Daniel Gómez (ALN).- El VAR no trajo la justicia divina al fútbol, pero sí revolvió las emociones. Por ejemplo: ahora el gol se celebra dos veces, cuando lo marcan, y cuando el árbitro lo confirma. Pero, ¿y si lo anula? En este caso una cosa está clara: que al menos por un instante las pulsaciones se detienen.
El árbitro asistente de video, videoarbitraje, o simplemente VAR, irrumpió en el fútbol para evitar errores humanos manifiestos. “Flagrantes”, como le gusta decir a los puristas.
El VAR vino para impartir justicia, y así lo demostró en el verano de 2018 en el Mundial de Rusia. Ahí la experiencia con el sistema de videoarbitraje fue impoluta. No hubo ni un error de bulto, lo cual fue debido a que los jueces no temieron consultar las repeticiones en momentos de duda.
En Rusia el VAR también tuvo suerte. Las jugadas que se revisaron eran claras. Eran blanco o negro. No había duda de que la decisión del árbitro fuese un acierto, y por tanto la decisión debía continuar. O, por el contrario, que el dictamen era un error, por lo que había que rectificar.
Este antecedente convirtió al VAR en una especie de juez divino. Que nunca se equivoca. Pero luego, cuando el videoarbitraje llegó a los campeonatos nacionales, así como a la Champions League, ha demostrado que en el fútbol la justicia no existe.
El ejemplo del Ajax-Real Madrid
Muchos cuestionaron la victoria del Real Madrid ante el Ajax de Amsterdam por 1-2 este miércoles. Era la primera parte. Empate a cero en el marcador. Córner a favor del equipo holandés. Gol. Merecido porque el equipo había impuesto una fuerte presión en la primera mitad sobre los blancos, vestidos de negro porque eran visitantes.
El fútbol seguirá siendo fútbol. Pero mejorado. Con menos índice de error. Y es que hay que entender que este deporte son emociones. Alegría. Rabia. Envidia. Y el videoarbitraje sin duda las exalta
El tanto fue una catarsis. El Ajax puso el mismo ímpetu con el que jugó en celebrar ese gol. Mientras los muchachos se abrazaban con una grada exaltada, que no paró de animar en todo el encuentro, el árbitro se echó la mano a la oreja, donde tiene el auricular que le conecta con la sala de videoarbitraje.
Tras unos minutos de conversación, el árbitro levantó la mano en señal de fuera de juego. No fue gol. Según el criterio de los jueces, un jugador holandés que se encontraba en posición antirreglamentaria entorpeció la salida del portero del Real Madrid, limitando sus opciones de detener la pelota.
Por eso se anuló el gol, y el impetuoso Ajax se volvió taciturno. Mientras, sus aficionados, así como los contrarios al Real Madrid, pasaron del éxtasis a la rabia. ¿Cómo es posible que un jugador que no participó en la jugada, que apenas molestó al portero, esté en fuera de juego?
El fútbol sigue siendo fútbol
La duda persiste. Porque se dio lo que no ocurrió en el Mundial. Que una de las jugadas que juzgo el VAR no fuera incuestionable, sino interpretable. Y eso abre la puerta al error humano. Los madridistas dirán que fue gol. Los antimadridistas que no. Quienes se mantengan objetivos no darán su juicio para no meterse en problemas. Y el fútbol seguirá siendo fútbol. Pero mejorado. Con menos índice de error.
Y es que hay que entender que fútbol son emociones. Alegría. Rabia. Envidia. Y el viodeoarbitraje sin duda las exalta.
Por ejemplo: ahora los goles se celebran dos veces. Cuando se marca. Y cuando el árbitro lo confirma. A veces entre un momento y otro transcurre un lapso de minutos que para algunos se traducen en horas.
Imagínese un pulsómetro en ese momento que detecte las pulsaciones del corazón. Disparadas cuando marca el gol. Lentas, expectantes, mientras el árbitro lo comprueba. Altas de nuevo si el árbitro lo confirma. Sin latidos si finalmente decide anularlo.
Los goles se celebran dos veces, y los errores enfurecen más. Errores que muchas veces no son tal cosa. Sino interpretaciones erróneas de los aficionados, cegados por sus colores.