Antonio José Chinchetru (ALN).- Nicolás Maduro es experto en lograr titulares de prensa a costa de aumentar el aislamiento internacional. Su apoyo al independentismo catalán choca con la defensa de la unidad de España mostrada por casi todos los gobiernos latinoamericanos. Lo hacen por compartir valores democráticos, pero también influye la protección de los intereses de sus propios países.
Parafraseando a Golda Mair, Nicolás Maduro no pierde ninguna oportunidad de perder una oportunidad de mantener un discreto silencio. El presidente venezolano acusó este martes al Gobierno de España de “mantener presos políticos” debido a la detención, por orden judicial, de dos líderes independentistas catalanes que están siendo juzgados por su implicación en actos delictivos. La falaz imputación la pronunció un autócrata en cuyo país hay 419 casos que sí responden a esa triste categoría, según los datos de la ONG Foro Penal actualizados al 8 de octubre. Su apoyo al secesionismo le aísla todavía más del conjunto de la comunidad internacional y, sobre todo, del resto de Latinoamérica.
Las declaraciones de Maduro, quien ha llegado a proclamar “Cataluña vencerá” y se ha fotografiado con una bandera usada por los independentistas de izquierdas, se han convertido ya en un clásico de la antidiplomacia verbal que practica el inquilino del Palacio de Miraflores. En realidad, se trata de un mero producto de consumo interno. Está destinado a alimentar las pasiones nacionalistas de los chavistas nutriendo la imagen de un supuesto enemigo exterior personificado en Mariano Rajoy, al que se trata de vincular con la oposición democrática venezolana.
Los pocos aliados que le quedan a Maduro en América Latina guardan un prudente silencio sobre Cataluña
Cada uno de estos exabruptos es, además, una mala noticia para el independentismo catalán, puesto que su imagen no puede sino empeorar debido a que Maduro es el único gobernante mundial que apoya el reto lanzado por los secesionistas. Aunque dirigentes de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) y de la ultraizquierdista Candidatura de Unidad Popular (CUP) han mostrado sus simpatías por el gobernante venezolano, al Partido Demócrata Europeo Catalán (PDeCAT) de Carles Puigdemont le incomoda este apoyo.
La coordinadora general del PDeCAT, Marta Pascal, lo dejó claro en abril de este año. El autócrata se había fotografiado con una estelada roja, la bandera independentista usada por los sectores de izquierdas, y Pascal dijo en Twitter: “Si alguien cree que suma haciendo que Maduro se haga una foto con la estelada es que no ha entendido nada, absolutamente nada. ¡Qué grave error!”.
Oleada de apoyos a España en América Latina
La postura de Maduro no sólo demuestra un cinismo absoluto, dado que se trata de un gobernante que trata a gran parte de su población como fuerzas enemigas en un escenario de guerra, y daña a quien se supone que pretende ayudar. También deja en evidencia su creciente soledad en América Latina. Los pocos aliados que le quedan en la zona guardan un prudente silencio. Es el caso del boliviano Evo Morales, el nicaragüense Daniel Ortega y el ecuatoriano Lenín Moreno, cuyo respaldo a Maduro ya se ha resquebrajado en buena medida. La práctica totalidad del resto de gobiernos de la región ha mostrado de forma pública su apoyo a la unidad del España y el mantenimiento del orden constitucional.
La lista de gobiernos que han emitido en el presente mes comunicados en este sentido es larga. Perú lo ha hecho en dos ocasiones. México también lo ha hecho por partida doble, y el propio Enrique Peña Nieto declaró el 13 de octubre: “México se ha pronunciado a favor de una sola España y en caso de una decisión unilateral México no reconocerá a Cataluña como una nación independiente. Es la posición de México y la hemos hecho una y otra vez y tengo la oportunidad de compartirla”.
Otros que han emitido mensajes a favor de la unidad de España y el orden constitucional son: Chile, Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay, Costa Rica y Guatemala. Se le suma Paraguay. Este país no sólo emitió un comunicado; su vicecanciller, Farah Urrutia, dijo en la recepción en la Embajada de España con motivo de la Fiesta Nacional del 12 de octubre que cualquier solución “debe darse dentro del respeto de la Constitución Española” y que “una España unida será siempre una España fuerte”.
Como Estados Unidos, la Unión Europea y los gobiernos del Viejo Continente, la inmensa mayoría de las democracias latinoamericanas ha tomado firme partido por la unidad de España y el respeto a su sistema constitucional. Los motivos de este apoyo son diversos.
Por una parte, está el hecho de que se comparten los valores democráticos reflejados en sus ordenamientos jurídicos y sus sistemas políticos. Por otra, en el caso de Latinoamérica resulta evidente que ningún Gobierno va a poner en riesgo sus relaciones con España. Este país es el segundo inversor mundial en la región, tan sólo superado por Estados Unidos. Según datos ofrecidos en abril de este año por la secretaria de Estado de Comercio española, María Luisa Poncela, en aquel momento las inversiones productivas en la zona procedentes de España suman unos 125.000 millones de euros (133.000 millones de dólares), un tercio de las que recibe de todo el mundo.
Como EEUU y la UE, la inmensa mayoría de las democracias latinoamericanas ha tomado firme partido por la unidad de España
A la importancia de las relaciones económicas bilaterales puras, hay que sumar el papel de España en la Unión Europea. En esta organización existe un reparto de poder no oficial, pero sí real, en las relaciones con el resto del mundo. Y en dicho reparto, el Gobierno de Madrid tiene la voz cantante en lo que respecta a Latinoamérica. Por lo tanto, un empeoramiento de las relaciones con España implica de forma automática que este se traslade al conjunto de la UE.
Frenar los independentismos futuros
Para finalizar, aunque en América Latina no hay movimientos independentistas tan implantados como los que existen en varios países de Europa, la región no es inmune al fenómeno. En muchos casos se trata de activismo regionalista que podría derivar en secesionismo a largo plazo, que cobraría mayor fuerza por imitación si Cataluña se separara de España. Es el caso de los mapuches en Argentina y, sobre todo, en Chile.
Este país tiene que hacer frente a las veleidades independentistas de una parte muy pequeña de la población de la Isla de Pascua. El alcalde de esta isla, Pedro Edmunds Paoa, dijo en una entrevista con El Mercurio de Valparaíso que se identifica con lo que ocurre en la región española y que mantiene contactos con dirigentes independentistas.
Otros ejemplos destacados son los de la región de Santa Cruz en Bolivia y los dos movimientos independentistas existentes en Brasil. Afectan, por una parte, a la región formada por los estados de Paraná, Santa Catalina y Río Grande del Sur y, por otra, a Sao Paulo, la región más rica del país.
Ningún gobernante latinoamericano va a secundar a Maduro en su extemporáneo apoyo al independentismo catalán. No lo harán por compartir, al menos la mayor parte de ellos, los valores democráticos de España. Y, si no fuera suficiente con ello, por no atentar contra los propios intereses de sus países.