Pedro Benítez (ALN).- Debido a las desafortunadas declaraciones (para los intereses de Venezuela) del subsecretario de Estado de Estados Unidos, Brian Nichols, acerca del histórico reclamo venezolano sobre el Territorio Esequibo, secundadas por otro no menos censurable mensaje en las redes sociales del secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, la Asamblea Nacional aprobó este jueves la convocatoria de un referéndum consultivo, para que, en palabras del presidente de ese ente legislativo:
“…el pueblo de Venezuela, por vía del voto directo y secreto, tomé la decisión y refuerce los inalienables derechos de Venezuela y su pueblo, sobre el territorio de la Guayana Esequiba y su ratificación por historia y por derecho, como parte indisoluble del sagrado suelo de la Patria”.
O, como lo resumió la cuenta X (ex Twitter) de Venezolana de Televisión: “el pueblo de Venezuela decida la defensa del Esequibo”.
A continuación, se le hizo la correspondiente solicitud al Consejo Nacional Electoral (CNE) a fin de que organice y convoque la consulta popular.
En este punto bien vale plantearse dos preguntas para la reflexión: ¿sobre qué va a decidir el pueblo venezolano?, y ¿hay acaso alguna controversia en Venezuela, alguna diferencia de criterio, alguna duda, acerca de la validez de la reclamación que de los 159.542 km² del Esequibo ha hecho el país insistentemente desde noviembre de 1962?
A lo mejor sí, y de eso muy pocos nos hemos enterado. Dado que se va a someter a consulta el tema “para que el pueblo decida”, bien podría ocurrir que el pueblo, es decir, la mayoría (el 50% más uno de los que participen) decida por no continuar la reclamación sobre el territorio Esequibo. Después de todo, el pueblo a veces se equivoca.
«El gobierno venezolano no va a oponerse a ningún proyecto» en la Guayana Esequiba
Y para quien le parezca como insólita esa posibilidad, permítanos recordar que fue el ex presidente Hugo Chávez, elegido y reelegido por la voluntad mayoritaria de los electores venezolanos, quien, en febrero del año 2004, en declaración pública junto con su entonces colega de la República Cooperativa de Guyana, Bharrat Jagdeo, renunció a los derechos, a los que ahora se le pide a ese mismo pueblo que ratifique:
“Me he comprometido con el Presidente Bharrat Jagdeo a que el gobierno venezolano no va a oponerse a ningún proyecto en la región que vaya en beneficio directo de sus habitantes (…) Venezuela no se opondrá a que empresas extranjeras exploten yacimientos petroleros y gasíferos en el disputado territorio de Guyana (…) [ hay que] abordar las relaciones con Guyana con un perfil distinto colocando el reclamo por el Territorio Esequibo a un lado de los vínculos económicos”. La Cuestión ESEQUIBO, Memoria y Soberanía, año 2016, pág. 155.
Como está ampliamente documentado, el ex jefe de Estado atribuyó al imperialismo estadounidense los presuntos o reales planes de recuperación por la fuerza de ese territorio por parte de Venezuela, así como la reclamación misma. Las motivaciones de aquella actitud la podemos precisar en sus ansias por conseguir el liderazgo latinoamericano y caribeño, por encima de los subalternos intereses del país que lo eligió como su presidente y, también, en su nunca disimulado desprecio por cuanta iniciativa llevaron adelante los gobiernos del nefasto (según él) régimen de la democracia representativa que le antecedió, dos de los cuales activaron en instancias internacionales la citada controversia limítrofe.
El petróleo en la Guayana Esequiba
Pero a fin de ubicarnos en el contexto presente, recordemos, además, que una de las situaciones que ha avivado el litigio son los importantes hallazgos de hidrocarburos efectuados por compañías estadounidenses, a las que el gobierno guyanés les ha otorgado concesiones para su explotación en aguas territoriales que son objeto de la disputa. Cuestión decisiva hoy en día, puesto que no es aventurado afirmar que, si el gobierno de Chávez hubiera procedido de esa misma manera, y no como lo hizo al ahuyentar a esas compañías, sería Venezuela y no Guyana quien tendría esa carta ganadora de su lado.
Por cierto, gracias a las inversiones que esas transnacionales efectúan para explotar ese petróleo, Guyana podría convertirse en el transcurso de esta década en uno de los países más ricos del hemisferio
En cambio, Venezuela está sola y aislada en su reclamación. Al extremo que, en su reciente y bien publicitada visita, el presidente Nicolas Maduro respaldó, una vez más, la tesis del gobierno de la República Popular China de considerar a Taiwán como parte integral de su territorio; pero no consiguió del gigante asiático una declaración en los mismos términos sobre la Guayana Esequiba, pese a que las relaciones entre los dos países se elevaron formalmente a nivel de “Asociación Estratégica a Toda Prueba y Todo Tiempo”.
Los países de Petrocaribe callan
Ni siquiera se le ha arrancado una declaración en ese sentido, o de al menos buenos deseos, a los países miembros de Petrocaribe que durante tres lustros se beneficiaron del generoso subsidio petrolero venezolano.
Por otra parte, no se puede olvidar que, según los entendidos en la materia, la actual diplomacia venezolana no ha sido muy eficaz en el litigio, puesto que Guyana introdujo en 2018 ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya una solicitud para que esa instancia resuelva el conflicto territorial de la Guayana Esequiba.
De modo que, ante su propia y reiterada incapacidad, el grupo que desde hace un cuarto de siglo ejerce la hegemonía política en Venezuela, recurre a una de sus estratagemas predilectas: la democracia plebiscitaria.
La Constitución de 1999 establece, en su artículo 70, que el referendo y la consulta popular son dos de los varios medios de participación de los que puede disponer el pueblo “en ejercicio de su soberanía”. Pero, como se podrá recordar, esas opciones solo se usan a conveniencia. Así, por ejemplo, la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) resolvió, en mayo de 2017, que no era necesario efectuar un referendo consultivo para que “el pueblo” se pronunciara sobre la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) efectuada ese año.
¿Qué legitimidad va a tener esa consulta sobre la Guayana Esequiba?
Una manera poco disimulada de desconocer “al pueblo soberano, depositario del poder constituyente originario”. La democracia participativa tiene sus límites y “al pueblo” se le consulta dependiendo del interés de quien formule la pregunta.
Ahora a los herederos se les ocurre consultar a ese pueblo. Es decir, pasarle “la decisión” sobre un asunto en el cual, suponemos todos los venezolanos, no hay controversia y nada que discutir, puesto que la integridad del territorio nacional ya está claramente establecida en la Constitución vigente, en sus artículos 10 y 13. A menos que la consulta popular sea para afirmar que en este tema (como en otros) el ex comandante/presidente no solo se equivocó, sino que actuó con insólita irresponsabilidad y superficialidad, colocando sus aspiraciones propias por encima del interés nacional.
A lo mejor este es otro de los pasos de Maduro a fin de seguir enterrando a Chávez.
No obstante, un error no tapa otro error. De cara a la comunidad internacional, ¿qué legitimidad va a tener esa consulta? ¿Deberían votar todos los inscritos en el Registro Electoral (RE) cuyo último corte del (31/07/2023) fue de casi 21 millones de electores?
El pueblo, enfocado en sobrevivir
¿Cómo se interpretaría si (como es perfectamente posible) en una consulta de tan delicado interés nacional votará la mitad de ese registro? ¿En ese caso, el CNE va “fabricar” el resultado para hacerlo presentable con cero abstenciones y cero votos en contra? ¿Quién en el resto del mundo se va a creer eso?
Lo que va ocurrir, con semejante disparate, es que la posición de Venezuela frente a Guyana en su reclamación territorial se va a debilitar todavía más de lo que ya está. Se va a poner de manifiesto que, además de ser un país débil y arruinado, con un Gobierno y una Fuerza Armada Nacional (FANB) incapaces de defender materialmente sus intereses, tiene a la mayoría de su “pueblo” enfocado en sobrevivir en medio de cortes diarios de electricidad y escasez aguda de combustible, entre otras calamidades conocidas, mientras que la otra parte ha emigrado o piensa emigrar, y le preocupa en lo más mínimo la soberanía de un territorio lejano con el que no tiene ningún tipo de conexión emocional.
Por su puesto, suponiendo que los convocantes de ese referéndum consultivo tengan interés genuino en defender los intereses de Venezuela, y no sea está otra estratagema para embaucar a incautos, haciendo válida aquella frase atribuida al poeta y ensayista británico Samuel Johnson, según la cual: “el patriotismo es el último refugio de un canalla”.