Pedro Benítez (ALN).- Nicolás Maduro lo ha anunciado formalmente: el que fue el principal país petrolero de Latinoamérica racionará el consumo de gasolina para todo su parque automotor. Otro “logro” a cuenta de las políticas socialistas. No es una medida nueva, pues se viene aplicando desde hace años en algunos estados fronterizos. Pero ahora será nacional. Con lo cual Maduro le está regalando una nueva bandera de lucha a los opositores venezolanos: resistirse a un nuevo racionamiento.
Tal como ocurrió hace cuatro años en otro congreso del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), luego de un muy tímido amague de apertura económica Nicolás Maduro da otro paso atrás. En el marco del IV congreso que el partido oficial lleva a cabo, el mandatario anunció que los días 3, 4 y 5 de agosto se llevará a cabo un censo nacional de transporte automotriz.
“Todas las personas que tengan un carro, una moto, el transporte público de pasajeros, el transporte de carga, todo el que tenga un vehículo automotor debe acudir (…) a los lugares que se van a anunciar públicamente para el gran censo nacional automotor, para una nueva política nacional energética, vinculada al carnet de la patria”, afirmó.
En el marco del IV congreso que el partido oficial lleva a cabo, el mandatario anunció que los días 3, 4 y 5 de agosto se llevará a cabo un censo nacional de transporte automotriz
Según Maduro, la idea es cortar el contrabando de gasolina a los países vecinos para “un uso racional y justo”.
El subsidio a la gasolina, una de las políticas más ruinosas sostenidas por Hugo Chávez y hasta ahora por Nicolás Maduro, le ha costado a la estatal industria petrolera venezolana unos 20.000 millones de dólares año tras año en términos de coste de oportunidad, contribuyendo además a la actual debacle.
Se ha estimado que un equivalente a 100.000 barriles de petróleo se va cada día por las fronteras venezolanas hacia los países vecinos, sin que pese a todos los intentos la Guardia Nacional Bolivariana lo haya podido evitar. En realidad, es un hecho público que funcionarios de este componente militar participan activamente en este contrabando de extracción.
Pasar litros de gasolina en camiones cisternas al otro lado de la frontera o en embarcaciones a las islas del Caribe en un gran negocio. En agosto de 2015 un litro en Colombia valía 0,74 dólares, mientras que en Venezuela equivalía a 0,02 dólares. Hoy por el desplome del bolívar es sencillamente regalada.
Con el deterioro del parque refinador, ahora el país importa gasolina (que hasta 1998 exportaba) o los componentes para refinarla. De modo que los escasos dólares que se tienen para importar alimentos y medicinas se utilizan para adquirir combustible a precios internacionales y regalarlo a los consumidores. Así, se mantiene uno de los compromisos históricos de Chávez. Tener precios de la gasolina al nivel internacional siempre lo asoció con las políticas neoliberales que el FMI promovió en los años 90.
Pero ahora, cuando la producción petrolera no cesa de caer, y por lo tanto los ingresos que aporta por exportaciones, recortar el consumo de combustible dentro del país es vital para mejorar en algo los ingresos en divisas.
Para detener este desangre, Maduro tiene dos opciones: repetir la fórmula aplicada por los criticados gobiernos venezolanos de la década de los 90 y eliminar ese subsidio incrementando el precio de los combustibles, o racionar el suministro. Siendo consecuente consigo mismo, ha optado por esta última alternativa.
Esta “modalidad” no es reciente en Venezuela. En 2012, siendo aún presidente Chávez, se impuso la instalación de dispositivos electrónicos en los vehículos para racionar la venta de gasolina en varios estados y municipios fronterizos con Colombia. La medida afectó seriamente la vida diaria de los habitantes de esas regiones pero no detuvo el contrabando.
Una bandera para la oposición
Ahora Maduro pretende extender ese racionamiento al resto del territorio nacional. De modo que el país que según la versión oficial es el poseedor de las mayores reservas de petróleo del planeta, el que desde 1948 fue el mayor exportador de crudo del continente americano, ahora racionará el consumo de combustible para lo que queda de su parque automotor. Otro fracaso a cuenta de las políticas socialistas.
En medio del caos económico y social todas las condiciones para estructurar una resistencia civil contra Nicolás Maduro están dadas en Venezuela. Esta es una bandera. Racionar la distribución de gasolina llevará el caos al centro del país por medio de gigantes colas de vehículos. Ni el más eficiente de los ensayos socialistas del siglo pasado lo logró, mucho menos lo conseguirá el caótico chavismo.
Pero además, esto intentará implementarse en una circunstancia en la cual el chavismo civil está mostrando todas las costuras de sus divisiones. A lo largo del último año han quedado evidenciadas la inconformidad dentro de la estructura militar y la fractura entre la oficialidad y los altos mandos de la cúpula que respalda a Maduro. La implacable represión de la contrainteligencia ha logrado aplacar este frente.
Pero eso no ha detenido al chavismo abiertamente disidente que en boca de exministros como Rafael Ramírez, Andrés Izarra y Jorge Giordani, o la fiscal en el exilio Luisa Ortega Díaz, no deja de aprovechar estos días para lanzar sus misiles contra Maduro solicitando abiertamente que se le saque del poder.
Mientras, Maduro y Diosdado Cabello están intentando usar la realización del IV congreso del PSUV para apagar el descontento dentro de las estructuras políticas oficialistas y levantar el ánimo en una base chavista cada vez más desmoralizada por la incapacidad presidencial para cumplir sus reiteradas promesas de poner en orden la economía y detener la subida diaria de los precios.
Al momento de redactar este texto las diferencias por la política a seguir para enfrentar el desastre económico no se han hecho evidentes en esa instancia. Pero la procesión va por dentro porque esas diferencias existen.
Por otro lado, la población más abiertamente antichavista, esa que todavía se las arregla para mantener un nivel de vida que, aunque muy deteriorado, aún está por encima de la mayoría que pasa hambre, puede optar por resignarse al racionamiento de gasolina, como ya lo hizo con el de dólares desde hace tres lustros, o resistir. A diferencia de los dólares, donde siempre ha habido un espacio para acomodarse por medio del mercado negro, con la gasolina eso operativamente es más difícil.
A lo anterior hay que sumar un nuevo contexto. La protesta social de distintos sectores, empezando por el gremio de las enfermeras, ha comenzado a organizar protestas de calle y paros escalonados exigiendo mejores salarios en medio de la hiperinflación. Paralelamente dirigentes opositores como Andrés Velásquez, exlíder sindical y excandidato presidencial, promueven un paro nacional para intentar nuevamente desalojar a Maduro del poder.