Nelson Rivera (ALN).- Si las gestiones encabezadas por el expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero prosperaran, bien podría ocurrir que las elecciones de la Constituyente de Maduro, convocadas para el próximo domingo 30 de julio, fueran canceladas. ¿Y qué ganaría Venezuela con esa anulación? Nada menos que esto: evitar que continúe el derramamiento de sangre.
Es probable que el 25 de julio sea recordado en Venezuela como una carrera en contra del tiempo. Una lucha contra el paso, no de las horas, sino de los minutos. Mientras el reloj avanza hacia el paro nacional convocado por las fuerzas democráticas venezolanas, que arrancaría a las 6 am del miércoles 26 de julio, a un mismo tiempo las diligencias para evitar que el domingo 30 de julio se realice la elección para la Constituyente convocada por Nicolás Maduro se mantienen. Hay que decirlo: asombrosamente, se mantienen.
Lo que ocurra a lo largo de este día, probablemente sea la noticia más importante en la Venezuela de los últimos 15 años. No se equivocan los que han comparado este momento con los hechos de abril de 2002. Si las gestiones encabezadas por el expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero prosperaran, bien podría ocurrir que las elecciones de la Constituyente, convocadas para el próximo domingo 30 de julio, fueran canceladas. ¿Y qué ganaría Venezuela con esa anulación? Nada menos que esto: evitar que continúe el derramamiento de sangre.
“Debo ser optimista. Estamos atravesando momentos muy tensos y difíciles, pero creo que no vamos a ir a una conflagración”
En centenares de despachos de todo el mundo, el interés es prioridad: en La Moncloa, en Madrid; en el Palacio Nariño, en Bogotá; en la Casa Blanca, en Washington; en numerosas oficinas de Bruselas, sede de la Comunidad Europea; en la Casa Rosada, en Buenos Aires; en el Palacio de la Moneda, en Santiago de Chile; en el Vaticano, el Pentágono y la CIA, la aspiración es la misma: que se cancele la elección y que esa decisión abra paso a una nueva etapa en Venezuela.
Un mediador asediado
En la entrevista publicada el lunes 24 de julio a Rodríguez Zapatero, en el diario chileno La Tercera, no hay una línea que no merezca la más atenta lectura. Hace patente al hombre concentrado en la tarea de evitar un empeoramiento del estado de las cosas. Cuando la reportera Ximena Marín Lezaeta le pregunta: ¿Hay riesgo de una guerra civil? El expresidente contesta: “Debo ser optimista. Estamos atravesando momentos muy tensos y difíciles, pero creo que no vamos a ir a una conflagración a pesar de lo que estamos viviendo. Se está intentando que dos bloques enfrentados desde hace dos décadas y que enfrentan momentos muy duros puedan abrir un espacio de concertación sólida, pacífica y democrática”.
“La tarea de los mediadores es de contención y moderación en un país en el que la conflictividad, el antagonismo y la tentación al enfrentamiento están siendo muy fuertes”
Desde que apareció como líder de la iniciativa del diálogo, Rodríguez Zapatero ha sido blanco constante de ataques en su contra (yo mismo le dediqué algunos tuits). Casi un año después, son muchos quienes le reconocen su persistencia y, sobre todo, su férrea voluntad de no responder a los ataques de índole personal. El día que Leopoldo López fue beneficiado con una medida que lo llevó de la cárcel militar de Ramo Verde a su casa, comenzó a ser evidente que sus diligencias podían producir resultados reales.
Cuando Marín Lezaeta le recuerda “Usted ha sido muy criticado por su papel en Venezuela”, Rodríguez Zapatero persiste en su estrategia: “Un mediador debe tener la capacidad de lograr relación y confianza con el gobierno y la oposición. Esto es esencial para el diálogo. En Venezuela la situación es difícil, más ahora que hay víctimas mortales. No hay una alternativa al diálogo y a la búsqueda de consenso. Cualquier alternativa es un conflicto grave, muy grave. Denomino la tarea en Venezuela como un proceso preventivo de paz porque sin paz no llegaremos a una democracia consolidada, fuerte y arraigada. La paz es una condición previa”. No cede a la tentación de defenderse. Habla de su tarea, no de sí mismo.
Palabras como campanazos
Son horas difíciles: tanto entre las fuerzas gubernamentales como en la oposición democrática hay sectores que rechazan el diálogo y la posibilidad de acuerdos. Por supuesto: sus razones son opuestas y distintas. Ya las conocemos: el gobierno quiere serlo por tiempo indefinido; la oposición democrática quiere que el régimen fracasado se acabe en el tiempo más corto posible. Esto es, ni más menos, la escena de lo irreconciliable. De no encontrar un campo donde las dos posiciones cedan, continuará aumentando el número de muertos, heridos y presos políticos.
Venezolanos realizaron pancartazo en centros electorales contra el fraude constituyentehttps://t.co/qd7zWgADKQ pic.twitter.com/U9uy52sRvc
— Unidad Venezuela (@unidadvenezuela) 25 de julio de 2017
Maduro ha dicho que está “preparado para un acuerdo”, al tiempo que repetía los beneficios de su Constituyente inconstitucional. Rodríguez Zapatero se reunió ayer con Leopoldo López. La prensa venezolana informa además que, a continuación, el presidente de la Asamblea Nacional, Julio Borges, acompañado de algunos diputados, se reunió con López. Es posible que, en las próximas horas, esos encuentros y otros que seguramente no conocemos, sean fuente de noticias.
Sobre los actores de esas conversaciones, pero también sobre cada ciudadano venezolano, estas palabras de Rodríguez Zapatero deberían resonar como fuertes campanadas. Cuando la periodista Marín Lezaeta le dice, “Pero se insiste en que las conversaciones han fracasado”, Rodríguez Zapatero le contesta: “Una de las tareas que enseña la experiencia es a romper los prejuicios y evitar afirmaciones muy aseverativas. No puedo ser explícito pero el diálogo ha existido, existe y existirá con todo lo que está cayendo. Con todas las dificultades que existan, vamos a llegar a los procesos electorales que hay pendientes, se elegirán alcaldes y gobernadores ahora, y en 2018 serán las presidenciales. La tarea de los mediadores es de contención y moderación en un país en el que la conflictividad, el antagonismo y la tentación al enfrentamiento están siendo muy fuertes”.