Rafael Alba (ALN).- El director Lyor Cohen asegura que el nuevo servicio de pago de la compañía va a resultar irresistible para los aficionados a la buena música. Google Play You Tube Music y You Tube Red, los intentos de las subsidiarias de Alphabet de entrar en el negocio del streaming musical, han fracasado estrepitosamente.
Dicen que quien avisa no es traidor. Y ellos han hablado claro. Así que, probablemente, no se podrán dirigir demasiados reproches ni al consejero delegado Larry Page, ni al presidente ejecutivo Sergei Brin, ni al resto de los responsables corporativos de Alphabet, ese gran imperio empresarial, que incluye subsidiarias de tanto renombre como Google, el buscador indispensable para muchos y que es el origen de todo esto o, por supuesto, YouTube, la macroplataforma de streaming de vídeo que ostenta el liderazgo absoluto en su sector y que inquieta a muchas compañías que, teóricamente, no tienen el mismo objeto social. Como esas otras tecnológicas –Spotify, Deezer, Apple Music o Pandora– que ya forman parte del ecosistema de la industria de la música global. O las tres grandes discográficas supervivientes –Warner, Sony y Universal-. Un peligroso trío que, quizá, tenga parte de la culpa de lo que está a punto de pasarle a usted mismo, si tiene o tenía el hábito de escuchar sus canciones favoritas en el gran contenedor de vídeos, mientras mira o no mira las imágenes que acompañan sus sonidos predilectos.
Porque ya no son rumores malintencionados. Radiomacutazos de esos que se extienden como plagas bíblicas por las redes sociales. Ya podemos decir que es cierto sin el menor atisbo de duda. Tomen nota: dentro de uno o dos meses a lo sumo, YouTube aumentará sustancialmente el número de anuncios que incluye en los vídeos musicales que ahora cualquier internauta puede disfrutar gratuitamente. Y lo hará sin remordimiento alguno, aunque esas piezas audiovisuales de carácter comercial, nunca demasiado bienvenidas, interrumpan abruptamente el flujo de la canción que esté sonando en el móvil de la víctima en ese mismo momento. Y lo hará sin tener en cuenta la duración del tema y sin preocuparse por arruinar la experiencia del usuario afectado. Eso sí. El veneno se suministra con un antídoto asequible para casi todos los interesados. Bastará con hacerse subscriptor del nuevo servicio musical premium que la empresa se dispone a lanzar en los próximos meses para evitar este bombardeo indeseado de publicidad invasiva.
YouTube es la macroplataforma de streaming de vídeo que ostenta el liderazgo absoluto en el sector e inquieta a muchas compañías que, teóricamente, no tienen el mismo objeto social
El encargado de aguarnos la fiesta ha sido Lyor Cohen, un hombre duro y de colmillo retorcido, precedido por una bien ganada fama de resistir en cualquier situación. Un antiguo ejecutivo de Warner, con más de 30 años de experiencia en el sector, que se ganó los galones como manager de los peligrosos raperos Run-DMC en la década de los 80 del pasado siglo. Un jugador con pedigrí y fama de implacable que fue fichado por YouTube en 2016 para encargarse de dirigir las operaciones globales de la división musical. Todo un reto, en cualquier caso, porque, a pesar de su poderío, esta poderosa subsidiaria de Alphabet y prima hermana de Google, nunca ha sabido moverse en los terrenos movedizos de la industria musical. Ni relacionarse adecuadamente con los ejecutivos discográficos, los artistas, los compositores, los managers, los responsables de las empresas familiares que cuidan los derechos de autor y demás animalitos peligrosos que pueblan estos procelosos bosques.
YouTube penalizará con publicidad a los anunciantes
Cohen aprovechó su estancia en el festival South by Southwest de Austin para darle la mala noticia que les contábamos al principio de este artículo, a Lucas Shaw, un periodista especializado en el sector tecnológico de la prestigiosa agencia Bloomberg. Eso sí, nos queda un mínimo consuelo, porque según explicó después una fuente oficial de la compañía a varios medios de comunicación interesados, hay algún matiz que considerar. No todos los internautas sufrirán el castigo con la misma intensidad. Los más perjudicados serán aquellos que practiquen la escucha pasiva ininterrumpidamente durante mucho tiempo. Es decir, esa mayoría de millennials, por ejemplo, que utiliza la plataforma de vídeos como si fuera uno de esos servicios musicales freemium que han proliferado últimamente.
Más de un comentarista le ha quitado peso al asunto y ha situado estas declaraciones como el enésimo intento de Cohen de tranquilizar a las tres grandes. Hace tiempo que desde Sony, Warner y Universal se crítica a YouTube por no hacer lo suficiente para que los internautas paguen por ver y oír los vídeos musicales. También por no tener un sistema demasiado desarrollado capaz de encontrar inmediatamente y expulsar sin demora esas aportaciones ilegales de muchos usuarios que se empeñan con tozudez en subir a la plataforma temas cuyos derechos no les pertenecen. Una práctica que contribuye a mermar los ingresos de los verdaderos propietarios.
Y el pastel es demasiado grande como para obviarlo. Según los últimos datos de la Asociación de la Industria Discográfica Americana (RIAA, por sus siglas en inglés), hechos públicos la pasada semana, en 2017 los ingresos conjuntos de las compañías estadounidenses sumaron 8.700 millones de dólares (7.054,19 millones de euros), un 16,5% más que el año anterior. Y el 65,51% de esa cifra, un total de 5.700 millones de dólares (4.621,71 millones de euros), corresponde al dinero que se ha obtenido en las plataformas de streaming, cuyas cifras han experimentado un aumento del 43% en los últimos 12 meses. Y la mayor parte de esa cantidad proviene de los ingresos originados en los servicios de subscripción de pago que suponen ya un 47% del total. Pero esos números no aumentan tanto como deberían porque el 46% de los internautas adictos a los contenidos musicales escucha sus canciones favoritas gratis en YouTube. Un despropósito para los ejecutivos de las discográficas.
Los servicios de streaming no han acabado con la piratería
Algún exagerado hasta ha llegado a acusar a Alphabet, y sus subsidiarias, en especial YouTube, de ser responsables de que, según las últimas cifras, ya no sea en absoluto cierto, si es que alguna vez lo fue, que los servicios de streaming de pago han conseguido terminar con la piratería. O eso parecen indicar los últimos datos publicados por la consultora especializada Muso, según los cuales el pasado año, los sitios de internet en los que se practica la piratería de contenidos audiovisuales recibieron 300.000 millones de visitas, 1,6% más que en 2016. Y las páginas musicales, el segundo sector más castigado después de las series de televisión, experimentaron un aumento del tráfico del 14,7%. Lo curioso es que la cifra hubiera sido mucho peor de no producirse un acontecimiento el pasado mes de septiembre que provocó una reducción del 33,9% en la actividad. El cierre del sitio YouTube-mp3, tras otra victoria legal inesperada de la industria discográfica en su campaña por eliminar la competencia. Pero hay muchos otros servicios gratuitos que ofrecen esta posibilidad y que permiten a los usuarios que no quieren renunciar al gratis total, convertir el contenido que ofrece su portal de vídeos favoritos en archivos comprimidos musicales de fácil uso con los que alimentar sus teléfonos móviles.
Sea como sea, tampoco es descabellado pensar que YouTube quiere jugar limpio y sólo aspira a aumentar sustancialmente el beneficio y a buscar fórmulas que le permitan superar con amplitud en este mismo ejercicio los 10.000 millones de dólares (8.108,26 millones de euros) en facturación que consiguió en 2017, fundamentalmente gracias al dinero que le proporciona la venta de espacios publicitarios. La fórmula parece sencilla. Mientras más anuncios se incluyan más dinero se conseguirá. Sin descartar, por supuesto, la posibilidad de que ese nuevo servicio premium que lanzará la plataforma de vídeos, pueda tener atractivo suficiente para que los melómanos decidan suscribirse y pagar. Lo que también influiría en ese incremento de los ingresos que se busca.
Cohen cree que los internautas van a pagar sin problemas. Porque Remix, el nombre provisional del nuevo servicio de pago del contenedor de vídeos, les va a hacer una oferta irrechazable. Nada que ver con lo que se podía conseguir con You Tube Music, You Tube Red o Google Play, el doloroso nombre de los tres espectaculares fracasos que ha cosechado hasta ahora el imperio Alphabet cuando ha intentado conseguir clientela de pago para sus ofertas y competir en el complicado negocio de la música grabada. Ahora será distinto, porque habrá cebos poderosos: vídeos exclusivos, playlists y hasta producciones pensadas para que los fans fatales puedan entrar en contacto en los backstages con sus admiradas estrellas. Experiencias inolvidables en las que ya han comprometido la participación artistas en la cresta de la ola como el rapero G-Eazy y la sin par cantante cubanoamericana Camila Cabello.
Lo mismo YouTube lo consigue. O quizá no. Es cierto que la presión que puede ejercer gracias a este futuro bombardeo de publicidad invasiva puede resultar más convincente que ninguna otra arma. Pero, de momento, las cifras son las que son. Y no son buenas. Según las últimas disponibles, la plataforma de vídeos tiene más de 1.300 millones de usuarios en todo el mundo. Y, sin embargo, sus ofertas de pago sólo han atraído hasta ahora a 8,5 millones. Un 0,653%. Y un numero irrisorio en relación con los 60 millones de subscriptores declarados por Spotify, el probable rival a batir si Cohen y su equipo van a tomarse de verdad en serio el partido. Estén atentos a las pantallas porque, aparentemente, la pelea no ha hecho más que empezar.