Juan Carlos Zapata (ALN).- La sanción de los Estados Unidos contra la filial de Rosneft tiene un origen más allá de que la empresa era el apoyo principal del régimen de Maduro en la comercialización del petróleo. Putin y Rusia se montaron en una operación perversa contra Juan Guaidó y la sanción a Rosneft Trading S.A es la respuesta. Esta es la historia.
A finales de 2019, el viceministro de Finanzas de Rusia, Serguéi Storchak, anunció que Rusia ayudaría al régimen de Nicolás Maduro en materia económica sólo si Juan Guaidó no era reelecto en la presidencia de la Asamblea Nacional. Rusia, junto a Cuba, el principal aliado de Maduro, había adelantado que estaba dispuesta a enviar más de una docena de asesores, había adelantado a mediados de 2019 la ampliación de acuerdos y convenios en distintas materias, y hasta la vicepresidenta Ejecutiva de Maduro, Delcy Rodríguez, de regreso de una visita a Moscú, avisó que a Caracas iba a llegar una avanzada de empresarios y funcionarios rusos, lo cual no ocurrió.
Ninguna de las promesas se concretó porque el problema es la Asamblea Nacional que domina Guaidó y domina la oposición a Maduro. La Constitución de Venezuela dice que los acuerdos de interés público deben ser aprobados por el Parlamento. Y Rusia quiere protegerse de la legalidad.
Fue Rusia la que sugirió entonces que Maduro dominara la Asamblea Nacional, y que las fuerzas del chavismo volvieran al recinto parlamentario. ¿Cómo lo iba a hacer? La carpintería quedaba en manos de Maduro y del segundo del régimen, Diosdado Cabello, y del ministro Jorge Rodríguez y de la vicepresidente Delcy Rodríguez. Para Rusia lo clave era que Guaidó no siguiera al frente, lo cual originaba que ya no sería el Presidente Encargado, que es una posición derivada de su condición de titular de la Asamblea Nacional. Pero dominar la Asamblea Nacional es un asunto imposible para el chavismo, dada la correlación de fuerzas. La oposición cuenta con mayoría amplia desde 2015.
Rusia condiciona el apoyo económico a Maduro a la salida de Juan Guaidó de la Asamblea Nacional el 5 de enero
Ya el propio Putin le había dicho a Maduro en la visita que efectuó a Moscú en septiembre de 2019, que entre las instituciones legítimas que reconocía se encuentra la Asamblea Nacional, aunque no reconociera a Guaidó como Presidente Encargado. Si Rusia la reconocía, había que controlarla. Lo que más tarde anunció el viceministro Storchak es una consecuencia de la línea de Putin. El presidente de Rusia le estaba creando una necesidad urgente a Maduro.
Maduro, Diosdado Cabello y los hermanos Rodríguez se trazaron el plan. Tenían que complacer la petición rusa. Había que darle un golpe de Estado a Guaidó. ¿Pero cómo? Para ello el régimen recurrió al soborno de diputados que traicionaron a Guaidó. Y cuando llegó el día, 5 de enero de 2020, de efectuar las elecciones en el Parlamento, para asegurarse de que Guaidó no fuera reelecto, militarizó la Asamblea Nacional, impidió la entrada de los diputados que respaldan a Guaidó, e impuso al frente a un títere, Luis Parra.
Es esta operación política perversa la que obtiene la respuesta por parte de la administración de Donald Trump. La sanción contra la filial de Rosneft estaba en camino. Ya Guaidó lo había dicho este fin de semana cuando ofreció el balance de la gira internacional. Vendrán nuevas acciones.
Rusia pasó a reconocer la Asamblea Nacional presidida por Luis Parra, pero el mundo siguió apoyando a Guaidó y al Parlamento legítimo. Guaidó logró juramentarse con la mayoría de que dispone. De modo que no sólo sigue siendo titular de la Asamblea Nacional sino también Presidente Encargado.
Luego Guaidó efectuó una gira internacional de la que logró que los 60 países que lo reconocen, le ratificaran ese respaldo y ese reconocimiento como presidente legítimo de la Asamblea Nacional y Presidente Encargado. En España, el gobierno de Pedro Sánchez le agregó otro título: Líder de la oposición.
Tal vez no haya sido Rusia la que llevó a Maduro a decidir la ruta de la operación policial, militar y violenta contra la Asamblea Nacional. Tal vez no haya sido Rusia la que llevó a Maduro a montar la operación del golpe de Estado contra Guaidó. Y la operación de comprar diputados, poniendo al descubierto ante la comunidad internacional métodos de la peor especie. Pero fue Rusia la que lanzó la línea política -y la hizo pública-; y fue Rusia la que puso la condición de ayudar a Maduro sólo si entraba a dominar la Asamblea Nacional, sugiriendo que Guaidó era un obstáculo al que había que sacar del medio.
Vladímir Putin, que venía manejando el discurso contra la injerencia de los Estados Unidos, que venía criticando la “autoproclamación” de Guaidó, y venía criticando la “imposición” de un modelo político y de un presidente en Venezuela por parte de Washington, cometió el error de abrir las cartas y quedar al descubierto. Al final, terminó haciendo lo contrario de lo que pregonaba: apoyó una Asamblea Nacional ilegítima y apoyó a un presidente, Luis Parra, autojuramentado e ilegítimo porque ni el chavismo ni los mercenarios de la oposición, tienen los votos para cambiar la realidad.
Es esta perversa operación política a la que se le da respuesta por parte de la administración de Donald Trump, ya que Rosneft Trading venía confrontando problemas para sacar el petróleo de Venezuela, y de allí los inventarios acumulados en los últimos meses. En todo caso, la sanción contra la filial de Rosneft estaba en camino. Ya Guaidó lo había dicho este fin de semana cuando ofreció el balance de la gira internacional. Vendrán nuevas acciones. El martes, dijo, habrá nuevas acciones. Y el martes Estados Unidos anunció la medida. Una medida que se justificaba aun antes de la operación política contra Guaidó, ya que Rosneft Trading S.A, como lo dijo el diario ALnavío, se había convertido en el operador financiero y petrolero del régimen de Maduro. La empresa era la que vendía más de la mitad del crudo que está produciendo Venezuela. La empresa cobraba las facturas. Y la empresa pagaba facturas de proveedores de Petróleos de Venezuela, PDVSA.