Pedro Benítez (ALN).- El chavismo pierde de calle la guerra a muerte que decretó contra el dólar de los Estados Unidos. En este terreno la asesoría cubana ha sido absolutamente inútil. De nada valieron amenazas, ni dos reconversiones monetarias y mucho menos el petro. La progresiva dolarización de la vida diaria en Venezuela es la derrota más evidente del proyecto político de Hugo Chávez, que este bautizó en 2006 como el Socialismo del Siglo XXI.
En alguna ocasión el economista y filósofo liberal venezolano Emeterio Gómez afirmó que todos los intentos por abolir el capitalismo han terminado por instaurar el capitalismo primitivo. Bajo la hegemonía chavista Venezuela no ha sido la excepción.
Todos los instrumentos ideados para hostilizar y controlar al sector privado venezolano empezando por el control de cambios, instaurado en 2003 por el expresidente Hugo Chávez (por razones políticas según él mismo admitió y que años después el exvicepresidente Aristóbulo Isturiz recordó), pasando por la Ley de Costos y Precios Justos de 2011 (reformada luego dos veces), han colapsado.
Algunos estudios de opinión citados recientemente por el economista y diputado a la Asamblea Nacional, José Guerra, indican que un 35% de los venezolanos hace pagos regulares en dólares. Esto es algo que es fácilmente constatable. Todo el que en Venezuela tenga acceso a dólares evita en la medida de lo posible cambiarlos a bolívares y hace uso de la divisa americana en muchas de las actividades diarias.
Sin pena ni gloria, sin que medie reflexión o justificación teórica de por medio, simplemente bajo Nicolás Maduro se han dejado de aplicar.
No sólo eso, atemorizado por el efecto potencialmente desestabilizador sobre el orden público que en las calles estaban provocando las largas colas para adquirir alimentos, Maduro ha permitido la libre importación sin aranceles de todo tipo de productos y de paso ha dejado de fiscalizar los precios al consumidor. No es que el heredero de Chávez se haya convertido repentinamente en discípulo del liberalismo económico, sino que ha chocado (y el país entero) con la realidad.
En ese proceso, el Estado venezolano ha dejado de existir en buena parte del territorio nacional reemplazado por grupos armados como el ELN colombiano y en las grandes concentraciones urbanas lo que queda del mismo pervive de manera muy precaria.
Por ejemplo, en el estado Zulia, el más importante del país, y por décadas su corazón petrolero, el gobernador chavista Omar Prieto dispone de los bienes y las vidas de los habitantes de ese territorio como un señor feudal extorsionando directamente a los comerciantes formales e informales. Ejerce su poder sin límites ni control.
En zonas más pobres de la propia ciudad de Caracas los denominados colectivos (bandas armadas afectas al chavismo) controlan por las buenas y por las malas la distribución de ciertos productos a su real saber y entender so pretexto de defender “la revolución”.
De modo el que el Estado chavista ha devenido en un conjunto de grupos mafiosos que se reparten oportunidades de negocios y espacios de poder.
Todo eso se da en el contexto de la hiperinflación que padece el país desde del año pasado que ha venido provocando el repudio generalizado del bolívar por parte de la población y como contraparte la progresiva dolarización espontánea de la economía.
Nicolás Maduro reincide en el engaño con la criptomoneda que se inventó
Algunos estudios de opinión citados recientemente por el economista y diputado a la Asamblea Nacional, José Guerra, indican que un 35% de los venezolanos hace pagos regulares en dólares. Esto es algo que es fácilmente constatable. Todo el que en Venezuela tenga acceso a dólares evita en la medida de lo posible cambiarlos a bolívares y hace uso de la divisa americana en muchas de las actividades diarias.
Son cada vez más los bienes y servicios (hasta los más elementales) que se transan en dólares. En el estado Táchira el peso colombiano y el dólar han reemplazado al bolívar.
Los académicos venezolanos del área insisten en que formalmente no se puede denominar dolarización hasta tanto el Estado no asuma esa divisa como la moneda de curso legal para el país, y pague y cobre impuestos en la misma.
Sin embargo, el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) controlado por Maduro acaba de autorizar el cobro de arrendamientos comerciales a la tasa de cambio oficial de bolívares a dólares. Una forma de reconocer lo que ya se hace en la práctica.
Pero además, el TSJ acordó que las tasas de interés que cobran los bancos por los créditos comerciales sean a la tasa oficial del dólar (que ya es más o menos la misma del mercado paralelo).
De ahí a decretar el uso del dólar como moneda de curso legal (sin que el gobierno de Maduro deje de emitir bolívares para sus gastos internos) no hay mucho trecho. En Cuba desde hace años se practica la modalidad de doble moneda.
De modo que esta guerra económica que Nicolás Maduro decretó en 2013 con el apoyo del Alto Mando militar, la está ganando por amplio margen la divisa del odiado imperio.
Fue Chávez quien hace casi una década prometió pulverizar “el dólar paralelo”. Disfrutaba afirmando que le había “quemado las manos” a los especuladores de la divisa americana.
Maduro, que no se podía quedar atrás, prosiguió con entusiasmo la cruzada. Llegó incluso a cerrar dos veces la frontera con Colombia, a acusar al gobierno de ese país y a las casas de cambio de la ciudad fronteriza de Cúcuta de conspirar contra el bolívar. Como si allí estuviera la sede del Banco Central de Venezuela (BCV), auténtico centro del proceso de destrucción de la moneda venezolana.
¿Qué hay detrás de las cifras del Banco Central de Venezuela que complican a Maduro?
Fue Chávez quien le exigió en los primeros años de su mandato al BCV que le entregara un “millardito” de dólares. 1.000 millones. Su ministro de Hacienda de la época, Tobías Nóbrega, le vendió una idea todavía mejor: reformar la ley para entregarle directamente a él, a Chávez, parte de los ingresos en divisas provenientes de las exportaciones de petróleo, sin tomarse la molestia de hacerlos pasar primero por el BCV para que los manejara a su libre albedrío. Fue el origen del tristemente célebre Fonden.
Ahí está el origen de la actual bomba atómica hiperinflacionaria que ha pulverizado los ingresos de los venezolanos, lanzado a millones a la indigencia y a otros millones a la emigración.
Es muy revelador que haya sido en manos del chavismo, con su culto enfermizo por Simón Bolívar, que la moneda que lleva su nombre haya sido pulverizada literalmente y esté siendo reemplazada por el símbolo por antonomasia del capitalismo mundial.
Es el fracaso del proyecto de Hugo Chávez. Sumándose a la larga colección de fracasos de los diversos ensayos socialistas de los últimos 100 años, el del siglo XXI también se ha estrellado contra la realidad.