Elizabeth Fuentes (ALN).- Lo que sonaba como una herejía poco tiempo atrás ahora es una tendencia que invade feroz el gusto de aquellos que buscan probar cualquier novedad superando prejuicios. El mercado de los vinos en lata crece y algunas marcas se han ganado medallas importantes en catas a ciegas, lo que responde a la polémica desatada sobre su calidad: si los mejores vinos se añejan en tanques metálicos, ¿por qué envasarlos solamente en botellas?
Primero fue la tapa de rosca, que le restaba todo el romanticismo a la apertura de la botella, examinar y oler el corcho, dejar al vino respirar o trasladarlo a un decantador. Todo un rito para entendidos que comenzó a peligrar frente al gesto de desenroscar y servir el caldo, cuya calidad algunos ponían en duda por la manera en que venía sellado.
Y luego le llegó el turno al vino en lata, un sacrilegio que comenzó hace más de 10 años pero cuya producción y consumo han ido en ascenso indetenible y ya existen al menos 10 bodegas que lo producen y mercadean sin mayor dificultad. Desde argentinos y chilenos hasta australianos y estadounidenses, pasando por Italia, España y Francia, países que no tuvieron mayor dificultad en montarse en este nuevo tren rumbo al futuro.
La comercialización iba dirigida al mercado asiático, pero el vino en lata caló entre el público joven a escala global
De hecho, el vino tinto francés Winestar Corbieres se ganó el año pasado doble Medalla de Oro en The Wine and Spirits Competition, realizada en el Cesar Palace de Las Vegas. Allí, 12 jurados altamente calificados le otorgaron la distinción luego de una cata a ciegas donde no lograron descubrir diferencia alguna entre ese vino enlatado y el resto de la competencia, envasada de la manera tradicional.
A las marcas Elkan en Chile; Iron Wine en Argentina; Barokes en Australia; Donelli, Ramona y Scarpetta en Italia; y Cavas Hill en España, se sumó Winestar en Francia con el resultado ya conocido
Mientras, en Estados Unidos, decenas de bodegas de Napa Valley y Oregon -Underwood, The Great Oregon, Ferdinand California Albariño, Nomádica, Barefoot y Coppola- llevan ya varios años lanzadas en grande a su comercialización, compuesta básicamente por vinos blancos y rosé espumante -como la pequeña lata Sofía, que dedicó Francis Ford Coppola a su hija en el 2004-. Mercadotecnia dirigida inicialmente a los países asiáticos y al público joven, pero respetando todas las normas estrictas que se necesitan para envasar vino en latas, un proceso mediante el cual el aluminio no entra en contacto con el vino gracias a un barniz especial, una sofisticada técnica de laqueado interior que anula el posible sabor metalizado.
Muchos pros, pocos contras
La revista Business Insider entrevistó hace poco a un veterano sommelier, Devon Broglie, para conocer qué pasaría en el mercado del vino este año. Y la respuesta fue contundente: los vinos en lata seguirían camino al éxito. “Las ventas de vinos enlatados se han más que duplicado en el último año, alcanzando 6,4 millones de dólares en ventas. La accesibilidad, la asequibilidad, la reciclabilidad… todas estas cosas están a su favor. La gente está buscando más comodidad, y no todos están tan atrapados con el hecho romántico de hacer estallar el corcho y todas estas cosas”, vaticinó Broglie.
La venta de vinos enlatados se duplicó el año pasado
Y la lista de ventajas va más allá del dinero: El envase es más resistente y fácil de transportar, mantiene la temperatura ideal y lo protege de la luz, evita el TCA o enfermedad del corcho. El envase contiene 345 cm3, más del doble que una copa y, obviamente, es el más adecuado para playa, campo, picnic y terrazas porque no necesita abridor.
Para quienes se ponen tercos en relación con esta nueva manera de consumir vino, cabe la eterna pregunta: Si las más importantes bodegas del mundo guardan el vino en tanques metálicos, ¿por qué el producto final no se puede envasar?