Por José Guerra (ALN).- La economía venezolana está paralizada. El Covid-19 lo que ha hecho es agravar una situación que comenzó en 2014 cuando la luz roja de la recesión se encendió tras la burbuja de 2012, cuando Chávez forzó la marcha de la economía acabando con las reservas internacionales y creando una situación fiscal insostenible que luego hizo explosión.
Lo que vino después es historia conocida: el control de cambio colapsó, la deuda externa se tornó impagable y la inflación se aceleró tornándose en hiperinflación en octubre de 2017.
La contracción de la economía entre 2014 y 2019 ha consumido más del 60% del PIB y durante 2020 la caída será de proporciones épicas para terminar con un cuadro desolador.
La erupción del Covid19 y las medidas dictadas por Nicolás Maduro mediante el Decreto de Alarma, han configurado un cuadro que acentúa la depresión de la economía. Pero eso no es todo. La falta de gasolina ha creado una restricción fundamental para la movilidad de la carga y las personas.
Actividades tales como las ventas en la ferreterías, los talleres mecánicos, los restaurantes, centros comerciales, manufacturas distintas a las de alimentos y medicinas, están literalmente detenidas dejando como secuelas caídas de la producción, del empleo y los ingresos producto del trabajo, en un contexto en el cual las remesas familiares en buena medida han cesado.
A ello se agrega la crítica situación de los trabajadores por cuenta propia quienes representan más de 40% del empleo y actualmente no reciben ingreso.
Si el régimen de Maduro no acepta esa apertura de la economía, entonces que pague la nómina porque el desempleo no debe seguir aumentado y las pocas empresas que sobreviven se están secando.
De esta manera, un sector importante de empresas no está generando flujo de caja y debe continuar pagando la nómina, no hay un programa de ayuda fiscal y encima de todo, el crédito bancario es inexistente.
Si se hubiese medido correctamente la tasa de desempleo al cierre de abril de 2020, con toda seguridad ésta excedería fácilmente el 15% y la caída del consumo en términos anuales más del 25%. Esto es una tragedia para un país que ya arrastraba seis años de contracción de su economía.
Debe mencionarse que la necesidad de la gente de buscar la comida está provocando una ruptura desordena de la cuarentena. Por estas razones, hay que pensar seriamente en un plan para abrir la economía de forma segura, porque a quienes no mate el Covid19 lo va a matar el hambre.
Los sectores laborales y empresariales deben crear un frente común para proponer un programa consensuado de comenzar la apertura progresiva de ciertos sectores económicos sobre la base de la adopción de medidas de distanciamiento social, uso de tapabocas y lavado de las manos, entre otras acciones.
Algunas actividades tales como talleres mecánicos, ferreterías, restaurantes y centros comerciales podrían abrir en horario restringido, respetando las medidas antes mencionadas. A ello seguiría las aperturas de las fábricas ahora cerradas. Si el régimen de Maduro no acepta esa apertura de la economía, entonces que pague la nómina porque el desempleo no debe seguir aumentado y las pocas empresas que sobreviven se están secando.
Obviamente, ello se enfrenta con la escasez de la gasolina. Ello es otro motivo para que se devele que detrás de la cuarentena se encubre el propósito de dejar a la gente encerrada en su casa para que no aflore el descontento contenido en los hogares.
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