Pedro Benítez (ALN).- Las comunas y los consejos comunales son una especie de espantapájaros para unos venezolanos y una oferta engañosa para otros. La realidad en Venezuela es la Ley Antibloqueo, el proyecto de Ley de Zonas Económicas Especiales y la dolarización. El país no se dirige hacia algún tipo de socialismo o de economía comunal, sino hacia un capitalismo clientelar con el dólar americano como el rey absoluto. Sin Estado de derecho ni de propiedad. El modelo ruso y turco.
Cada que vez que desde el gobierno venezolano quieren meter miedo, alimentar temores y prejuicios entre los adversarios o, para ser más precisos, darle una concesión simbólica a esa base chavista que todavía cree en el mito de la revolución porque no puede dejar de creer, algún vocero, por lo general el propio Nicolás Maduro, sale hablando de la necesidad de impulsar los consejos comunales.
Una vieja oferta del anterior jefe de Estado. Crear una “instancia primaria para el ejercicio del poder, la participación y el protagonismo popular”, tal como se consagró en la Ley de los Consejos Comunales de 2006. Un ejercicio de poder por medio de asambleas populares en las comunidades. Democracia directa y participativa.
De cara a la frustrada reforma constitucional de 2007 se le ofreció al país como un paso imprescindible para avanzar hacia el socialismo. Era necesario e inminente, se dijo, la “explosión revolucionaria del poder comunal”. ¡Comuna o nada! Era la consigna.
Esa determinación oficial entusiasmó en grado sumo a la intelectualidad más ideologizada afín al proceso chavista, que en consecuencia hizo correr ríos de tinta sobre el nuevo tipo de sociedad que en Venezuela, siempre en nombre del socialismo, se estaba por construir.
Nuevas formas de relacionamiento político y económico donde se pondrían en práctica monedas comunales, el trueque y formas productivas ecológicas y humanistas distintas al capitalismo. Un país de consejos comunales y comunas.
Posteriormente se sancionaron dos instrumentos legales adicionales. La Ley Orgánica de los Consejos Comunales (2009) y la Ley Orgánica de Comunas (2010). Estas últimas se concebían como agregados de los consejos comunales. Partes fundamentales del denominado poder popular, que por sus ámbitos territoriales y competencias parecían destinados (aunque esto nunca quedó del todo claro) a reemplazar las alcaldías y concejos municipales.
El fin era, según se afirmó infinidad de veces, la construcción del socialismo. Del Estado socialista. Así, las viejas instituciones burguesas estaban condenadas a ser reemplazadas. Las lógicas dificultades se explicaban en un régimen que no terminaba de morir, mientras que otro no terminaba de nacer.
Estos pasos despertaron auténtico entusiasmo entre las bases chavistas más comprometidas, así como pavor entre los sectores de la población que, caracterizados por su antichavismo, veían aquello como la instauración definitiva del comunismo en Venezuela, apenas disimulado por el rebuscado lenguaje de la izquierda.
Sin embargo, luego de todos estos años, los consejos comunales y las comunas tienen poco que ver, por no decir casi nada, con la realidad cotidiana de los venezolanos. En una de sus últimas intervenciones por televisión el expresidente Hugo Chávez se quejaba amargamente ante sus ministros por el lento avance del proceso comunal.
De entonces a esta parte ese es un proceso “en construcción”, según la terminología oficial. Otra promesa. Un tema que cada cierto tiempo Maduro agita.
Se habla de crear nuevas comunas. De hacer avanzar las comunas. De un nuevo Parlamento comunal. De justicia comunal. Pero más allá de las palabras, nada indica que Venezuela avanza hacia una sociedad comunal o socialista.
En ocasión de la instauración de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) en 2017, Maduro ofreció que la misma sería “obrera y profundamente comunal”. Más de uno desde la otra acera política no dejó de ver en ello el plan perfectamente pensado del chavismo para imponer definitivamente el modelo de la Cuba castrista en Venezuela.
La pista está en el dinero
No obstante, en los hechos concretos y constatables el país se dirige, por ensayo y error, en medio del poco disimulado entusiasmo de funcionarios y voceros del gobierno, hacia una forma de capitalismo clientelar con el dólar americano como el rey absoluto. Sin derechos de propiedad ni Estado de derecho. Asignando a dedo, y sin licitaciones, el control de activos en manos del Estado que conservan cierto valor, así como privilegios y acceso discrecional a los abundantes recursos naturales que guarda el subsuelo nacional.
Este es el espíritu y propósito expresados en la Ley Antibloqueo, que con la coartada de eludir las sanciones económicas impuestas por el gobierno de Estados Unidos, aprobó la hoy fenecida ANC.
Un capitalismo de amigos, según lo denominan algunos analistas. Capitalismo a la rusa o a la turca es el ejemplo a seguir. Un autócrata rodeado de socios. Los negocios, siempre los negocios.
En otra muestra de este proceso en marcha, una reciente resolución emanada del Tribunal Supremo de Justicia (público y notorio a servicio de quién está) declaró como legal el pago de contratos en dólares. No en petros (aquella moneda digital milagrosa), sino en los verdes billetes que simbolizan la hegemonía del detestado imperio, origen, siempre en el discurso oficial, de todos los males que aquejan a esta dolorida tierra.
Recordemos que hasta hace no muchos meses en Venezuela las páginas que difundían el valor no oficial del dólar estaban bloqueadas y eran acusadas desde los medios públicos de conspirar contra la estabilidad nacional. Hablar del valor del dólar era un delito.
Pero ahora, signo de los tiempos que corren, el máximo tribunal dictamina que no se considerará ilegal establecer montos en dólares en los contratos que se contraigan en el territorio venezolano. Otro paso en el proceso de dolarización desordenada e improvisada que experimenta la economía venezolana. Es esta, y no los consejos comunales, la realidad concreta de Venezuela hoy.
Como ya se ha recordado en distintas ocasiones, se cumple nuevamente aquello de que el socialismo es la distancia más larga del capitalismo al capitalismo.
Otro botón de muestra de la dirección que el gobierno de Maduro empieza a recorrer, con cada vez más agrado, es la Ley de Zonas Económicas Especiales que la mayoría oficialista, más algunos aliados, en el seno de la Asamblea Nacional (AN) electa el pasado mes de diciembre, se apresta a aprobar. Siempre apelando a la coartada de romper el supuesto bloqueo económico impuesto al país, se copia y pega el famoso modelo chino que llevó abundante inversión privada extranjera al gigante asiático, facilitando las condiciones laborales y de otra índole que sólo un régimen político de sus características puede ofrecer.
Esa es la realidad venezolana. Ley Antibloqueo, proyecto de Ley de Zonas Económicas Especiales y dolarización. Las comunas y los consejos comunales son una especie de espantapájaros para unos venezolanos y una oferta engañosa para otros. Esto último incluye cierta prensa europea y estadounidense caracterizada por su candidez.
La pista está en el dinero. En seguir el rastro del dinero. Hacia allá van las cosas en Venezuela.