Rogelio Núnez (ALN).- El coronavirus, que golpea con fuerza la UE, ha empezado a llegar a América Latina y todo indica que en unas semanas esta región podría ser un nuevo epicentro del Covid-19. Mientras algunos mandatarios han ejercido como líderes de sus países aportando certeza y seguridad a la sociedad en medio de la incertidumbre, otros han actuado con verdadera inconsciencia. Ante esta emergencia del coronavirus los países de América Latina se han empezado a movilizar y tomar medidas extraordinarias tratando de aprender de los errores de la UE y EEUU y de los aciertos de otras naciones a la hora de combatir la pandemia.
La lejanía y el aislamiento geográfico han jugado, hasta ahora, a favor de América Latina cuyos gobiernos se han podido beneficiar de la experiencia de lo ocurrido en Asia y Europa. Esto ha facilitado que las autoridades hayan reaccionado antes tomando medidas drásticas con mayor antelación. Perú, con sólo 71 casos, es el país que ha impulsado iniciativas más drásticas: el gobierno de Martín Vizcarra decretó este domingo una cuarentena general en el país, así como el cierre de sus fronteras por 15 días. Más precoz incluso fue Uruguay: con sólo 6 casos resolvió la suspensión de las clases.
La actitud de Bolsonaro, el mal ejemplo de López Obrador y el populismo de Ortega y Maduro no sólo contrastan con la responsabilidad de Lacalle, Fernández y Vizcarra, sino que atentan contra la seguridad de sus ciudadanos y los consejos de los especialistas.
También sobresalen en este aspecto dos países centroamericanos que, conscientes de la endeblez de su sistema sanitario, han activado medidas de protección con un solo caso (Guatemala) o cero (El Salvador). El presidente guatemalteco Alejandro Giammattei suspendió las reuniones de más de 100 personas, así como las clases a todo nivel. El salvadoreño Nayib Bukele ordenó a las autoridades de Protección Civil y del Ministerio de Salud prohibir las aglomeraciones de más de 75 personas y logró que la Asamblea Legislativa -mayoritariamente opositora- aprobara el estado de emergencia nacional por 30 días.
En este estado de cosas, sin embargo, se ha podido ver cómo mientras algunos mandatarios han ejercido como líderes de sus países aportando certeza y seguridad a la sociedad en medio de la incertidumbre, otros han actuado con verdadera inconsciencia. El papel de un presidente en situaciones de crisis como estas es clave. Como señala Belén Romana, consejera independiente del Banco Santander, en una entrevista en la web de la consultora Atrevia, ahora “deben relucir los liderazgos que reordenen la realidad y lleven certidumbre donde reina la incertidumbre. Los liderazgos crean un marco al que agarrarse y al que atenerse. Las organizaciones deben ejercer ese liderazgo de forma expresa. Es un momento en el que la ‘auctoritas’, la capacidad de liderazgo que se deriva no sólo de tu cargo institucional sino de tu propia personalidad, va a ocupar un lugar central. Es una situación propicia para que emerjan líderes naturales que aporten claridad para entender la situación y saber qué hacer y qué no. Que, en definitiva, saben ordenar la realidad en tiempos de incertidumbre”.
Presidentes irresponsables
Pues bien en esta coyuntura, varios mandatarios latinoamericanos han mostrado ser verdaderos “responsables políticos” y otros han estado muy por debajo de lo que se espera de un estadista.
Caso emblemático ha sido el de Andrés Manuel López Obrador que este pasado domingo, cuando otros países como Perú mandaban a su población a hacer cuarentena, estaba celebrando mítines. López Obrador lleva a gala su cercanía con la gente y no ha querido, en estas circunstancias tan peligrosas, romper esa inclinación.
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Se hizo viral una de sus famosas “mañaneras” cuando el presidente animó a que la gente siguiera abrazándose: “Hay quien dice que por lo del coronavirus no hay que abrazarse. Pero hay que abrazarse, no pasa nada. Nada de confrontación, ni de pleitos”.
Pascal Beltrán del Río, en el periódico Excelsior, subraya esta inconsciencia y cómo “México tampoco se ha tomado en serio la necesidad de aplicar el distanciamiento social. El pasado fin de semana largo, destinos turísticos como Acapulco estuvieron a reventar. Ayer, López-Gatell justificó que Andrés Manuel López Obrador siga realizando giras porque, dijo, el presidente tiene una ‘fuerza moral’. ¿Qué pasa con las autoridades mexicanas? ¿Es arrogancia nacionalista o simple valemadrismo?”.
En Brasil, el presidente Jair Bolsonaro primó su guerra política con el Congreso sobre las medidas de seguridad y lideró también el domingo una marcha en favor de su gobierno y contra el Poder Legislativo y el Judicial. Incluso fue peor porque rompió la cuarentena que seguía y salió a las calles de la capital sin mascarilla para acompañar a sus seguidores en una protesta contra el Congreso y el Tribunal Supremo Federal. Tras su regreso de Estados Unidos varios de los funcionarios que lo acompañaron en la gira dieron positivo en coronavirus, lo que no impidió que Bolsonaro, que dio negativo, incumpliera el pedido de su propio gobierno de aislamiento por siete días a todas las personas que regresen del extranjero.
El brasileño, mientras su país supera los 200 casos, sigue desdeñando la magnitud del desafío y lo resume todo en que la propagación más peligrosa no es la del virus sino la del nerviosismo: “Otros virus mucho más letales ocurrieron en el pasado y no tuvimos esa crisis. Con absoluta certeza, hay un interés económico para que se llegue a esa histeria”.
Incluso, con los campeonato de fútbol paralizados en varios países de la región, Bolsonaro arremetió contra la decisión de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) de suspender todos sus campeonatos debido a la pandemia del coronavirus: “Cuando se prohíben partidos de fútbol, entre otras cosas, se cae en la histeria, a mi entender, y yo no quiero eso”.
Es tal su desprecio hacia lo que ocurre que mientras varios presidentes latinoamericanos mantenían este lunes una reunión por videoconferencia para buscar acuerdos globales para afrontar la crisis, Bolsonaro mandaba al ministro de Sanidad, Henrique Mandetta, y al canciller, Ernesto Araújo, para que lo representaran. Vizcarra logró reunir, sin embargo, a los mandatarios de Chile, Sebastián Piñera; Colombia, Iván Duque; Argentina, Alberto Fernández; Ecuador, Lenín Moreno; Paraguay, Mario Abdo Benítez; Bolivia, Jeanine Áñez; y Uruguay, Luis Lacalle Pou.
En esa línea de inconsciencia se alineó también el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, quien aseguró poseer un fármaco que cura el coronavirus. El medicamento, de fabricación cubana, se basa en interferones, un grupo de proteínas que se emplean en medicamentos destinados a tratamientos virales. Maduro, durante un acto de conmemoración del Día Nacional de los Médicos y Médicas de la Patria, aprovechó para hacer política en medio de una pandemia que ha paralizado el mundo: “¡Cuba va a la cabeza, a la vanguardia, Cuba, siempre Cuba, va a la vanguardia, con el Interferón, una medicina creada con tecnología médica cubana!”.
A no mucha mayor altura ha brillado Daniel Ortega, en Nicaragua, quien no ha dudado en organizar una marcha masiva llamada “Amor en el tiempo de Covid-19”, en contra de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS). El Ejecutivo orteguista no sólo no ha establecido una cuarentena ni tomado ningún tipo de medidas, como sí lo han hecho otros países centroamericanos como Guatemala, Honduras y El Salvador, sino que ha animado a sacar a la gente a las calles cuando su vecino, Costa Rica, supera los 40 casos.
Asumiendo el liderazgo
Como apunta en Twitter el politólogo Andrés Malamud, “los presidentes de Brasil y México se burlan de los científicos y organizan actos políticos masivos. El presidente argentino implementa las medidas de la OMS y las anuncia junto con la oposición. En tiempos normales Argentina es un desastre; en tiempos excepcionales, un ejemplo”.
Efectivamente, Alberto Fernández ha estado a la altura y también otros mandatarios como el presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou, que anunció el viernes 13 de marzo la declaración de la emergencia sanitaria por coronavirus, luego de la confirmación de cuatro casos en Uruguay. Lacalle dio una conferencia con todos los ministros (que lo rodearon); en paralelo, se reunió con los representantes de todos los partidos políticos. Julio María Sanguinetti (Partido Colorado), Javier Miranda (Frente Amplio) y Pablo Abdala (Partido Nacional) hablaron con la prensa y manifestaron su apoyo a las decisiones tomadas.
En esa misma línea ha ido el presidente de Ecuador, Lenín Moreno, quien anunció la noche de este domingo nuevas medidas para evitar la propagación del coronavirus Covid-19: restricción de la movilización peatonal y vehicular.
La actitud de Bolsonaro, el mal ejemplo de López Obrador y el populismo de Ortega y Maduro no sólo contrastan con la responsabilidad de Lacalle, Fernández o Vizcarra, sino que atentan contra la seguridad de sus ciudadanos y los consejos de los especialistas. Adolfo García-Sastre, director del Instituto Global de Salud y Patógenos Emergentes en la Escuela de Medicina de ICAHN en el Hospital Mount Sinai de Nueva York, señala en El País de Madrid que la senda por la que deben ir los países latinoamericanos es la de “comenzar las medidas de contención cuanto antes, y no esperar demasiado a que el virus se propague más. No sólo los gobiernos y las autoridades administrativas tienen la responsabilidad de intentar frenar en lo posible el contagio mediante la imposición de medidas de contención, sino que todos nosotros, individualmente, tenemos la responsabilidad de intentar evitar en lo posible el infectar a otras personas o el ser infectado”.
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Una de las claves que deben guiar a un dirigente en crisis como esta es saber transmitir y ser pedagógico, además de seguir los consejos de los científicos. En ese sentido destaca el colombiano Iván Duque que, pese a ser un tecnócrata más que un político, ha tenido la habilidad de llegar al corazón de la población a la que ha hablado en su idioma con palabras que puedan comprender y apelando a la capacidad de sacrificio del pueblo colombiano: “Es el momento de sacar toda nuestra berraquera, nuestra solidaridad y hacer valer la resiliencia que siempre nos ha caracterizado y, sobre todo, tener esa gran fe en lo que somos como nación”.
Duque ha sido capaz de hablar el lenguaje de los ciudadanos comunes y a la vez dejarse asesorar por los expertos y como apunta La Silla Vacía: En el manejo de esta crisis, el presidente ha demostrado que cree en la evidencia científica, que escogió un equipo técnico y que confía en ellos, que se preocupa por la estabilidad económica y es responsable en lo fiscal, y que cuando le toca, es capaz de tomar decisiones difíciles para el bien del país. De igual forma cuando el gobierno colombiano ha declarado el estado de emergencia para contener la propagación del coronavirus y el aislamiento preventivo obligatorio a los mayores de 70 años, Duque fue especialmente empático: “Sabemos que quienes corren el mayor riesgo son nuestros abuelos”.
Incluso, en medio de la sombra de una crisis que se acerca a la región, en Paraguay dos compañeros de partido, pero sobre todo enemigos políticos, como el presidente Mario Abdo Benítez y el expresidente Horacio Cartes han dejado de lado su vieja animadversión y han optado por reconciliarse al menos de forma momentánea. Por la crisis del coronavirus y también pensando en las municipales de noviembre.
El Partido Colorado anunció este lunes la unidad entre sus dos principales sectores con vistas a un triunfo del oficialismo en las municipales de noviembre en Paraguay, un acuerdo logrado a través de una reunión entre el presidente, Mario Abdo Benítez, y su antecesor, Horacio Cartes, los líderes de ambas facciones. El colorado Alberto Alderete, que ejerció las funciones de mediador entre las dos corrientes (Abdo Benítez es el líder de Colorado Añeteté, corriente enfrentada a la de Cartes, Honor Colorado), anunció la unificación de las listas para las elecciones de partidos y movimientos del 2 de agosto, previas a los comicios municipales del 28 de noviembre. “Hoy se ha vencido al egoísmo, se ha vencido al personalismo y se ha dado inicio a la gran unidad del Partido Colorado”, dijo Alderete.
En tiempos de desolación e incertidumbre (y hasta de pánico) las instituciones son muy importantes, pero mucho más los liderazgos personales porque la población necesita certezas. Dado que las instituciones son débiles en América Latina los liderazgos personales cobran una especial importancia en estos tiempos.
El liderazgo en tiempos de crisis exige del gobernante flexibilidad, empatía, capacidad de comunicación y de persuasión. La inflexibilidad es lo que ha caracterizado a Ortega, Bolsonaro y López Obrador, que no han cambiado el guión de sus gobiernos pese al terremoto que está aconteciendo en su entorno. Otros no ha dudado en tomar medidas claramente impopulares y dejar atrás sus agendas en aras de poner por encima de todo el interés general.