Juan Carlos Zapata (ALN).- Camilo José Cela llevaba alrededor de 30 años sin visitar a Venezuela. Lo había hecho a mediados de 1953. Y de esa visita nació La Catira, una novela polémica, de la que siempre se dijo fue un encargo del dictador Marcos Pérez Jiménez, publicada en 1955. Volvía a Caracas para participar en un simposio sobre Charles Darwin con una ponencia que desde el título despertaba la curiosidad: El erotismo en frío. Pero antes del evento, ocurrió este episodio, y en televisión.
Camilo José Cela aun no era Premio Nobel de Literatura. Pero llegaba con todas las expectativas. El tiempo no lo bastaba para conceder tantas entrevistas, y siempre le preguntaban sobre La Catira. Con Sofía Imber y Carlos Rangel la conversación se enfocó en el tema que le correspondía cerrar esa misma noche el simposio.
Dijo que primero había pensado exponer sobre el lenguaje. Pero que después pensó más bien en el erotismo para ponerle un toque de ironía al evento. “Ha habido mucha sabiduría en el simposio”, dijo. Sobre el erotismo en frío volvió a exponer en Madrid en 1984 y en esa ocasión destacó, según crónica de El País, “la dificultad de «enfrentarnos en frío a algo de por sí caliente». La entrevista con Sofía Imber y Carlos Rangel se produjo en el programa Buenos días en la mañana del 16 de noviembre de 1982, en el canal Venevisión del Grupo Cisneros.
Hablaron sobre las palabas perdidas. Entraron en el terreno de la dominación política mediante el sexo. Carlos Rangel, intelectual, de tendencia liberal, y Sofía Imber, periodista de trayectoria, fundadora del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, al que volvió una referencia en el continente. La entrevista se puede consultar en el archivo digital del Centro de Comunicación de la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas.
Camilo José Cela se dejaba llevar, cómodo con el tema: “Cuando ven que fracasan del ombligo para arriba, entonces se meten a trabajar del ombligo para abajo, a ver si lo consiguen y apoyados probablemente por las iglesias”, señaló Cela cuando Imber comentó que “hay dictaduras que quieren dominar del ombligo para arriba y otras del ombligo para abajo”, y Rangel señalaba la tendencia en países totalitarios como la Unión Soviética a perseguir lo que los comunistas llamaban el sexo desviado. Para Cela, la persecución procedía contra todo el sexo por razones políticas y sociales, y luego contra el “desviado” ya que era más fácil demostrar “su conveniencia o no conveniencia”.
-Quieren gobernar al pueblo de la cintura para abajo en zonas o comarcas fisiológicas que se gobiernan solas -apuntó Cela.
Estaban en el terreno del escritor. Que venía también de analizar la sexofobia en España. “Fue una sexofobia preconizada desde el poder y no compartida por lo común, por el pueblo español, porque fíjese que el pueblo español en todos sus estamentos fue más bien todo lo contrario. Repásese la literatura, desde los dos arciprestes, el de Talavera y el de Hita, hasta nuestros días. Ahora bien, sí era un sexófobo manifiesto Felipe II, como lo fueron en los tiempos modernos todos los dictadores”.
Agregó que los intentos de dominación por el sexo “casi siempre fallan y eso lo intentó en España, no sé si en Venezuela, lo intentaron los jesuitas con los niños, pero con un fracaso rotundo y absoluto”.
Fue entonces cuando recordaron los años del destape, que ya por esa época había remitido. Camilo José Cela precisó que “yo dije a raíz del destape que hubo una eclosión de revistas pornográficas en España, era algo terrible. Yo dije que no debe preocuparse nadie”.
Su argumento iba con la lógica de que lo nuevo despierta la curiosidad y se convierte “en un sarampión”. Y dentro de la propia lógica, aseguraba que “cuando los españoles recuerden de nuevo que las mujeres tienen dos tetas, una a cada lado y más o menos del mismo tamaño, dejarán de ver estas revistas. Y ya se están cerrando muchas. No fue más que una eclosión y fue producto del destape general en España”.
Dos tetas. Una de cada lado dijo don Camilo, como buen conocedor del asunto. Pero Sofía Imber escuchó mal, e intervino con la intención de que corrigiera el supuesto error.
-Una de cada lado.
Sorprendido, Camilo José Cela pregunta:
–¿Yo qué dije, qué dije?
-Dos de cada lado.
El instante fue de gracia, ocurrencia y risas. Pero la respuesta de Camilo José Cela no podía ser de otra manera, y escucharla ahora o leerla ahora, casi cuatro décadas después, también obliga a reír. Don Camilo José Cela tenía que reaccionar en consecuencia con su estilo, natural y erudito, manifestado en verbo ágil y ácido. La “corrección” fue rápida y afortunada.
-Yo las prefiero con una de cada lado. Fue un lapsus.
Y para evitar que le “inventaran” otro lapsus, y entre carcajadas de Sofía Imber, cerró el tema del destape español señalando que “creo fue una eclosión, creo que las aguas volverán a su cauce, y no se volverá aquello de vivir, naturalmente, tapados que me parecía excesivo, tampoco a andar todos en cueros y más o menos lascivos por la vida. Creo que se restaurará un equilibrio, un equilibrio que por otra parte, estimo saludable”.