Nelson Rivera (ALN).- Argentino de origen griego, sicólogo, sexólogo clínico y pastor de la Iglesia Bautista Ministerio Presencia de Dios, Stamateas ornamenta sus tuits para así lucir más expresivo. Si algún lector no recuerda su nombre, es probable que sí atine con el título de uno de sus libros, ‘Gente tóxica’. Luego de haber leído páginas y páginas de tuits de @BerStamateas, pienso en esa palabra tan redonda, tan argentina y capaz de rebotar durante días, que es boludeces. Antes de seguir, creo prudente mostrar algunos de estos tuits, para que el lector pueda evaluar por sí mismo, si cabe o no calificarlas de boludeces. El 26 de marzo, Stamateas escribía:
https://twitter.com/BerStamateas/status/846024616476848128
Ese mismo día, unos minutos antes había escrito:
https://twitter.com/BerStamateas/status/846022587226435584
También, del mismo día es esta otra criatura, que emplea imágenes de niños:
https://twitter.com/BerStamateas/status/846021808197439489
Estos tres son ejemplos de tuits que Bernardo Stamateas, ciudadano argentino de origen griego, sicólogo, sexólogo clínico y pastor de la Iglesia Bautista Ministerio Presencia de Dios, ornamenta con emoticones, para así lucir más expresivo. Si algún lector no recuerda su nombre, lo más probable es que sí atine con el título de uno de sus libros, Gente tóxica, que ha alcanzado la categoría de best-seller no solo en Argentina, sino también en otras latitudes.
En algunas ocasiones, Stamateas espolvorea sus frases con numerosos ingredientes, y no se limita a usar uno o dos emoticones, sino que, arrebatado por el entusiasmo de su evidente gusto por la predicación, llega al extremo de usar cinco, como en esta edulcorada pieza del 21 de marzo:
https://twitter.com/BerStamateas/status/844223559245447169
La imaginación sin recursos
Bernardo Stamateas es un tuitero de enunciados básicos. Entre la élite de los profesionales de la autoayuda, destaca por su obviedad. Hay una ordinariez, una pereza, un descaro a la hora de repetir sin gracia lo que tanto ha sido repetido. Deténgase el lector en este tuit del 28 de marzo:
https://twitter.com/BerStamateas/status/846925663596675072
Las tres ideas que contiene la frase son de Perogrullo. Además, están escritas sin gracia alguna. No es más que una frase arrojada a la red. Pero he aquí que Stamateas goza de un privilegio: más de 84.000 seguidores en su cuenta de Twitter. Y no son todos. En su página web, se listan otras cifras de sus éxitos: 652 conferencias, 32 libros publicados -cuatro de ellos han alcanzado el estatuto de best-sellers-, más de 523.000 seguidores en las redes sociales. Un fenómeno de la popularidad. Un hombre rodeado por el éxito. A tal punto que en los tiempos recientes, Stamateas se ha convertido en un comentarista de reality-shows: le invitan a la televisión para que “analice” las incidencias de programas de muy alta sintonía. ¿Tiene sentido cuestionar su obviedad, cuando ella cuenta con un público tan numeroso, dispuesto a pagar por leerle o escucharle en vivo?
Decirle sí al mercado
Políticos, empresarios, planificadores y dirigentes sociales podrían preguntarse por qué la autoayuda se ha convertido en un negocio tan próspero, cada vez menos excepcional, cada día más habitado por un mayor número de especies: a medida que la incertidumbre se propaga, y que las personas se enfrentan a mayores dificultades para alcanzar sus metas más básicas, los promotores del voluntarismo, los que pronuncian la palabra felicidad con una facilidad que pasma, los que logran escribir libros que no son más que elementales reglas de convivencia, adquieren autoridad, se hacen de un público ansioso por escuchar -una vez más- lo que ya han escuchado.
Porque de eso trata justamente la Autoayuda: de pagar por escuchar frases conocidas, recomendaciones al alcance de la mano, consignas que generan, aunque sea por unos minutos, la sensación de que sí es posible sobreponerse y pasarle por encima a las dificultades.
El propio Stamateas hace evidente el contenido de su propia lucha. Entiende el meollo de su dificultad: sabe que todos esos tuits que pone en circulación son esqueléticos. Figuras sin gracia. Por eso, cuando escribe:
https://twitter.com/BerStamateas/status/838405935374692352
le añade un emoticón. Como si ese añadido visual redimensionara el contenido. Como si caritas, muecas, señales de tránsito, pelotitas, puntitos, barritas y demás chucherías de la comunicación simbólica, lo salvaran de ese naufragio cotidiano que es producir unas frases para volver sobre lo sabido, escribir para no añadir ni una idea, como pasa con esta afirmación del 3 de marzo, simplemente inútil:
https://twitter.com/BerStamateas/status/837499708335603714