Mariveni Rodríguez (ALN).- En ‘Flamenco Utrópico’, su más reciente disco, el guitarrista brasileño David Tavares, residenciado en Granada, España, materializa la utopía de editar un álbum a ambos lados del charco. Grabado, en parte, en Brasil, con músicos de la talla de Endrigo Bettega y André Prodóssimo y, otra parte, en España, también con excelentes músicos españoles. Hay en esta producción musical fusión, versiones, bossa nova, jazz, mucho flamenco y arpegios clásicos. Porque desde que, a sus tempranos ocho años, empezara a tocar la guitarra, Tavares vive para cultivarse. Para abrir ese abanico de sonoridades que sólo los músicos saben trasmitir cuando cierran los ojos y despiertan todos los sentidos. “La inspiración llega con el instrumento en la mano”, dice.
“Mi camino es, a la vez, armonioso, melodioso, sencillo y sofisticado. Con identidad. Aun cuando se sienta la influencia de los músicos que admiro, Paco de Lucía o Manuel de Falla, entre unos y otros voy procurando hacer algo que sorprenda. A los brasileños nos gusta ser virtuosos”, dice el guitarrista David Tavares reconociendo sus dotes y, por qué no, también sus aportes humildes a la música.
Su disco Flamenco Utrópico se ha quedado suspendido, sin poder promocionarlo. La crisis del coronavirus ha afectado su salida al mercado. No obstante, él sigue componiendo nuevos acordes y arreglos. Mientras, este álbum puede escucharse en plataformas como Spotify, YouTube o en emisoras españolas alternativas como Radio 3.
Tavares comenzó su formación en Brasil con su hermano y su tío. En 1982, inicia estudios formales de guitarra clásica en el Conservatorio de Música Villa-Lobos de la ciudad de Curitiba bajo la dirección del maestro Valdomiro Prodóssimo. En España empieza a estudiar guitarra flamenca con Oscar Luis Herrero. Y tres años más tarde es invitado por el maestro Herrero para acompañarle en sus actuaciones.
De Brasil a Granada
“Vine a Madrid porque me gustaba el estilo de Paco de Lucía y me enamoré de la guitarra flamenca. En aquella época no había las herramientas digitales de ahora y sólo podía estudiar mediante discos y nada más”, recuerda Tavares pasando página de esta época que ya parece muy lejana en su recorrido. Actualmente vive en Granada.
De esto hace más de 30 años. Gobernaba en Brasil Fernando Collor de Mello (1990-1992), con una economía marcada por la recesión. Por la aplicación de un plan de reestructuración con privatizaciones de empresas, corrupción, confiscación temporal de ahorros bancarios y recortes en programas sociales que terminaron por someterlo al segundo proceso de impeachment de América Latina. “Así que reuniendo la rabia que sentimos las personas cuando nuestros países son tratados como repúblicas bananeras y vives en semidemocracias, la mejor salida para un músico es el aeropuerto”, critica Tavares sin empacho.
Cuando caen las monedas, esa es tu beca
“Cuando vine tenía miedo de tocar en las calles. Vengo de un país más violento. Pero aquí, en cambio, tocar la guitarra en la calle es como llevar un crucifijo: la gente te respeta. Toqué en el Metro de Madrid y cuando empezaron a caer las monedas me dije: aquí está mi beca. Posteriormente me presentaron a la cantante Dina Flores y me subí al escenario de El rincón del arte nuevo, sitio mítico de Madrid. Allí comencé a tocar música en directo y conecté con músicos de España y del gueto brasileño”.
El resto es la partitura de todo músico que quiera hacer carrera. Formarse, dedicar muchas horas a repetir las mismas escalas y salir al ruedo. “Así comencé el circuito de giras con Carlos Cano, Rafael Morales, Antón Jiménez. He compartido escena con Salvador Gutiérrez, André Prodóssimo, Beatrice Binotti, Michael Olivera, Manuel Machado, Reinier Elizarde ‘El Negrón’, Iván Mellén, entre otros”, comenta.
David Tavares, nació en Guarapuava, Brasil. Y desde que llegó a Madrid, en 1987, ha editado varios álbumes. Ni tan Rey, ni tan ratón; Un toque de color; Un brasileño en Madrid; y este último, Flamenco Utrópico, editado por el sello Youkali Music, en 2020. Desde 1988 ha participado en diversos festivales nacionales e internacionales: Festival de Música Iberoamericana de Trujillo (1988), Festival de Música de Berlín (1991), Festival de Cannes: Guitares Passion (1993), Yamaha Music Quest Festival (Japón, 1994), Festival de Guitarra Marruecos y Canarias (2001-2002), entre otros.
España era la meca de la guitarra. Así, entre seguiriyas cargadas de sentimiento y soleás solemnes, David Tavares se desplaza por todos los ritmos y palos del flamenco. Y con él su larga cabellera aflamencada.
España le abrió los ojos
“Me gustó siempre mucho la interpretación que del flamenco hacía Paco de Lucía. También me gustaba la bohemia europea. Ya sabes… La noche, los cafés y bares, el idioma, los viajes, los escenarios, la guitarra flamenca y la clásica”, destaca Tavares mientras su rostro se ilumina repasando noches de alegría con cantantes como Carmen Paris, el saxofonista Paquito D’Rivera o la actriz Victoria Abril.
“Al principio sólo quería aprender del flamenco. Pero sin querer ya traes tu cultura, esta mezcla que viene de la bossa nova, el jazz. El propio medio te recuerda que eres brasileño. Ciertamente la gente quería ver qué traía yo y me abrieron los ojos. Allí salió de mí eso que tienes dentro porque está en tus propios conocimientos. Tengo la suerte de tener ese bagaje. Porque la música culta brasileña tiene mucha tradición y exponentes (Vinicius de Moraes, Baden Powell, Toquinho, D’Javan, Caetano Veloso, tantos…). Miré, entonces, a través de ese prisma. Y allí empecé a componer flamenco con este acento brasileño. Así salió todo lo que hago. Porque a los brasileños nos gusta gustar. Me gusta que mi música guste y mucho, incluso las versiones que interpreto”, dice esperando poder hacer conciertos en directo.
En este momento el pentagrama se abre en su pensamiento, corcheas blancas, negras y los ritmos mestizos juegan a seis cuerdas en sus manos. Surgen composiciones como ‘Gaucho Vegano’ o ‘Abarrocao’, un tributo a J.S. Bach; y los ojos de David Tavares se cierran para entregarse a un mundo lúdico que le hace sonreír en silencio.