectivamente). Sin embargo, desde que se desata la Gran Recesión de 2008, la tasa de desempleo ha ido bajando en Alemania y subiendo en Francia, pese a tener un crecimiento económico similar. En Alemania la tasa de paro rompió a finales de 2016 la barrera psicológica del 4% (un 3,9% en diciembre) por primera vez desde la creación del euro. Por el contrario, la tasa de paro está estancada en el 10% en Francia desde 2012. Este es, sin lugar a dudas, el principal desafío económico de Macron. Requiere abordar una reforma laboral, para lo que necesitará apoyos en la Asamblea francesa que salga de las futuras elecciones legislativas.
El otro gran reto de la política económica de Macron es el fiscal. El Gráfico 3 recoge la evolución del ratio de Deuda Pública (como porcentaje del PIB) de Francia y Alemania. Dicho stock no es otra cosa que la acumulación de los déficits públicos de cada país, descontados por el crecimiento económico de sus respectivos PIB nominales.
Resulta llamativo que, desde la creación del euro hasta el inicio de la crisis de 2008, las políticas fiscales de Francia y Alemania fueron “gemelas”. Ambas economías entraron en el euro con un ratio de Deuda Pública en torno al 60%, tal y como establecía el Tratado de Maastricht. En los años de bonanza, previos a la Gran Recesión, ninguno de los dos países llevó a cabo una política fiscal especialmente contractiva.
Fuente: elaboración propia a partir de FMI.
Por el contrario, sus ratios de endeudamiento público se elevaron hasta el 64% del PIB en 2007, en vísperas de la crisis. Todo lo contrario de lo que ocurrió en otros países, como España, que redujeron notablemente su ratio de Deuda Pública (en el caso de España hasta el 36% del PIB en 2007) en los años de crecimiento. Con la llegada de la Gran Recesión ambos gigantes europeos elevaron significativamente su Deuda Pública como consecuencia de la caída de ingresos y de la aparición de fuertes déficits públicos. Pero también lo hicieron de forma “gemela”. Así, el ratio de Deuda Pública se elevó desde el 64% de 2007 hasta el 81% de 2010, tanto en Alemania como en Francia. Pero, a partir de ahí, los caminos de ambos países han sido bien diferentes.
Como economista y exministro, Macron conoce bien el estado de la economía francesa
Alemania ha llevado a cabo un ajuste de su déficit público, y su ratio de deuda ha caído, hasta casi recuperar los niveles previos a la crisis económica (un 67% del PIB). Por el contrario, Francia ha tenido el recorrido opuesto. Siguiendo el “ejemplo español” (que es el país con mayor déficit público de Europa) no ha llevado a cabo ningún ajuste fiscal, y su déficit es de los más altos de la Unión Europea. Ello ha llevado a su ratio de Deuda Pública a seguir creciendo, y en la actualidad se acerca al 97% del PIB. Pese a las reformas de la Administración Pública llevadas a cabo por Hollande, el déficit público será una de las asignaturas pendientes heredadas por Macron. Estabilizar, y finalmente reducir, el ratio de Deuda Pública es esencial antes de que el panorama global de los tipos de interés, en la actualidad extraordinariamente bajos, cambie, bien por la peor evolución de la inflación, bien por el impacto de la política fiscal de Trump, o por todo a la vez. Abordar el déficit público estructural requiere una reforma fiscal en profundidad y una reforma del gasto público. Ambas serán muy difíciles si Macron no logra una mayoría cómoda en las próximas elecciones legislativas.
Miguel Sebastian fue ministro de Industria, Turismo y Comercio. Es economista y Profesor de la Universidad Complutense de Madrid
Unas elecciones legislativas que se celebrarán el 11 y el 18 de junio, y de las que nadie habla por ahora. Pero que resultarán claves para comprobar si Macron conseguirá la mayoría suficiente para llevar a cabo tanto la reforma laboral como la fiscal y otras reformas que Francia necesita. Si no lo consigue, el futuro de Francia será muy complicado. Y, por tanto, también lo será el de la Unión Europea. La incertidumbre no termina el 7 de mayo. Por el contrario, lo más complicado será lo que ocurra en junio y después.