Daniel Gómez (ALN).- Hoy la Arepera Caracas es un moderno restaurante ubicado en el Centro Comercial Carrefour de Añaza, en Tenerife, Canarias. Hace 53 años era un local perdido en las callejuelas de la capital tinerfeña que consiguió sus primeros clientes gracias al buen olor de sus arepas, asadas. La familia que lo ha gestionado todo este tiempo cuenta al diario ALnavío su historia.
Tres generaciones de canarios dirigen la Arepera Caracas, la más antigua de Canarias, de España, y la más antigua que se ha abierto nunca fuera de Venezuela.
La historia se la cuentan a ALnavío la familia Vera-Linares. La fundadora. Y se la cuentan las tres generaciones: Antonia, de 80 años, que junto a su marido Eugenio, ya fallecido, fue la pionera; su hija Beatriz, de 60 años, y madre de Jesús, quien, con 34 años, está ahora a cargo del negocio.
Todo comenzó hace 65 años en Venezuela, hacia donde Antonia y Eugenio, canarios, migraron en busca de oportunidades. No se conocían de antes. Se conocieron allá, y allá formaron una familia y un primer negocio: una quincalla, una especie de bazar en el que vendían juguetes, ropa, telas, utensilios…
“Fuimos allá a ganarnos la vida”, cuenta la abuela Antonia.
Los dos niños que tuvieron en Venezuela fueron rubios, de ojos claros, y eso no era una buena señal. Por aquel entonces en el país latinoamericanos eran comunes los raptos a críos con rasgos caucásicos. Ese miedo, esa inseguridad, fue lo que hizo que esta familia regresara a Canarias. Concretamente a Tenerife.
Era principios de los 60. Si ya de por sí en España escaseaban los productos de exportación por la dictadura franquista, en las Islas Canarias, un archipiélago más cercano a África que a Europa, este aislamiento era todavía más acentuado. Allí ni siquiera sabían lo que era una pizza. Imaginen entonces una arepa… Pero el matrimonio no tuvo miedo y se lanzó a la aventura.
Entonces, al volver de Venezuela, Eugenio se puso a trabajar como camarero en un bar de un pariente. Tanto trabajaba que se dio cuenta de que tenía más responsabilidades que el propio dueño y fue en ese momento cuando dijo basta y se lanzó por su cuenta.
Eugenio, con habilidad y visión para los negocios de su pasado como comerciante en Venezuela, y Antonia, conocida por su buena mano en la cocina, se hicieron con un local ubicado en una callejuela de la capital, Santa Cruz de Tenerife.
La zona no era muy transitada, y, de hecho, tenían el antecedente que el negocio que estaba allí quebró por falta de clientela. Pronto los amigos y conocidos del matrimonio les dijeron que lo que estaban haciendo era una mala idea. Que no iban a triunfar. Y se equivocaron. Con los Vera-Linares siempre se equivocaron.
No obstante, para triunfar, el matrimonio antes tuvo que resolver un problema. Que el local que se convirtiera en un sitio concurrido para que no cayera en desgracia. Entonces a Antonia se le ocurrió lo siguiente.
“Lo que hacía era cocinar platos que dieran olor y que despertaran la curiosidad de la gente. Entonces me puse a cocinar arepas asadas y funcionó”, explica la abuela a este diario.
Y tanto que funcionó. Poco a poco, atraídos por el olor de las arepas, la gente comenzó a acudir al local y a pedir de aquello que olía tan bien. Las arepas. Arepas que gustaban, y gustaban tanto que de repente un día se agotaron.
– No quedan más, le dijo Eugenio a un cliente, pero pronto pensó: que Antonia, con los pocos ingredientes que le quedaban, cocinara las arepas fritas porque se hacen antes y, además, en su opinión, están más ricas.
-Sí que lo están, dijo el cliente que esperó a la proposición de Eugenio para tomar su arepa frita.
Así comenzó la andadura de Arepera Caracas que, abierta el 4 de abril de 1966, es la más antigua abierta nunca fuera de Venezuela, tal como ha cotejado Jesús.
Hoy la Arepera Caracas poco se parece a la de entonces. Ni siquiera está en el mismo sitio. Ahora ocupa un local en el Centro Comercial Carrefour de Añaza de lo más moderno. En tecnología, nada le tiene que envidar a un McDonald’s o a un Burger King. Todo esto es gracias a Jesús, quien emprendió el proceso de modernización del local hasta el punto de que la Arepera Caracas tiene hasta su propia aplicación para controlar lo pedidos. Pero para llegar a este punto, todavía queda historia que contar.
Los productos se los enviaban de Venezuela en baúles
Eugenio y Antonia fueron unos pioneros, con lo que ello supone. En aquellos tiempos, los supermercados no vendían harinapan ni ningún tipo de producto venezolanos. Lo que hacía el matrimonio para conseguirlo era enviar dinero a Venezuela, y a través de un familiar, en baúles, les mandaban la harina de arepa, y otros productos como la cerveza Polar y la Zulia. Eso llevó al matrimonio también a ser pioneros en la exportación de bienes venezolanos a España.
Uno de los recuerdos de Beatriz tiene de entonces es ver cómo la gente venía de otras para llevarse los productos de la arepera de sus padres. “Me acuerdo como venían a llevarse arepas, hallacas, la salsa guasacaca, porque eran mi padre y mi madre los únicos que los tenían por Canarias”.
El matrimonio fue pionero con las arepas, y también con las hallacas. “Recuerdo una Navidad en la que nos encargaron más de 700 hallacas”, dice Beatriz. Este plato venezolano, que se envuelve en hoja de platanera, supuso toda una revolución. La gente no sabía lo que era, ni tampoco sabía como se comía. Alguno en sus primeros intentos trató de comerse el envoltorio, que es la hoja de platanera.
No obstante, el negocio estrella era el de la arepera. Luego de la Arepera Caracas, se abrieron las puertas y otros locales similares se empezaron a abrir por la isla y por el archipiélago. Aunque el local de referencia era el de Eugenio y Antonia. La Billo’s Caracas Boys, una de las orquestas más famosas de Venezuela e invitada habitual al Carnaval de Santa Cruz de Tenerife, uno de los más famosos del mundo, siempre se pasaba por la Arepera Caracas para tomar su arepa. “Venían ellos, los que hacían la novela Cristal, famosos españoles como Miguel de la Quadra-Salcedo, expresidentes…”, recuerda la abuela.
Cuenta Beatriz que sus padres abrieron más areperas por Tenerife. Una que se la dejaron a unos primos y se llamó La Guaira. Otra que gestionaron ellos mismos en Candelaria, y que la llamaron Arepera Caracas II. “Recuerdo un día de la madre, un año después de abrir el local, que entró tanta gente al restaurante que no dimos abasto”.
La tercera arepera la abrieron por iniciativa de Beatriz. A principios de los 90, cuando inauguraron el centro comercial que hoy se conoce como el Carrefour de Añaza, Beatriz se enamoró de la vida que tenían aquellos grandes almacenes y decidió que allí quería montar un negocio. Su primera idea era poner una tienda de ropa, pero pronto su padre la convenció para abrir otra arepera, la Arepera Caracas III, la única Arepera Caracas que hoy queda en Tenerife.
Cuando Eugenio se jubiló, decidió traspasar los otros negocios, por lo que el único que conserva es el del centro comercial. “Mi padre se deshizo los negocios no por fracasos, sino porque no podía hacerse cargo de todo”.
La Arepera Caracas sigue viva. Y la salud del negocio marcha viento en popa. Dicen al diario ALnavío es la constancia, y la calidad de la comida. “Todos los productos los elaboramos nosotros. El gusto de nuestra comida es lo que nos ha mantenido donde estamos. Donde seguimos”, apunta Jesús, ahora el guardián de la arepera más antigua.