Pedro Benítez (ALN).- La ola de protestas y los fallecidos por los enfrentamientos y la represión policial prosiguen en el Perú. Ya no se circunscriben sólo a los departamentos del sur del país sino que se han extendido a la costa norte y a Lima, donde este jueves se realizó la denominada “Marcha de los 4 suyos”, una movilización desde regiones a la capital, acompañada del bloqueo de vías y la convocatoria de paro nacional, exigiendo la renuncia de Dina Boluarte y el cierre del Congreso.
Una reedición, incluso copia el nombre, de la marcha que el año 2000 organizó Alejandro Toledo protestando la reelección de Alberto Fujimori que la oposición peruana de entonces consideró ilegítima. Al igual que aquella, esta es una demostración de fuerza de todos los que desean un cambio del actual Gobierno y del Congreso.
Y también, como en aquella ocasión, podría tener el mismo efecto pues el destino político de Dina Boluarte, la primera mujer en ocupar la Presidencia del Perú, pende de un hilo. Dada la explosiva situación social y política que atraviesa ese país sólo un milagro le permitiría culminar su mando que debería concluir en julio de 2024, según la reforma aprobada en primera discusión por el parlamento peruano que adelantó las elecciones generales para abril de ese año (se debe votar por segunda vez para su ratificación). Su situación en el cargo es tan o más precaria que la de su antecesor y ex aliado Pedro Castillo.
Depende totalmente de la mayoría de centroderecha en el Congreso, mientras la izquierda, sector del cual ella procede, la considera una traidora. Esto en un contexto en el cual, según los más recientes estudios de opinión pública, el parlamento de ese país tiene una desaprobación ciudadana de 88%, mientras el 71% desaprueba la gestión de la presidenta. Además, el 58% de los consultados cree que ha habido excesos de las fuerzas del orden en el manejo de las protestas. Éste es el mar de fondo.
El intento de autogolpe del pasado 7 de diciembre por parte de Castillo y su inmediata destitución por el Congreso, tornó la crónica inestabilidad política que ha vivido ese país desde 2018 en crisis social. Ha sido la oportunidad en las cual todos los agravios de la Sierra contra Lima han resurgido.
La paz social, que dos décadas de crecimiento económico compraron, se ha quebrado en el Perú.
Sobrepasada por los acontecimientos la presidenta Boluarte ha cambiado tres veces de ministro del Interior en seis semanas, mientras ha atribuido sucesivamente la causa de la protestas a distintos autores intelectuales como a Castillo (preso en un cárcel), a Evo Morales desde Bolivia, a la minería ilegal, a los restos de la ultra izquierda como Sendero Luminoso o el MRTA, y a sus antiguos compañeros de ruta, encabezado por el líder de Perú Libre, Vladimir Cerrón.
Desde la izquierda la demanda también ha ido variando semana tras semana. Primero exigiendo la libertad de Pedro Castillo y acusando al Congreso de haber dado el golpe de Estado (esta es la versión que sido apoyada desde el exterior por el presidente de México Andrés Manuel López Obrador, por Pablo Iglesias desde España y por Evo Morales desde Bolivia); luego clamando porque “se vayan todos”, es decir, el cierre del Congreso, elecciones adelantadas ya y convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente. Ésta es la bandera de Vladimir Cerrón, jefe del partido que postuló como presidente a Castillo en 2021, que junto con la mayoría de la izquierda, en las bancas del Congreso y desde la calle, no acepta la reforma aprobada que adelanta las elecciones generales para el primer semestre del 2024.
La violencia desatada en muchas partes del país, así como la torpe y desmedida represión policial han servido de acicate para alimentar todavía más las protestas y darle una nueva causa a la movilización. La presión de calle no es hoy para que regrese Castillo, algo de lo que, al parecer, ya nadie se acuerda, sino para que Dina Boluarte renuncie.
A esa demanda se ha sumado la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos que agrupa a 78 organizaciones. Por su parte, los gobiernos regionales de Ayacucho, Apurímac, Cusco y Arequipa piden el adelanto de las elecciones para este mismo año, como única salida a la crisis. Incluso, dos ex ministros de Boularte, Eduardo García (Trabajo) y Grecia Rojas Ortiz (Mujer) se han sumado al pedido de “adelanto de elecciones generales para este año 2023”.
Pero para eso se necesita que la presidenta renuncie o reunir 87 votos en el Congreso que sólo se pueden alcanzar con el apoyo de la izquierda parlamentaria que ya dijo que no los dará. ¿Por qué? Porque su juego ahora es por el colapso del sistema político apuntado a la convocatoria de una Constituyente. Este es el plan maestro y el relato de Cerrón y de su grupo. Para ellos este un momento único (revolucionario) para desalojar a un gobierno que califican de “usurpador y dictatorial, sostenido por el gran empresariado peruano, los banqueros, el ejército, la policía, órganos de justicia, el clero y los Estados Unidos”. Es decir, van por la toma del poder.
No es que las masas de manifestantes sean convocadas por él y su partido, pero sí que, aprovechando las torpezas del Congreso y la desmedida represión, ha ido imponiendo su relato siguiendo el manual leninista. Repetir una y otra vez una fórmula sencilla como solución a una crisis que parece estar en un callejón sin salida: Constituyente, constituyente, constituyente. De lo contrario, afirman Cerrón y su grupo, “caemos al círculo vicioso con un nuevo Presidente, nuevo Congreso, nueva Mesa Directiva, pero la vieja Constitución que define las relaciones de poder a favor de los ricos en detrimento del pueblo”.
Así pues, el Perú parece dirigirse fatalmente a un choque de trenes o que en esta situación se imponga la tesis de Cerrón y, de ahí en adelante, cualquier cosa puede pasar.
Hijo de profesores universitarios, formado en Cuba durante los años noventa como médico, amigo del chavismo en Venezuela y gobernador regional de Junín entre 2011 a 2014, reelegido en 2019, Vladimir Cerrón no es Pedro Castillo. De su mano, como fundador y líder, Perú Libre, un partido abiertamente marxista, ha tenido un ascenso vertiginoso y es el que más rédito ha obtenido del inesperado triunfo de Castillo en 2021, pero también de su caída.
Perú es hoy el caso clásico de una izquierda radical y audaz que se abre paso aprovechando la ceguera y las torpezas de una derecha reaccionaria. Como buen alumno de Vladimir Lenin, Cerrón lo sabe. Por eso tiene en jaque a todo el sistema político peruano que tal vez ni se haya dado cuenta de su situación.
Mientras tanto, todo parece indicar que no hay manera de que la protesta amaine en Perú mientras Dina Boluarte siga siendo presidenta.
@Pedrobenitezf