Pedro Benítez (ALN).- A veces los países deciden perjudicarse gratuitamente. Según estimaciones de la OCDE las economías de España y el Reino Unido cerrarán este 2020 con las peores caídas del PIB entre todos los países desarrollados: -11,6% y -11,2% respectivamente. Puede que no sea por coincidencia. La agenda pública de estas dos sociedades ha estado ocupada en los últimos años en cualquier cosa menos en lo realmente importante.
En 1997 el entonces presidente del gobierno de España José María Aznar acuñó una frase que pasó a la historia: “España va bien”. Efectivamente, entre el fin de la crisis española de 1993 y la crisis mundial que empezó en 2008, este país vivió uno de los periodos de expansión económica más importantes de su historia. Se incorporó al euro y completó su plena modernización en el seno de Europa.
23 años después se puede decir lo contrario. A España, que nunca terminó de recuperarse plenamente de la dura crisis iniciada en 2008, le ha llegado un nuevo mazazo económico como secuela de la pandemia de covid-19.
Según estimaciones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), España tendrá al cierre de este 2020 la mayor caída del PIB del mundo desarrollado con un -11,6%. Esto viene a confirmar otros datos que indican un fuerte repunte del desempleo durante los meses de octubre y noviembre, un incremento del cierre de empresas, así como del déficit y la deuda pública.
En las estimaciones de la OCDE España crecerá en 2021 la mitad de lo previsto por el gobierno y en el mejor de los casos su recuperación en firme arrancará en 2023.
La respuesta del gobierno de coalición que preside Pedro Sánchez a esta situación ha sido anunciar más impuestos y más gasto público.
Por supuesto, España no es el único país que sufre esta crisis que, como sabemos, es consecuencia de las restricciones impuestas en casi toda Europa para controlar la pandemia. Sin embargo, tal como ocurrió con la crisis económica mundial que arrancó en 2008, España vuelve a ser entre todas las grandes economías del mundo la que se lleva la peor parte con un síntoma que es una constante: la destrucción masiva de empleo.
Así por ejemplo, según las mismas estimaciones de la OCDE, en países europeos como Lituania o Irlanda la caída del PIB se moverá en torno al -3% este año.
Dicho lo anterior, la pregunta obligada es por qué una crisis económica internacional golpea con más fuerza a España que a los demás países de Europa occidental.
La crisis 2008-2014 con sus altísimas tasas de desempleo provocó ese debate entre los economistas. Desde entonces unos le han atribuido la causa a la “estructura productiva” de la economía española, muy orientada al turismo y a la inversión inmobiliaria. Los liberales ponen el acento en el exceso de regulaciones, en los impuestos y el gasto público altos, así como en un mercado laboral tradicionalmente poco flexible.
Sea cual sea la razón, lo que parece evidente al que sigue la actualidad política española es que la opinión pública y sus políticos se han dedicado a cualquier otro tema a lo largo de la última década menos a corregir las causas de la última gran crisis.
Si como afirma el consenso general la extensión y gravedad de la crisis iniciada en 2008 (España no salió oficialmente de ella hasta 2014) se debieron a la excesiva inversión en el sector inmobiliario (la famosa burbuja inmobiliaria), pues el país ha tenido una década para prepararse ante la siguiente crisis.
Cualquier estudiante de primer año de economía sabe que esta funciona en ciclos. Años de vacas gordas seguidos por otros de vacas flacas.
No obstante, las reformas económicas para potenciar su sector exportador, o la necesidad de atraer inversiones en otros nuevos que generen riqueza, no han dominado el debate público.
Por el contrario, los temas diarios han sido la interminable disputa sobre el independentismo catalán, la exhumación de los restos del dictador Francisco Franco fallecido hace 45 años, o las recriminaciones mutuas sobre la real o presunta corrupción de la clase política. Todos estos temas han sido usados como armas arrojadizas para golpear al adversario. A la progresiva intoxicación de la disputa política se sumó el manejo de la pandemia.
El Reino Unido y el Brexit
Curiosamente la otra gran economía europea con un desplome casi similar al de España en este 2020 es el Reino Unido: -11,2%. La diferencia entre los dos países es la orientación ideológica de sus gobiernos. En el primero hay uno con una agenda de izquierda, en el segundo caso gobierna el partido conservador con un programa económico liberal. Sin embargo, los dos países se parecen en una cosa: llevaban años ocupando sus respectivas agendas públicas con temas que objetivamente no ayudan, por no decir que directamente perjudican, la confianza en su economía.
Es lo que lleva haciendo el Reino Unido desde que decidió sumergirse en el interminable enredo del Brexit en 2016. Los británicos, alentados por el ala más conservadora y tradicionalista de su espectro político, votaron en referéndum por salirse de la mejor zona de libre comercio del mundo que es la de la Unión Europea.
Los promotores del Brexit aseguraban que el país le aportaba a la Unión Europea más de lo que recibía, razón por la cual se ahorraría millones de libras esterlinas con su salida. Esos datos después se demostraron falsos. También fueron falsas las promesas de una negociación exprés. El Brexit le ha causado todo tipo de problemas gratuitos al Reino Unido, desde migración, movimientos de capitales y mercancías, hasta la amenaza por parte de Escocia de solicitar un nuevo referéndum independentista.
Luego de tres gobiernos conservadores y una elección general la pandemia de covid-19 agarró al primer ministro Boris Johnson sin poder cumplir su promesa central, y el Reino Unido sigue con un pie dentro de la Unión Europea y el otro no se sabe dónde.
Es decir, un ejemplo de cómo una sociedad se puede perjudicar a sí misma creándose problemas gratuitos, cuando no distrayéndose de sus problemas esenciales.
Es lo que ha venido haciendo España. ¿Cuánto le ha costado económicamente a la propia Cataluña la disputa por la secesión? Tiempo y recursos perdidos.
¿No han debido el PP y el PSOE formar una “gran coalición” al estilo alemán, como ha estado pidiendo el expresidente Felipe González, a fin de afrontar las grandes reformas que necesita España?
Mientras esta pregunta sigue sin respuesta la pandemia se transformó, como era previsible, en crisis económica; así como es también previsible que esta se transforme a la vuelta de unos meses en una crisis política. El tiempo siempre nos alcanza.