Juan Lozano (ALN).- Dos niñas fueron víctimas de ataques que estremecieron a la sociedad colombiana. A raíz de esto se han hecho visibles miles de casos de maltrato doméstico, abuso sexual y homicidio. De seguir así, se producirá una transformación en la Constitución y se implantará en el país la cadena perpetua. Yuliana era una niña humilde víctima del desplazamiento que grupos armados habían forzado en su familia, obligándolos a salir de su terruño en la zona caucana para llegar a un barrio pobrísimo en Bogotá. Yuliana fue raptada, secuestrada, violada y asesinada por un arquitecto perteneciente a una familia de linaje, tradición y prestigio en el país, Rafael Uribe Noguera.
Sarita era una niña abandonada por su madre en un caluroso municipio del Tolima, cuyo caso de maltrato estaba siendo tramitado por una comisaría de familia que había aceptado que la chiquita permaneciera en la vivienda de su madrina. El dictamen de Medicina Legal tras la autopsia practicada al cadáver de la niña fue estremecedor. Abusos sexuales, violación, desnutrición, maltrato severo.
Los dos casos, por su crueldad, por la infamia que hicieron padecer a las niñas, por la brutalidad de los ataques contra las pequeñas han estremecido hasta la médula a la sociedad colombiana.
El corazón de los colombianos está arrugado por estos dos casos que han recibido enorme atención mediática
Entrevisté personalmente al director de Medicina Legal, Carlos Valdez, un experimentado galeno, sereno, veterano, creíble, pausado. Me dijo que en su larguísima trayectoria era difícil encontrar un caso más atroz que el de Yuliana. Hicieron una autopsia milímetro a milímetro hasta que encontraron material del asesino. Y frente a Sarita su testimonio fue escalofriante por la reiteración y el alcance de los tratos inhumanos, salvajes. La criaturita tenía tres años y ya había padecido los extremos de barbarie, ya había sufrido con la expresión más aberrante de las cavernas humanas.
Cifras atroces
Mientras el corazón colectivo de los colombianos está arrugado por estos dos casos que han recibido enorme atención mediática, se han hecho visibles decenas, centenares, miles de niños y niñas víctimas de maltrato doméstico, abuso sexual y homicidio. La cifra es atroz.
En el último año 7.648 niñas entre 10 y 14 años fueron víctimas de delitos sexuales en Colombia / Flickr: Eriana Duarte
Según el último informe de la ONG Save the Children, recogido en el diario El Tiempo, en el último año 7.648 niñas entre 10 y 14 años fueron víctimas de delitos sexuales.
Cada hora llegan a Medicina Legal dos niños para la práctica de pruebas con el fin de documentar abusos sexuales y el 75% de esos procedimientos se aplican a menores de 14 años. También se reportaron en el último año 2.011 casos de abusos sexuales en menores de cuatro años.
El promedio consolidado arroja que cada día tres menores de edad son abandonados y cada día en promedio 2,5 niños son asesinados.
Las especificaciones aberrantes de los últimos casos y lo abultado de las cifras oficiales evidencian una tragedia colectiva y un desafío integral para la sociedad colombiana, que está obligada ética y políticamente a acometer acciones para contener esta infamia. Aunque las líneas de intervención deben desarrollarse en distintos campos sociales de la atención, la protección y la prevención, uno de los aspectos que aflora con más fuerza en este debate es el establecimiento de la cadena perpetua para los responsables de violaciones y asesinatos de niños y niñas.
En efecto, entre el repertorio de fórmulas penales que se proponen, que van desde la castración química hasta la pena de muerte, parece consolidarse un sector importante del Estado, de la sociedad y de la opinión pública que propone la cadena perpetua mediante una modificación constitucional que derogue la prohibición consagrada en el artículo 34 vigente.
En el último año se reportaron en Colombia 2.011 casos de abusos sexuales en menores de cuatro años
Se están recogiendo firmas ciudadanas para volver a intentar un referendo ciudadano, algunos congresistas lo están considerando y dentro del Estado que era casi monolíticamente adverso a esta modificación ya hay una notoria división. Mientras los ministerios del ramo, Interior y Justicia, no apoyan la reforma, desde el poderoso Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, su directora la respalda con entusiasmo. Así me lo confirmó personalmente sin vacilación y con ardentía.
Así, después de haber enfrentado todas las violencias armadas y conflictos internos sin cadena perpetua, por cuenta de estos hechos abominables Colombia aparece cada vez más cerca de levantar la prohibición constitucional vigente. Es posible que no suceda inmediatamente. Pero si se mantiene la senda tortuosa que recorre Colombia con sus niños, no cabe duda de que, tarde o temprano, se producirá una transformación sustancial en el diseño constitucional y se implantará en Colombia la cadena perpetua.