Caleb Zuleta (ALN).- Bolivia, Ecuador, Argentina, Brasil, Colombia, Guyana, México y Venezuela. Estos países figuran en la línea de los más afectados por la caída de los precios del petróleo y el gas. Costos de producción, baja en los ingresos fiscales, presupuestos deficitarios, proyectos inviables de explotación petrolera. Todo se mezcla en esta nueva realidad, en esta crisis que deja el coronavirus a nivel mundial y de la cual América Latina no puede escapar.
El impacto de la caída de los precios del petróleo y el gas limita los recursos para enfrentar la urgencia sanitaria pero también “para activar medidas de estímulo y propiciar la recuperación económica”. Los precios bajos paralizan planes de inversión y hacen inviables proyectos para la producción de petróleo y refino. Los precios bajos afectan las cuentas de las compañías y hacen visible sus debilidades operativas. Los precios bajos del petróleo afectan los planes y las políticas de los Estados.
Esto dice un análisis del Instituto Real Elcano de España, cuyo autor es Gonzalo Escribano. Como se sabe, el mercado del petróleo es uno de los más afectados por la crisis económica provocada por el coronavirus. Cayó la demanda y la oferta inundó el mercado hasta el punto de que no hay capacidad de almacenaje para tanto petróleo. Los precios se derrumbaron. Y no es solo el petróleo del fracking el que sufre. También el que se explota en América Latina.
Señala el estudio que “según algunas estimaciones, cada bajada de 10 dólares en el precio del barril representa una pérdida de ingresos fiscales cercana al 1% del PIB en Ecuador y Venezuela, y alrededor de la mitad en Brasil, Colombia y México. Además, el precio del petróleo que requerían muchos productores latinoamericanos para alcanzar el equilibrio fiscal (fiscal break-even) era ya muy superior a las cotizaciones del barril antes del desplome iniciado en marzo. Y sin contar con el impacto fiscal añadido de los confinamientos”.
Hay que tomar en cuenta que los “presupuestos para 2020 de muchos productores también se elaboraron con precios muy superiores a los actuales: alrededor de 50 dólares/barril en Ecuador y México, unos 60 dólares/barril en Brasil y Venezuela, y casi 70 dólares/barril en Colombia. México, Brasil, Colombia, Ecuador, Bolivia y Venezuela, que dependen de los ingresos del petróleo y el gas para financiar sus presupuestos, sufrirán mucho los bajos niveles de precio”.
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El análisis cita un estudio del Banco Mundial que establece que “un descenso de un 1% de los precios de los recursos energéticos repercutiría en caídas de la tasa de crecimiento del PIB de entre 0 y 0,5 puntos porcentuales para productores de hidrocarburos como Argentina, Brasil, Colombia o México”.
Precios bajos implica menos capacidad para los proyectos. Por ejemplo, en Argentina, “supone un golpe muy duro para la explotación de los ingentes recursos de hidrocarburos no convencionales de Vaca Muerta. Sus elevados costes requieren precios de entre 45 y 50 dólares por barril para que resulte rentable, pero incluso con precios superiores la inversión estaba casi paralizada desde la elección de Alberto Fernández por el aumento del riesgo político”.
Agrega que “la caída de los precios disipa las dudas, pues a los niveles actuales la producción de gas y petróleo resulta inviable para nuevos proyectos, y los ya existentes operan en muchos casos con costes marginales superiores”.
Un impacto concreto es que “la caída de la demanda de combustibles por el confinamiento está dejando a YPF sin almacenamiento, por lo que cerró el 50% de sus pozos en Loma Campana, principal área de Vaca Muerta. Otras compañías también han reducido su producción, aunque sin hacer pública la magnitud”.
Bolivia es otro de los países afectados. Los “contratos de gas están indexados al petróleo mediante la denominada “fórmula mágica” que Bolivia aplica desde los años 90, con algunas modificaciones, en los contratos con Brasil y Argentina. Para Brasil, dichas fórmulas se actualizan cada seis meses en base a promedios ponderados, y para Argentina cada tres, y no implican que precios negativos del WTI impliquen precios negativos ni nulos del gas boliviano, pero sí descensos muy importantes”.
El problema adicional es que Argentina y Brasil ya venían reduciendo las compras de gas a Bolivia.
En cuanto a Brasil, señala el estudio que “Petrobras ha sido la gran petrolera más activa en recortar producción e inversiones. Planea reducir su producción de petróleo en 200.000 bd para responder al colapso de precios y demanda, y dejar ociosas las plataformas de aguas poco profundas de mayores costes de extracción que no ha conseguido vender en los últimos meses. En el Presal, una de las regiones petroleras de mayor crecimiento de producción esperado en los próximos años, el precio de equilibrio (breakeven price, o precio necesario para cubrir los costes de producción) se sitúan en los 35-45 dólares por barril, lo que pone en claro riesgo la rentabilidad de la producción, especialmente en los pozos de extracción más costosa”.
Para Brasil, hay otras implicaciones. Paralizar las rondas de exploración y que Petrobras reduzca las inversiones en 3.500 millones de dólares y además suspenda la venta de 8 refinerías.
En Colombia, Ecopetrol ya ha cerrado pozos y despedido miles de trabajadores, y ha bajado inversiones en bienes de capital por el orden de los 1.200 millones de dólares. Los costos de producción de petróleo en Colombia se ubican ligeramente por debajo de los 30 dólares el barril. Un aspecto importante es que “a principios de enero, China suspendió las compras de petróleo a Colombia por la disminución de actividad en sus refinerías, lo que afectará negativamente a la producción, pues en 2019 representó el 11% de los ingresos totales de exportación colombianos”.
En lo que refiere a Ecuador, ya se sabe que es uno de los países más comprometidos. Se recordará el estallido social de 2019. Y la crisis económica es difícil. Ecuador depende en alta medida de los ingresos del petróleo. Y “el bajo nivel de precios del WTI, de referencia en el país, ha hecho que alguna venta reciente haya tenido que ser cancelada porque los dos únicos compradores hicieron pujas con enormes descuentos de precio”.
“Según algunas estimaciones, cada bajada de 10 dólares en el precio del barril representa una pérdida de ingresos fiscales cercana al 1% del PIB en Ecuador y Venezuela, y alrededor de la mitad en Brasil, Colombia y México”.
El estudio le dedica un buen párrafo a Guyana. Señala: “En Guyana, lo que prometía ser una de las historias de éxito de 2020 puede terminar en cierta decepción. Exxon sigue esperando empezar a producir unos 120,000 bd de crudo, a los que seguirían otros 200.000 a partir de 2022 y nuevos barriles de otros proyectos en curso, incluido uno de Repsol. El país empezaba a proyectarse como un modelo para escapar a la maldición del petróleo por su adhesión a la Iniciativa para la Transparencia de las Industrias Extractivas (EITI, por sus siglas en inglés), la creación de un fondo petrolero y la adopción de una estrategia de desarrollo sostenible a financiar por los ingresos del petróleo. El proyecto en marcha de Exxon no parece amenazado, pese a tener costes operativos superiores a los 35 dólares/barril. Pero la combinación del colapso de precios y una elección presidencial con sospechas de fraude frenarán el desarrollo de otros nuevos, y ya está dificultando la comercialización de la parte del crudo correspondiente al Estado. Con todo, el FMI prevé que registrará el crecimiento del PIB más alto del mundo en 2020, casi un 53%, aunque lejos del 86% previsto antes de la crisis”.
México puede resultar el país más afectado. Afecta la política de inversiones petrolera y de refinación del presidente Andrés Manuel López Obrador. Ratifican la vulnerabilidad de la empresa estatal, Pemex, que sin capacidad de almacenamiento de petróleo, está haciendo uso de tanqueros. Señala que ·los analistas consideran a Pemex “la empresa petrolera latinoamericana más afectada por el hundimiento de los precios, especialmente con los futuros del WTI en negativo”.
El caso Venezuela es particular: Es “el país más afectado por el desplome de precios y demanda causado por el Gran Confinamiento. La crisis percute sobre una situación previa de colapso de la producción y de su industria petrolera, sometida a sanciones y con la compañía petrolera nacional PDVSA descapitalizada (financiera y humanamente)”. La verdad es que la producción ha llegado a niveles históricos mínimos. Vende con descuento el poco petróleo que produce. Se retiran clientes que no quieren hacer negocios con una empresa, PDVSA, sancionada por los Estados Unidos. Mientras que el precio promedio de venta en 2019 fue de 40 dólares por barril, el 17 de abril era de 13 dólares. Señala que la planificación de PDVSA “ya no es mensual, sino semanal”.
Lo curioso es que “el actual contexto del mercado del petróleo tiene ahora un impacto mayor sobre la producción que las sanciones. Pese a las noticias de un endurecimiento de las mismas, no parece que esto tuviera un efecto adicional: la situación de Chevron bajo la licencia número 8E emitida por el Tesoro estadounidense ha cambiado, pues la compañía está cerrando sus campos y ha dejado de perforar porque el precio está por debajo del coste de producción; y el valor actual de la licencia ya no estriba en mantener la producción, sino en mantener la presencia en el país esperando la recuperación del mercado y poder seguir pagando las nóminas y los alimentos a sus empleados. China ha dejado de comprar petróleo venezolano, y aunque la india Reliance ha seguido haciéndolo, no está claro hasta cuándo ni en qué cantidad.
Señala que “esta situación ha obligado a PdVSA a recurrir a empresas poco habituales, muchas de ellas mexicanas, en operaciones de swap de petróleo por alimentos que en principio no están sometidas a sanciones. Aunque algunas son conocidas, como Libre Abordo (con un plan para comprar hasta 15 millones de barriles de crudo venezolano), otras son empresas de reciente creación sin historial en el mercado del petróleo”.
Concluye que “el colapso del refino, las sanciones y la carencia de divisas han generado una gran penuria de combustibles, creando cuellos de botella en todos los sectores económicos e invirtiendo los flujos de contrabando con los países vecinos. La falta de combustible no sólo está afectando al suministro de alimentos, debido a la pérdida de cosechas y falta de medios de transporte, sino que los propios trabajadores de PDVSA no pueden acudir a trabajar, y algo semejante ocurre en amplios sectores de la economía”.