Patricia J. Garcinuño (ALN).- Hugo Galindo, director general de Grenergy, relata cómo se han expandido por Chile, México, Perú y Colombia en tan solo 10 años. En 2015 desembarcaron en Colombia, atraídos por la “revolución de las energías renovables” que se está produciendo en ese país. A veces, la mejor forma de provocar la creatividad es que alguien intente aplastarla. Grenergy es una empresa de energías renovables que nació en 2007 por una incomprensible prohibición: David Ruiz, socio fundador, quería un edificio respetuoso con el medio ambiente para otra compañía que tenía en aquel momento. Cuando fue a colocar paneles fotovoltaicos en el tejado le dijeron que no podían destinarlos al autoconsumo y que el precio del megavatio era de unos 500 euros (aproximadamente 535 dólares). Entonces, todo se conectó en su cabeza: ¿y si fuera él quien vendiese esa electricidad?
Diez años después, Grenergy se ha expandido por Chile, México, Perú y Colombia. Además, tiene presente un objetivo claro: convertirse a finales de 2017 en la empresa con mayor número de plantas fotovoltaicas en funcionamiento de Chile.
Hugo Galindo, el director general, recibe al diario ALnavío en las oficinas centrales que tienen en Pozuelo de Alarcón (Madrid), decoradas cuidadosamente con plantas y detalles de madera, donde explica cuáles son los mayores retos del sector en el que opera.
– ¿Qué les hizo pensar en internacionalizarse?
– Muchas circunstancias. Una empresa siempre tiene que mirar más allá de sus fronteras para crecer. Entre esto y la crisis económica que sufrió España a partir de 2008, especialmente en la construcción y las energías renovables, estuvo el elemento definitivo. Y dentro de los lugares a los que podíamos ir, encontramos que Latinoamérica era el mercado natural para crecer.
«En España se hicieron cosas muy mal en el año 2007, como dar demasiada prima y tarifa a las renovables”
– ¿Y por qué empezaron precisamente por Chile?
– Dentro del análisis que hicimos de todos los países del mundo en general y de Latinoamérica en particular, Chile reunía las condiciones adecuadas para nosotros. Tenía un marco regulatorio más estable, una seguridad jurídica adecuada y, sobre todo, un precio de la electricidad muy alto. Los costes de la energía fotovoltaica han bajado brutalmente desde 2010. Chile era el mercado que se adecuaba más a nuestras características, así que entramos en 2012.
– Allí tienen la mayor cartera en energías renovables, cinco plantas en funcionamiento.
– Sí, son cinco plantas que suman un total de 27 MW. Estamos construyendo 12 MW para poner en operación antes de junio y otros 21 MW para antes de agosto. Vamos a terminar el primer semestre del año con más de 60 MW conectados en Chile. Además, tenemos una cartera de proyectos en diferentes estados de desarrollo que suman más de 250 MW.
– ¿Cómo es la legislación de Chile comparada con la de España?
– Hay una gran diferencia entre lo que fueron las energías renovables en España y en Europa en general y las energías renovables 2.0. En su momento se permitió el desarrollo de este tipo de energía porque había subvenciones, unas tarifas, unas primas para desarrollar… Hoy por hoy, las energías renovables, especialmente la fotovoltaica y la eólica, son energías completamente competitivas frente a cualquier otro tipo de tecnología.
Lo único que se necesita para instalar energías renovables en el mundo es una cierta estabilidad regulatoria y una seguridad jurídica que normalmente se da en todos los países desarrollados y en aquellos que están en vías de desarrollo pero próximos a llegar a su punto de madurez. Es lo que sucede en Chile, en México, en Perú y Colombia.
– ¿Y por qué eligieron este orden?
– México es el gran país de Latinoamérica, es el motor, y tarde o temprano teníamos que estar allí. En 2014 se produjo la reforma energética y nosotros ya estábamos preparados desde 2013, desarrollando proyectos para ponerlos en valor una vez se consolidara la reforma. Un año después entramos en Perú, donde se habían anunciado unas próximas subastas de licitaciones públicas. En 2016 nos adjudicamos un proyecto eólico.
En 2015, entramos en Colombia porque es donde se está produciendo una revolución de las renovables. Este país tiene un problema grave: más de un 70% de la generación de electricidad viene de la energía hidráulica. Se han dado cuenta de que no pueden tener esa dependencia, porque cuando hay sequía o inundaciones el precio de la electricidad se dispara. Ahora mismo el país está en plena reforma energética. Nosotros llevamos allí desde hace un año y medio, preparados para tener los desarrollos adecuados cuando finalice.
– ¿Están valorando entrar en otros países de América Latina?
– Ahora mismo Argentina está muy activa. Con el nuevo gobierno de Mauricio Macri parece que está yendo por el buen camino en la estabilización regulatoria. Ya ha habido algunas subastas en 2016 con la garantía del Banco Mundial, algo que es muy importante para dar cierto confort a la inversión internacional. También se han anunciado licitaciones para 2017, así que estaremos muy atentos.
Por otra parte, estamos consolidándonos en los países donde estamos presentes. Tanto Perú como Colombia han anunciado licitaciones para el próximo año. En México, la previsión es celebrar una subasta de renovables cada año para cumplir con el objetivo de que en 2025 el 25% de la energía generada en el país sea renovable.
– ¿Cuáles han sido los mayores retos en la internacionalización?
– Cada país es un mundo. El desarrollo de proyectos de energías renovables es un sector muy intensivo en capital, muy largo en el periodo de maduración de los proyectos y cada país tiene sus especificaciones. Puede parecer que somos una empresa joven, pero dentro de las renovables somos de los más maduros. En cada país te encuentras con situaciones muy diferentes, pero al final tienes que manejarlas de una manera similar para llevar a cabo el buen fin del desarrollo, al ready to build, a ese punto en el que tienes todos los permisos para construir y has conseguido que el banco vea viable tu proyecto. En ese momento ya puedes empezar la construcción.
– Entonces, ¿lo más complicado es la burocracia de cada país?
– Bueno, son pasos que tienes que ir dando. La burocracia es como en todos los países, nos ha pasado en España y nos ha pasado en América Latina, en mayor o menor medida. El mayor reto es empezar a desarrollar sin saber realmente cuándo vas a poder poner en valor tus proyectos y cómo. Para poder poner en valor un proyecto tienes tres formas: firmar un PPA privado (Power Purchase Agreement), un contrato con un comprador que sea un gran consumidor de energía; acudir a licitaciones públicas o privadas con el gobierno o con distintas eléctricas; o vender a mercado. El reto es encontrar el nicho de mercado para una empresa de tu magnitud, poder competir en un mercado con distintos tipos de compañías. En un mercado estás compitiendo con pequeños desarrolladores locales y en otros con las grandes compañías como Acciona o Iberdrola. Es saber encontrar tu posición en cada mercado.
– ¿Y en qué momento deciden meterse en el negocio de las energías renovables?
– Es una historia muy curiosa (se ríe). David Ruiz, que es el CEO y socio mayoritario de Grenergy, tenía otra empresa y decidió hacer un edificio respetuoso con el medio ambiente. Intentó poner paneles fotovoltaicos en el tejado y le dijeron que no podían ser para autoconsumo, que había una tarifa de unos 500 euros (535 dólares) por megavatio. Vio el nicho de mercado en un negocio que siempre había querido tener.
– ¿Cómo fueron esos primeros pasos en España?
– Empezamos con pequeñas promociones de 100 KW, que era lo que se estaba desarrollando más en España. Entre 2007 y 2008 se promulgó el primer Real Decreto en el país que aplicaba una tarifa al precio a los productos de energías renovables, fotovoltaica especialmente. En ese periodo pusimos en marcha cinco MW. Por aquel entonces, esa cantidad tenía un coste de construcción de siete millones de euros (unos 7,5 millones de dólares) por megavatio. Estamos hablando de 35 o 40 millones de euros (de 37,5 a 42,8 millones de dólares) que hoy en día sería el coste de unos 40 MW.
– En 2015 decidieron vender las dos últimas plantas solares de España, la de Ávila y la de Murcia. ¿Por qué?
– Fue una salida natural. Las plantas de Ávila y Totana (Murcia) fueron construidas en 2012. Las tuvimos tres años en operación y todo ese EBITDA que nos generó durante tres años se suma al EBITDA que te genera la venta de esos parques. Todo esto supone unos ingresos de caja muy importantes para, por ejemplo, construir los proyectos de Chile. Ese es un poco nuestro modelo de negocio: generamos, ingresamos por la generación de energía de nuestros proyectos en propiedad y, puntualmente, vamos rotando los activos.
– Actualmente, ¿cómo ve la situación de las renovables en España?
– Ahora mismo es una auténtica pena que el sector y el mercado de las renovables en España estén parados siendo el país que más recurso solar de Europa tiene con diferencia. Es inaudito que el año pasado se instalaran 55 MW de solar en España y dos GW, que son 2.000 MW en Inglaterra, que tiene un tercio del sol que tenemos nosotros. Hay cosas que son incongruentes.
«No necesitamos subvenciones, necesitamos cierta estabilidad regulatoria y una seguridad jurídica»
– ¿Y está viendo cambio?
– Sí, afortunadamente esto está cambiando. Tarde o temprano nos tenemos que dar cuenta del recurso ilimitado que tenemos aquí. Lo que no entendemos es cómo seguimos importando gas de Argelia, de Rusia, en Europa en general, teniendo aquí un recurso solar fantástico. ¿Por qué no hacemos una planta solar de 100 MW en Murcia y le proporcionamos electricidad a la fábrica de la Volkswagen en Wolfsburgo (Alemania), por ejemplo? Yo creo que es el futuro de la energía en Europa, que seamos los suministradores del continente y que veamos que aquí hay una forma de generación mucho más barata, más rentable y más segura que la actual. Las nucleares hay que dejarlas morir ya y sustituirlas por otro tipo de generación, fundamentalmente renovable.
– ¿Por qué cree que no se produce del todo ese cambio de mentalidad?
– Se está cambiando, aunque ha costado. Se hicieron cosas muy mal en el año 2007, como dar demasiada prima y tarifa a las renovables. Se hicieron unas estimaciones de que se iban a instalar 500 MW en cinco años y se instalaron 3.000 MW en seis meses. Eso no hay modelo económico que lo aguante. Ahora se está volviendo al buen camino. Ya se han anunciado unas subastas de 3.000 MW de renovables en este año para cumplir con los compromisos de Bruselas. Es un primer paso para abrir de nuevo el camino a las renovables.
– En 2015 salieron a Bolsa en el Mercado Bursátil Alternativo. ¿Qué les ha aportado esta decisión?
– La verdad es que ha sido un gran paso en la historia de la compañía en el sentido de que nos ha aportado mayor visibilidad en el mercado internacional. En Chile, por ejemplo, para conseguir nuestras primeras financiaciones sin deuda al accionista ha sido muy importante porque hemos aportado una visibilidad y una transparencia de nuestros balances que anteriormente no teníamos. Nos ha abierto muchas puertas, nos ha dado nombre, nos ha dado publicidad y nos ha reforzado el balance. Una entrada minoritaria de inversores nos ha aportado robustez al balance y nos ha permitido hacer un crecimiento exponencial con el desarrollo y la construcción de nuestros proyectos.