Zenaida Amador (ALN).- Aun con el sombrío panorama que pesa sobre Venezuela, profesionales de las diversas áreas están trabajando en la preparación de las acciones para el día después de la salida de Maduro con las que será posible atender la emergencia del país y avanzar hacia su recuperación. El cambio político necesario y la forma en que se produzca lucen como la piedra en el zapato.
Cuando a Juan Guaidó le preguntan sobre el eventual desenlace de la crisis venezolana afirma que “hay un solo futuro posible para Venezuela y es el cambio, porque la alternativa a eso es la muerte”. Lo dice como presidente interino del país, tras cinco meses de presionar para que cese la usurpación del poder por parte de Nicolás Maduro; pero sus palabras parecen ser la síntesis de un pensamiento común entre los venezolanos.
Es claro que Venezuela está ante una disyuntiva histórica que puede conducir hacia una mayor destrucción en todas las áreas de la vida nacional o hacia un nuevo modelo que permita la recuperación productiva. Todos los involucrados en el proceso lo saben, incluyendo a los líderes del chavismo.
La más reciente encuesta de la firma Consultores 21 es un reflejo de esa idea que pesa entre los ciudadanos de un país desmantelado a causa de una ideología política. Según el estudio, 47% de los venezolanos quieren dejar Venezuela en busca de oportunidades en otros territorios.
Por su parte, un 68% de los industriales estima que de no cambiar las condiciones actuales que limitan la producción y el desempeño económico sus empresas tenderán a desaparecer en un periodo no mayor a 12 meses, como lo reveló la Encuesta de Coyuntura Industrial hecha por la Confederación venezolana de Industriales (Conindustria) en el primer trimestre de este año.
¿Será posible sobrevivir?
El diagnóstico
La economía venezolana hoy es 52,2% de lo que fue hace cinco años y sigue siendo destruida.
Las cifras oficiales del régimen de Nicolás Maduro reflejan que entre el tercer trimestre de 2013 y el tercer trimestre de 2018 el sector manufacturero tuvo una contracción de 76,28%. Esto indica que hubo actividades con contracciones abismales, donde destaca la de procesamiento de pescados con una caída de 99,9% en el citado período. La contracción del sector construcción, que es un empleador nato, fue de 94,7%.
Las encuestas que hace Conindustria entre sus afiliados ratifican que el tejido industrial está prácticamente destruido y que las compañías que siguen en pie en Venezuela operan a 18% de su capacidad instalada en promedio. Fedecámaras, que es el gremio que agrupa a todos los sectores de la economía, desde el agro hasta el comercio y los servicios, señala que hay empresas operando a 5% de su capacidad.
Como activador de esta destrucción hay un elemento que ha sido determinante: la decisión política de cambiar el modelo económico, colocando al Estado como actor y regulador, mientras avanza en la toma de control de los medios de producción.
Frente a este cuadro y sus consecuencias muchas transnacionales emblemáticas cerraron sus puertas en Venezuela, como Kellogg’s, Clorox, y más recientemente 3M.
Pero otras muchas se mantienen en el país. Se han reducido para adecuarse a la realidad del mercado y resistir, produciendo lo mínimo y con el personal indispensable. Otras dejaron atrás sus procesos de manufactura y hoy son sólo oficinas comerciales que facilitan algunas operaciones de importación, pero persisten.
¿Por qué lo hacen?
A Guaidó se le hace cuesta arriba preservar activos de Venezuela mientras Maduro resiste
El potencial
Es claro que Venezuela está ante una disyuntiva histórica que puede conducir hacia una mayor destrucción en todas las áreas de la vida nacional o hacia un nuevo modelo que permita la recuperación productiva. Todos los involucrados en el proceso lo saben, incluyendo a los líderes del chavismo.
Aun frente a lo complejo de esta coyuntura son muchos los que están trabajando para que el cambio ocurra y muchos otros los que preparan la estrategia para hacer posible la anhelada reactivación en la era post Maduro.
A juicio de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, “el país sí puede superar la trágica situación a que lo han llevado”. Esto se logra a partir del cambio político y gracias a la aplicación de las medidas necesarias.
El régimen de Nicolás Maduro se ha dado a la tarea de perseguir a los líderes políticos que acompañan a Juan Guaidó en la búsqueda de una vía que lleve a su salida de la Presidencia, lo que ha implicado encarcelamientos, allanamientos y otras formas de amedrentamiento. A pesar del miedo que se intenta imponer, diversos sectores están trabajando con la mirada puesta en el país que es posible una vez que el chavismo (y con él su modelo económico) deje el poder.
El Plan País propuesto por Guaidó contiene las líneas programáticas para orientar las decisiones tras la salida de Maduro, pero la labor que realizan los equipos técnicos alimentará la verdadera concreción del plan con las acciones detalladas a desarrollar por áreas, con el inventario de recursos disponibles (incluyendo el talento humano) y los requerimientos legales para desmontar el actual andamiaje de controles y regulaciones con que se estranguló al país.
A lo largo de Venezuela hay grupos multidisciplinarios, donde participan académicos, profesionales, intelectuales y empresarios, entre otros, no sólo para radiografiar claramente la magnitud de la crisis sino para pensar en opciones de rápida aplicación que puedan ayudar a revertir los efectos negativos sobre la población y sentar las bases para la reactivación de la economía.
¿En qué consisten?
Las fases necesarias
El trabajo va desde las acciones de emergencia en salud y alimentación, debido a la crisis humanitaria, hasta la preparación de proyectos de más largo aliento que puedan optar a financiamiento internacional para atender deficiencias clave, como por ejemplo en materia de infraestructura, en especial por el colapso de los servicios públicos en todo el país.
Fernando Martínez Mottola, quien coordina parte de la labor de engranaje de los esfuerzos que dan vida al Plan País, señala que hay tres fases sobre las cuales trabajar desde el momento en que cese la usurpación del poder: “la primera, atender la emergencia; la segunda, lograr la estabilización y, por último, la etapa de crecimiento y desarrollo”.
La información que se ha ido recopilando es priorizada y ordenada dentro de estas fases, tomando en cuenta los requerimientos financieros, técnicos y legales, con el fin de garantizar que las medidas requeridas de forma inmediata, y que puedan tener un impacto social rápido, se ejecuten en las primeras semanas del llamado “gobierno de transición”, para luego ir avanzando con las demás.
Los empresarios que de una u otra forma han participado en la identificación de estas acciones también vienen preparando sus propios planes, donde lo primero es garantizar seguir de pie para aguantar la exacerbación de la crisis mientras el conflicto político se dilucida y lo segundo, desarrollar estrategias para el momento del cambio que les permitan reimpulsarse, incluyendo planes de inversión, en especial en el caso de los que cuentan con el apoyo de sus corporaciones fuera de Venezuela.
Algunas proyecciones apuntan a que, si todo ocurre según lo planeado, en cinco años el país podría estar dando pasos firmes hacia el crecimiento y el desarrollo.
Pero quienes participan en esta labor de planificación del país saben que la forma como ocurra la transición será determinante para el avance. La inestabilidad política es enemiga del proceso de recuperación y sin las garantías mínimas de gobernabilidad se haría aún más cuesta arriba adelantar los cambios esperados, por lo que se agudizaría la crisis y aumentaría el costo social asociado. De allí que los líderes políticos estén concentrando todos sus esfuerzos en lograr que “la salida de Maduro” no enturbie la reconstrucción de Venezuela, porque este factor puede ser tan pernicioso como su permanencia misma.