Daniel Gómez León (ALN).- La hija de Emilio Botín es la única que no luce corbata dentro de la lista de bancos más poderosos del mundo. Santander ocupa el puesto 16, y la siguiente presidenta figura en un remoto puesto 69: Arundhati Bhattacharya, del Banco Estatal de India. Ana Patricia Botín no tenía claro lo de ser banquera. Cuando era joven y pensaba en construir un futuro, coqueteó hasta con la idea de hacerse periodista. Aun así, no consiguió librarse de su destino: las finanzas.
Es binieta, nieta e hija de banqueros, y aunque el Banco Santander sea una entidad profesional, prefiere exponer un sello familiar. El apellido Botín ha sido clave para construir la compañía financiera más grande de España y estaba claro que la primogénita de don Emilio tenía que recoger el testigo.
Presidir el Santander la ubica en una posición poco habitual. No existen más mujeres a la cabeza de grandes entidades bancarias. Siguiendo como criterio la capitalización bursátil, el banco es el número 16 del mundo. No aparece otra mujer hasta el puesto 44: Rose Lee Wai Mun, directora ejecutiva del Hang Seng (Hong Kong, China). Y ni siquiera es presidenta, ejerce de vice. Para ubicar a una verdadera presidenta como Ana Patricia, hay que descender hasta el lugar 69, donde aparece Arundhati Bhattacharya, del Banco Estatal de India.
En un mundo gobernado por banqueros, hubo un tiempo en el que Ana Patricia figuraba como uno más. Al llegar a Banesto, en 2002, firmaba los comunicados como presidente. De igual forma lo hizo al suceder a su difunto padre. En la biografía oficial difundida en aquel momento, aún colgada en la web del Santander, se evitaba el femenino volviendo a invocar lo de presidente.
Entre los rascacielos de Nueva York, codo a codo con agitados empresarios, se moldeó la banquera que volvía a casa para presidir el banco
Esta falta de concordancia entre género y nombre podría denotar inseguridad. De ser así, lo disimula muy bien. Botín siempre viste de largo, con trajes y vestidos que develan una constitución menuda, pero que desnudan un cuello de cisne que emana elegancia y confianza. Aptitudes acordes al rol que ejerce.
Criada por y entre banqueros, y desdibujada aquella idea de ser periodista, marchó a Estados Unidos para formarse en finanzas. Obtuvo la licenciatura en el Colegio femenino Bryn Mawr. Luego hizo un postgrado en la Universidad de Harvard, llegando más tarde al frenético Wall Street, donde trabajó para el gigante financiero JP Morgan.
Despedida por su propio padre
Entre los rascacielos de Nueva York, codo a codo con agitados empresarios, se moldeó la banquera que volvía a casa para presidir el banco. Pero en un invierno de 1999 se enturbió lo que se presuponía una dulce escalada hacia la cima.
Ana Patricia Botín abandonó la filial de Reino Unido tras la muerte de su padre / Foto: Banco Santander
Era febrero cuando Santander y Banco Central Hispano (BCH) preparaban una fusión. La prensa de la época narraba que Ángel Corcóstegui, del BCH, no estaba capacitado para ser el vicepresidente del nuevo grupo; no así ella, quien parecía más apta para el puesto. Corcóstegui, rabioso, obligó a don Emilio a elegir entre la hija o la fusión, y éste eligió lo segundo.
Ana Patricia fue despedida, pero para suavizar los terremotos de la prensa se habló de una dimisión que sin duda fue forzada.
Tras un paréntesis de tres años, muchas crónicas salmón especularon sobre el fin de la saga Botín. No obstante, don Emilio le reservaba un puesto en la concurrida calle Alcalá, ubicada en pleno centro de Madrid, donde se erige la sede central de Banesto. Desde 2002 hasta 2010 presidió la filial del Santander para luego dar un salto a Gran Bretaña que sería definitivo.
A lomos de Santander UK, Ana Patricia Botín mantuvo a raya a todo aquel que osó cuestionarla por el apellido con el que firmaba. Día clave para ello fue el vivido en 2013. En una conferencia dictada en el Instituto de Directores de Londres llamó “gruñones” y “quejicas” a los británicos porque siempre “veían el vaso medio vacío”. Tal franqueza cautivó al antiguo primer ministro del país, David Cameron, pues inmediatamente la asignó como asesora en finanzas del gobierno.
Con la muerte del padre, en 2014, abandonó el Reino Unido. Era el momento de recoger un testigo que la junta ejecutiva decidió, de forma unánime, debía ser para ella. Y no solo por ser una Botín.
Confianza y renovación
Desde que preside el Santander una idea le ronda la cabeza, la de renovarse. Le incomoda que las startup lideren la revolución de la banca, tanto como un mosquito que no deja dormir. Quiere estar al frente, pero el buque que dirige enfila la proa a ritmo de velero.
El padre intentó innovar con lo digital invirtiendo en las puntocom. En 2000 se hacía con Patagon en una operación que terminó en desastre. Las fuentes más amables hablan de una pérdida de 600 millones de euros, un dinero que, tal como explica un ex alto directivo de la entidad, “hubiera servido para comprar decenas de empresas punteras del sector fintech”.
Las fintech son jóvenes entidades que arrancan clientes a la banca tradicional y brotan como setas. Los grandes bancos como el Santander cargan con una pesada estructura y no suelen ser tan ágiles. Aquellas son capaces de crear aplicaciones para transferencias internacionales con escasas comisiones, ofrecer asesorías de expertos a través de redes sociales, paquetes de envíos de dinero y productos financieros combinados. Todo un caramelo para los usuarios amamantados por internet.
Paypal o Google disponen de plataformas de pago en línea que resultan igual de amenazadoras. Para ponerse a la altura, el 1º de diciembre de 2016 el Santander presentó junto a Apple una aplicación que permite a los clientes pagar desde un iPhone, iMac e incluso, desde un reloj Apple Watch.
La disfrutarán 400.000 de los 1,2 millones de usuarios digitales del Santander, puesto que son quienes poseen un dispositivo de dicha marca. Una herramienta que supera lo que existía, pero que sigue siendo insuficiente. No es una innovación, sino una copia de algo que ya funcionaba.
De forma interna lo digital también cobra fuerza. La burocracia, antes más tediosa, según algunos directores de oficina, es ahora más ágil gracias a los nuevos programas de trabajo.
Son pequeñas modificaciones que convergen con el deseo de Ana Patricia de adaptarse al nuevo panorama y recuperar la confianza de unos clientes que, tras la crisis económica de 2008, sienten rechazo por los bancos. Ambición que ella misma narró en una columna de El País publicada en noviembre de 2016.
Ana Patricia Botín tiene fama de exigente, pero no es tan estricta como la pintan algunas caricaturas
“La banca está basada en la confianza. Confianza que se ha visto muy debilitada y que queremos recuperar actuando de forma responsable. Esto quiere decir actuar con más integridad y eficiencia. Pero también con eficiencia para garantizar nuestra solidez financiera. Tenemos la opción de escondernos detrás de las barreras o liderar la transformación”.
Hay que entender que estos brotes filosóficos no son de cualquiera, sino de la mujer que preside el ente financiero número 16 del mundo, tercero de Europa y primero de España. La mujer que firma con el apellido Botín y muestra la misma ambición que sus predecesores.
El abuelo, primer Botín al frente del Santander, preparó el terreno para que pudiera expandirse por el globo. Lo hizo bien pues don Emilio aprovechó la fertilidad creada para consolidar la internacionalización. Conquistó Latinoamérica y el Reino Unido, situando al banco en las listas mundiales. Ahora Ana Patricia debe ser pionera en la revolución digital para seguir la senda ascendente.
Esta superación tecnológica es básica para ella. Ser más ágiles y punteros devolverá la confianza a los clientes de siempre con comodidades que antes no disfrutaban. Asimismo, atraerá a esos usuarios que pronto se prendan con los estímulos de la innovación. Hasta el momento, éstos han ido cayendo en las redes de las fintech, pero la llama ardiente del Santander denota más seguridad que la colorida eme de Mooverang, por ejemplo.
Para que esta base digital sea aún más sólida, Botín la complementa con una atmósfera más global. Para ello intensifica el uso del inglés. Externamente se observa cómo cargos de nomenclatura antes española ahora se nombran en inglés. Se pasó, por ejemplo, de director general a Country Head o de líder ejecutivo a CEO.
De manera interna pasa igual. Apuntan que Ana Patricia, quien no heredó los problemas del padre con los idiomas -habla cinco-, limitó el español en las reuniones de la cúpula ejecutiva.
Tal vez esta maniobra sea por respeto a los miembros habituales no hispano-hablantes: el vicepresidente, Bruce Carnegie-Brown, y la consejera externa, Homaira Akbari. O también porque antaño la cúpula del banco parecía la Torre de Babel. Cuando llegaba un extranjero, un traductor acompañaba a los españoles para que no se perdieran entre oraciones pasivas. Y viceversa. Si algún forastero se colaba en los círculos de don Emilio había un asistente que descifraba las pestañas de la eñe. De ahí que, en aras de abolir estos jaleos, se imponga el idioma universal.
El periodismo la persigue
De Botín la banquera se conoce mucho, no tanto de la persona. Es muy cuidadosa con la intimidad, y aunque el cargo la obligue a salir a la plaza pública con más frecuencia de lo que le gustaría, consigue mantenerse casi como un folio en blanco, plana e inexpresiva.
Que maximice precauciones sobre el rostro más personal es lógico. No tiene tiempo para tolerar fiebres por epidemias de prensa rosa y amarilla. Es curioso que esa niña que deseó ser periodista ahora ande protegiéndose de ellos. Sin embargo, no se ha olvidado del oficio.
En la actualidad controla el conglomerado informativo con más solera de España. El banco ayudó a tapar ese agujero de 5.000 millones de euros que debía el Grupo PRISA en 2012. El Santander representa un 4,6% de las acciones del consorcio, tiñe las páginas de El País y patrocina las noticias económicas que Cadena Ser entona en los informativos.
Una idea ronda la cabeza de Ana Patricia Botín desde que lidera Santander: la de renovarse
Ana Patricia tiene fama de exigente, cierto, pero no es tan dura como la muestran algunas caricaturas. Que se criara en un ambiente hermético y elitista hizo de ella una persona sumamente profesional, pero con dificultades para mezclarse con quienes no están en su esfera.
Es amante del golf y la pintura. Cuando toca desconectar, se refugia del trabajo en la tierra donde se crio, Cantabria. Allí le acompaña el marido, Guillermo Morenés Mariátegui, un ingeniero agrónomo con quien tiene tres hijos: Felipe, Javier y Pablo.
Pese a que la coraza mediática de Ana Patricia parece infranqueable, todos los años abre una ligera grieta con vistas al círculo más privado. A Guillermo Morenés, de carácter alegre, le gusta codearse con lo más selecto de cada casa, incluyendo floridos periodistas.
Por ello en Nochevieja organiza una fiesta en el Yacht Club del Grand Hotel Bellevue (Gstaad, Suiza). Allí reúne a los personajes más ricos e influyentes de España como alarde de lo conseguido. Todos desean recibir esa invitación pues estar cerca de Ana Patricia Botín es un lujo del que pocos pueden presumir.