Caleb Zuleta (ALN).- El “sabotaje del Acuerdo de Paz, el recrudecimiento de la violencia contra líderes sociales y excombatientes, el retorno de políticas que incentivan las violaciones de derechos humanos, los escándalos de corrupción y el intervencionismo en Venezuela”, son los cinco factores que serían determinantes en las jornadas de protestas que tienen en jaque al gobierno de Iván Duque en Colombia. Lo dice Pablo Abitbol, quien es politólogo por la Universidad de los Andes y magíster en Filosofía por la Universidad Nacional de Colombia. Señala que esos cinco factores han hecho que “tanta gente se haya sumado al paro nacional que fue convocado por los sindicatos y los movimientos sociales”. Sobre todo jóvenes, afirma, y “de manera espontánea”.
Para este martes 10, están previstas nuevas jornadas de protesta, y serán quizá las últimas de este 2019 que al final del tramo no le ha dado tregua al gobierno de Iván Duque. La jornada cuenta con el apoyo de sindicatos y de movimientos estudiantiles.
Abitbol escribe en la revista Nueva Sociedad. En esta ocasión su análisis lleva por título “¿Por qué protestan en Colombia? Movilizaciones, reclamos de paz y crisis de la derecha”. Apunta que “originalmente, el paro tenía demandas en contra de las reformas impulsadas por el gobierno y el sector privado sobre pensiones, impuestos, condiciones laborales, medio ambiente y recursos para la educación pública. Sin embargo, acabó siendo un paro contra una situación que excedía por mucho a esas demandas y que se sintetiza en la violencia existente en el país”.
Pero eso no es todo. Escribe que ante el éxito del paro, el partido del expresidente Alvaro Uribe y del presidente Iván Duque, el Centro Democrático, y el propio gobierno, reaccionan estigmatizando “las protestas con predicciones de que habría vandalismo y violencia. Se llevaron a cabo allanamientos (presuntamente ilegales) de sedes de organizaciones de izquierda y de medios de comunicación alternativos. Además, se militarizaron las ciudades”.
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Agrega que como “una promesa autocumplida, los pocos desmanes que se produjeron en medio y al margen de las monumentales marchas pacíficas fueron intencional y no intencionalmente amplificados por algunos políticos, los medios de comunicación y las redes sociales, y se sembró tanto pánico en las ciudades de Cali y Bogotá que la policía no pudo dar abasto ante la cantidad de llamadas de auxilio por parte de vecinos que pensaban que hordas de vándalos estaban invadiendo sus conjuntos residenciales (que terminaron siendo falsas alarmas). La situación condujo a que se declarara el toque de queda en esas dos ciudades y a que las primeras declaraciones del presidente Duque se centraran en los desmanes y no en las demandas de los cientos de miles de marchantes”.
La respuesta de la ciudadanía no se hizo esperar, relata. “De nuevo de manera espontánea, inició un cacerolazo, primero desde las ventanas y luego, desafiando el toque de queda, en las calles. Esto incitó un llamado a la continuación de las marchas y las protestas que contó con una masiva participación durante los días posteriores al día inicial del paro. Como respuesta, el presidente Duque llamó a una «conversación nacional» improvisada y desordenada, a la que no ha invitado a la gran diversidad de organizaciones convocantes del paro nacional, ni siquiera a algunas de las más importantes”.
Apunta que la gente quiere que la situación vuelva a la normalidad. Pero al mismo tiempo apoyan el paro. Y también la gente quiere que las cosas mejoren en Colombia. Mientras, la aprobación de Duque baja al 21%.
El problema de Duque es que no lo ven como presidente. Lo observan tutelado por Uribe. La gente lo llama el subpresidente. El subpresidente de Uribe porque en todo esto subyace la percepción de que se ha regresado a “una especie de retorno a la «seguridad democrática» (política que aplicó Uribe en el pasado) que incluso ha conducido a que se vuelvan a adoptar políticas que incentivan el conteo de cuerpos, como aquellas que produjeron las miles de ejecuciones extrajudiciales conocidas en aquel entonces como «falsos positivos». A esto se ha sumado el asesinato sistemático de alrededor de 1.000 líderes sociales, ambientalistas, defensores de derechos humanos e impulsores de procesos judiciales que buscan restituirles sus tierras a las víctimas del desplazamiento forzado y el despojo. También han sido asesinados alrededor de 100 excombatientes de las FARC, incluyendo un sonoro caso de homicidio premeditado por parte de una unidad del Ejército, y decenas de indígenas y campesinos, principalmente en los departamentos de Cauca, Nariño, Antioquia y Córdoba”.
Señala que “la muerte de alrededor de 18 niñas y niños tras un bombardeo de las fuerzas militares a un campamento de disidentes de la guerrilla terminó siendo la gota que rebasó la copa, y la presión social y política condujo a la renuncia (con homenaje por parte del presidente) del ministro de Defensa. Este fue reemplazado en su cargo por el funcionario que venía ocupando la cartera de Relaciones Exteriores, también del círculo cercano del senador Uribe, quien venía jugando un papel central en el concierto internacional junto con el exvicepresidente Francisco Santos, actualmente embajador en Washington, para presionar una transición política en Venezuela. A su vez, el fiscal general, también cercano al gobierno y a CD, tuvo que renunciar en medio de controversias sobre su anterior papel como abogado de la firma con mayor responsabilidad en el escándalo de corrupción de Odebrecht en Colombia”.
Aquí se pueden apreciar los 5 factores que más influyen en las protestas. Y Duque no ayuda. Pues ha asumido conductas conservadoras que lo desdibujan con Uribe. ¿Dónde quedó el Duque conciliador de la campaña electoral?