Zenaida Amador (ALN).- La posibilidad de que el coronavirus aparecido en China “se propague a países con sistemas de salud más frágiles” es una de las principales razones que llevó a la Organización Mundial de la Salud a declarar la emergencia de salud pública internacional. Precisamente allí radica el mayor riesgo y tomando en cuenta la precariedad que exhiben naciones como Venezuela, cuyo sistema de salud está destruido, hay abundantes razones para preocuparse.
Según el Ministerio de Salud de Nicolás Maduro, en Venezuela se activó el sistema de vigilancia epidemiológica en puertos, aeropuertos y personal de salud, siguiendo las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Afirma que el estatal Instituto Nacional de Higiene Rafael Rangel, ubicado en Caracas, “está en capacidad de realizar la detección de otros virus respiratorios tipo no influenza, entre ellos los coronavirus en humanos. Además, es el único centro con capacidad instalada para el diagnóstico de virus respiratorios en Venezuela. Existe capacidad para realizar la logística en los 24 estados para la toma de muestra y su traslado hasta este laboratorio nacional de referencia”.
Visto así pareciera que Venezuela está a la altura de las circunstancias y que podría responder adecuadamente ante la eventual aparición del coronavirus 2019-nCoV en el país. Pero lo cierto es que el país vive una emergencia humanitaria compleja desde 2015 y no tiene capacidad para atender las necesidades mínimas de salud de la población, y mucho menos un brote de esta naturaleza.
La más reciente Encuesta Nacional de Hospitales que realiza la Organización Médicos por la Salud mostró que en 2019 hubo 2.602 muertes cardiovasculares evitables. No obstante, las fallas del sistema, la carencia de equipos, insumos y medicamentos juegan en contra de la población. Se estima que en las salas de emergencias de los hospitales venezolanos un paciente con un infarto puede tardar casi siete horas en promedio para ser atendido.
Además, el país ha sido señalado por organismos internacionales, incluyendo a la propia OMS, por el incumplimiento de programas esenciales de salud, como los de prevención y control de enfermedades.
“Enfermedades que anteriormente estaban controladas y habían sido erradicadas, entre ellas enfermedades evitables con vacunas, como sarampión y difteria, han reaparecido”, señaló Michelle Bachelet, alta comisionada para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, en su informe sobre Venezuela presentado en 2019 tras visitar el país.
El fantasma del hambre
La precariedad es tal que, según Médicos por la Salud, incluso se han detectado casos de tuberculosis en el personal médico. La pobreza y el hambre, que se extienden por el territorio, serían los principales propulsores de estos brotes. La tasa de incidencia de la tuberculosis ha aumentado en forma constante desde 2014, de 20 por cada 100.000 habitantes a 36 el año pasado.
Se estima que más del 80% de los hogares venezolanos vive en situación de pobreza en un país arrasado por la recesión económica y la hiperinflación. La FAO, Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, por su parte, ubica en al menos 6,8 millones el número de venezolanos subalimentados.
Al respecto el Observatorio Venezolano de Salud ha advertido sobre el avance de la desnutrición crónica, en especial por sus impactos en los infantes, haciéndolos vulnerables a enfermedades y comprometiendo su desarrollo físico y mental.
“El Gobierno no ha demostrado que ha utilizado todos los recursos disponibles para garantizar la realización progresiva del derecho a la alimentación, ni tampoco que hubiere buscado, sin éxito, asistencia internacional para abordar dichas deficiencias”, concluyó Michelle Bachelet en su informe.
“El Gobierno no ha demostrado que ha utilizado todos los recursos disponibles para garantizar la realización progresiva del derecho a la alimentación, ni tampoco que hubiere buscado, sin éxito, asistencia internacional para abordar dichas deficiencias”.
La desinversión de años de malas políticas públicas quedó expuesta con el desplome de los ingresos de la nación, lo que condujo a la debacle de sectores básicos, como salud y educación, y al colapso de los servicios públicos.
Datos del Observatorio Venezolano de Servicios Públicos, emitidos al cierre de 2019, mostraron que 11% de la población venezolana no recibe agua ningún día a la semana y quienes sí tienen acceso al servicio lo reciben de forma intermitente: un 46% tiene agua cerca de cuatro días a la semana y otro 7% una vez al mes.
La misma Encuesta Nacional de Hospitales mostró que a lo largo de 2019 el 78% de los hospitales nacionales tuvo suministro irregular de agua y 73%, fallas de electricidad.
La declaratoria de emergencia de salud pública internacional encuentra a Venezuela en esta situación.
Zona de riesgo
La Sociedad Venezolana de Infectología sostiene que la situación sanitaria actual de Venezuela, “expuesta claramente en la Encuesta Nacional de Hospitales, pone a la población venezolana en una posición particularmente vulnerable, dada la operatividad reducida de las emergencias de hospitales, de allí que la atención precoz de personas con síntomas respiratorios y antecedente de viaje a China, de la zona de Wuhan, es el recurso más importante en este caso”.
Entre las medidas preventivas y de control de infecciones se cuenta algo tan básico como el uso de mascarillas respiratorias. No obstante, en opinión del doctor Julio Castro, miembro de Médicos por la Salud, si en los hospitales ni siquiera hay agua, menos hay insumos básicos de este tipo. “A esta altura ya deberíamos tener suficientes tapabocas y mascarillas, pero no es así, no estamos en una buena situación”.
La Federación Médica de Venezuela advierte que los coronavirus producen efectos devastadores por su agresividad en poblaciones susceptibles por inmunosupresión, entre otras cosas por la desnutrición. Este es un factor de riesgo alto.
Para Julio Castro, en efecto hay riesgos de que el nuevo coronavirus “se pueda instaurar en un país ya con situación complicada”.
De entrar la patología al país los médicos venezolanos se dispondrán a enfrentarla sin disponer de los insumos requeridos, señala la Federación. “Dios y José Gregorio Hernández nos permitan enfrentar la morbimortalidad”.