Pedro Benítez (ALN).- Paradojas de la historia. Hace casi 60 años Venezuela fue el primer país latinoamericano donde se intentó replicar la experiencia cubana de la lucha armada con apoyo material de La Habana. El primero donde se las derrotó. Pero ahora, es el último reducto de las guerrillas de filiación comunista que aún sobreviven: el ELN y los disidentes de las FARC.
A raíz de la emboscada de que fuera objeto una unidad de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) de Venezuela el pasado domingo 4 de noviembre por parte de miembros del Ejército Nacional de Liberación (ELN) de Colombia, que le costó la vida a tres funcionarios y dejó a otros 12 heridos, medios de comunicación de ese país han realizado una serie de reportajes sobre las circunstancias que rodearon el hecho. De todas destacan los trabajos del diario El Tiempo firmado por su corresponsal en Caracas Valentina Lares Martiz, y otro de la redacción internacional de El Espectador.
El primero da cuenta de la presencia de guerrilleros del ELN, junto con disidentes de las FARC en los estados Bolívar, Apure y Amazonas, fronterizos con Colombia y Brasil.
El ELN no sólo ha conseguido un aliviadero en el territorio venezolano sino que además le sirve como una fuente considerable de ingresos por la explotación aurífera que compartiría con los jefes militares de este país
Además, ratifica la versión del Gobierno de Colombia según la cual Luis Felipe Ortega Bernal (alias Garganta) es el comandante del Frente José Daniel Pérez del ELN, organización a la que ha pertenecido por 30 años. Su captura por parte de la Guardia Nacional venezolana fue lo que dio origen a la emboscada por parte de los guerrilleros.
Por su parte El Espectador cita a la organización no gubernamental de monitoreo del crimen organizado InSight Crime (IC), según la cual la presencia del ELN se extiende a 12 estados de Venezuela.
Los dos trabajos dan por ciertas las denuncias del diputado opositor Américo De Grazia, que no sólo ha expuesto la presencia de estos elementos subversivos, sino que además los ha señalado como operadores en la explotación y tráfico de oro, diamantes y coltán en el denominado Arco Minero, en connivencia con las autoridades venezolanas.
Es decir, en el caso concreto del ELN no sólo ha conseguido un aliviadero en el territorio venezolano (que ha disfrutado por años) sino que además le sirve como una fuente considerable de ingresos por la explotación aurífera que compartiría con los jefes militares de este país.
Por otro lado, el trabajo de El Tiempo destaca la presencia de alias Jhon 40, jefe de la disidencia del Frente 16 de las FARC en Ciudad Bolívar (estado Bolívar), a varios centenares de kilómetros de distancia de la frontera con Colombia, casi al otro lado de Venezuela, acompañado de hombres armados y que se lucra también de la actividad minera ante la pasividad de las autoridades venezolanas.
Todo esto viene a ratificar lo que desde hace años han denunciado varios periodistas venezolanos especializados en el tema: la presencia en el país de grupos paramilitares armados leales al “proceso revolucionario” (guerrilla de las FARC, el ELN de Colombia o los llamados colectivos) en los campos y en las ciudades.
Hace una década Juan Carlos Zapata en su libro Doña Bárbara con Kalashnikov hacía un recuento de la penetración de estos grupos en Venezuela y su impacto social, económico y político en el país. Lo que entonces parecía una elucubración del antichavismo más radical hoy se juzga como la tesis más cercana a la verdad y la más aceptada: ese proceso de penetración fue consecuencia de una decisión deliberada por parte del expresidente Hugo Chávez. Una de las caras de su proyecto de poder continental.
Paradojas de la historia
Así, en Venezuela se da una paradoja de la historia, porque este fue el primer país del continente donde se ensayó la lucha armada inspirada en la revolución cubana.
La caída de Fulgencio Batista y la entrada en La Habana de Fidel Castro y sus barbudos en enero de 1959 tuvo un impacto emocional y político muy fuerte en toda Latinoamérica, pero particularmente en Venezuela, donde el suceso se vio como propio.
El primer país al que Castro visitó luego de su ascenso al poder fue Venezuela, tan temprano como el 24 de enero de 1959. En un mitin multitudinario que realizó en Caracas para agradecer el entusiasta apoyo a su revolución ofreció devolver el favor de ser necesario, pues “aquí hay montañas más altas que la Sierra Maestra”, dijo.
Ese proceso de penetración de la guerrilla fue consecuencia de una decisión deliberada por parte del expresidente Hugo Chávez. Una de las caras de su proyecto de poder continental
En los siguientes meses, a medida que el gobierno revolucionario de Castro avanzaba, se radicalizaba la izquierda venezolana, precipitando la división del principal partido político del país (entonces en el gobierno) Acción Democrática, lo que daría origen al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).
En muy poco tiempo tanto el MIR como el Partido Comunista venezolano (PCV) tomaron el camino de la insurrección armada con la naciente democracia del país, constituyendo las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN) con la asesoría y el apoyo material de la Cuba castrista.
Así fue como entre 1962 y 1963 aparecieron las primeras guerrillas izquierdistas en varias zonas montañosas de Venezuela que seguían el modelo de la Sierra Maestra. Con todo el apoyo cubano esas fueron las primeras de América Latina por su clara filiación ideológica, incluso previas a las de Colombia, puesto que los restos de las guerrillas liberales que sobrevivían no se constituirán en las FARC hasta 1964, luego de la operación Marquetalia.
Fidel Castro apostó fuertemente por esa experiencia en la esperanza de que la revolución prendiera en toda la región. El Che Guevara consideró la posibilidad de ir a Venezuela para incorporarse a la lucha. E incluso en mayo de 1967 un grupo de cubanos y venezolanos entrenados en la isla protagonizaron un incidente que se conoció como la invasión de Machurucuto, cuando desembarcaron en la costa del centro del país y penetraron tierra adentro con la intención de establecer un foco guerrillero.
La lucha armada irá menguando y permaneciendo sólo en Colombia, hasta que los gobiernos de Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos la redujeron a casi la mínima expresión. Ahora los restos de esos grupos consiguieron el último refugio en Venezuela
No sería la única de esas operaciones organizadas en Cuba, en las que estaría muy activamente involucrado, por cierto, Arnaldo Ochoa, el general que luego sería jefe de las fuerzas cubanas que participaron en la guerra de Angola y que sería fusilado en 1989 acusado de narcotráfico.
Aquel intento (poco conocido fuera de Venezuela) sería el inició de la ola subversiva procastrista que barrería casi toda América Latina.
De modo que el Ejército venezolano fue el primero de Latinoamérica que derrotó militarmente a la insurrección comunista en su territorio en los años 60. La mayoría de aquellos jóvenes guerrilleros se acogieron a la política de pacificación del expresidente Rafael Caldera a inicios de los años 70 y volverían a vida política electoral.
En el resto del continente la lucha armada que alcanzó su pico con la revolución sandinista en Nicaragua y la guerra civil de El Salvador, irá menguando y permaneciendo sólo en Colombia, hasta que los gobiernos de Álvaro Uribe primero, por medio de la presión militar, y luego Juan Manuel Santos, con el controversial proceso de paz lo redujeron a casi la mínima expresión. Ahora los restos de esos grupos consiguieron el último refugio en Venezuela. Un giro de 180 grados de la historia.